Andrea Wulf conversará con otros invitados al Hay Festival de Cartagena el sábado 1 de febrero a las 10:00 a.m. en el Teatro Adolfo Mejía, y a las 5:00 p.m. en el Hotel Sofitel (salón Santa Clara).

MEDIOAMBIENTE Y HAY FESTIVAL 2020

“Negar la crisis climática es cerrarse a la verdad”: una entrevista con Andrea Wulf

Alexander von Humboldt decía que hay que “sentir la naturaleza”. Esa visión emocional, muy importante para el movimiento ecologista actual, es la que necesitamos hoy para conservar el planeta. Hablamos con la autora de una biografía ya canónica del explorador alemán.

Hernán D. Caro*
20 de enero de 2020

Andrea Wulf se convirtió en una autora famosa gracias a La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von Humboldt (2015), su apasionante recuento de la vida y obra del científico y viajero alemán, cuyo nacimiento hace 250 años se celebró en 2019 en todo el mundo.

Pero Wulf había escrito ya, con gran sensibilidad literaria, otros libros sobre la relación entre los seres humanos y la naturaleza. En This Other Eden: Seven Great Gardens and 300 Years of English History (2005) y en Founding Gardeners: The Revolutionary Generation, Nature, and the Shaping of the American Nation (2011) (todavía no traducidos al castellano) examina las implicaciones políticas y sociales de la jardinería moderna en Inglaterra y Estados Unidos. En En busca de Venus. El arte de medir el cielo (2020) reconstruye la primera colaboración científica global, a mediados del siglo XVIII, que tuvo como objetivo calcular el tamaño del sistema solar.

Esta historiadora británica y alemana es, además, una reconocida conferencista y ha escrito para The New York Times y The Guardian. Hablamos con ella antes de que viajara a Medellín y Cartagena para participar en el Hay Festival 2020.

Usted creció en Alemania y ha hecho su carrera en Inglaterra. Pero nació en Nueva Delhi, India. ¿Por qué su vida comenzó allí?

Mis padres se fueron a la India a finales de los años sesenta como empleados del Servicio Alemán de Desarrollo. Mi hermano y yo nacimos allí. Cuando yo tenía cuatro años regresamos a Hamburgo. India, sin embargo, sigue siendo, de un modo irracional y emocional, parte de mi hogar, a pesar de que muchos de mis recuerdos provengan más de videos que de mi propia experiencia. Y ya que vivo desde hace veinticinco años en Inglaterra y escribo mis libros en inglés, siento que esa es mi otra lengua materna, junto con el alemán.

¿Cómo y cuándo empezó a interesarse por temas científicos?

Mi primer libro, sobre la historia de Inglaterra vista a través de siete jardines, apareció en 2005. Por ese tema llegué a la horticultura y la botánica. Así comenzó todo. Llegué a la ciencia dando rodeos. El tema central de mis libros, en todo caso, siempre es la relación entre el ser humano y la naturaleza, y esto me llevó, casi por casualidad, a la historia de la ciencia.

¿De dónde viene su interés por la historia de los jardines?

En Londres, en el Royal College of Art, estudié Historia del Diseño; es decir, estudié la historia de la cultura material, de la arquitectura, básicamente de las cosas que el ser humano produce. A esta categoría pertenecen obviamente los jardines, donde la relación entre el ser humano y la naturaleza es muy fuerte y compleja. En la Edad Media, y hasta la época de la industrialización, la gente le temió a la naturaleza. Con los jardines hemos intentado invitar a la naturaleza salvaje a nuestras vidas a lo largo de los siglos. Esto, combinado con el hecho de que muchos jardines famosos tienen plantas de todo el mundo –cosa que históricamente implica aventuras, viajes y personas excéntricas–, me llamó mucho la atención.

¿Cómo describiría su propia relación con la naturaleza?

Para mí la naturaleza es esencial. No puedo vivir sin ella. Necesito salir al aire libre, también durante mi proceso de escritura.

¿Cómo descubrió a Alexander von Humboldt?

Me gustaría poder nombrar un momento clave, pero con Humboldt no fue así. Siendo yo alemana, el nombre me era familiar. Pero en realidad fue mi agente literario, que es inglés y creció en Venezuela, quien me dijo hace años: “Deberías escribir sobre Humboldt. Puedes leer sus cartas y diarios en original y contar su historia en Inglaterra”. Allí Humboldt había sido prácticamente olvidado, como en Estados Unidos. De un momento a otro, empecé a encontrarme con Humboldt en todos mis libros, como alguien muy interesado en la astronomía, o como corresponsal y visitante de Thomas Jefferson, uno de los llamados “padres fundadores” y primeros presidentes de Estados Unidos, o incluso como un jardinero apasionado. Me di cuenta de que era una persona muy interesante y polifacética. Así que decidí escribir un libro sobre él.

Durante la investigación para su biografía usted visitó algunos lugares en América Latina por los que Humboldt viajó a inicios del siglo XIX.

Sí, pero por desgracia no soy una noble prusiana rica y no podía viajar cinco años por América Latina como lo hizo Humboldt. Elegí entonces ciertas estaciones que para él fueron especialmente importantes, como el volcán Chimborazo en Ecuador. Lo ascendí acompañada de los diarios de Humboldt. Quería saber qué había experimentado allí. Es claro que muchas cosas han cambiado desde que subió al volcán en 1802. El glaciar del Chimborazo ha disminuido mucho en tamaño, y en otros lugares la destrucción de la vegetación es también bastante evidente.

¿Qué le impactó particularmente durante sus viajes?

Antes estaba muy enfocada en Asia y nunca había estado en América del Sur, pero tras mi primer viaje he regresado una y otra vez. La región ha brotado en mi corazón. La combinación de la amabilidad de la gente y la naturaleza es siempre una experiencia sensorial particular. En lo relativo a los viajes de Humboldt, para mí fue muy impactante conocer el río Orinoco en Venezuela en 2013. No conocía la selva tropical, y la primera vez la percibí como algo amenazante, incómodo. Era como atravesar en una barca un muro verde de vegetación, a través del cual no se podía ver casi nada. Justo antes había estado en Ecuador, en los Andes, con su amplitud majestuosa, así que aquí me sentí algo oprimida. En 2018 regresé al Orinoco, esta vez a los raudales de Maipures en Colombia, justo en la frontera con Venezuela, donde el río es más ancho. Tuve una sensación completamente distinta, fue un momento mágico.

En muchos países europeos la naturaleza original ha sido domesticada, de hecho reemplazada, y convertida así en un espacio acogedor. En gran parte de América Latina, por el contrario, la naturaleza se conserva como es: agreste, inmensa.

Es cierto, y justamente eso me fascina de América del Sur. La belleza de la naturaleza está unida a algo amenazante. No es la naturaleza apacible, manicureada, digamos, como la del sur de Inglaterra, sino que tiene algo rudo, que por un lado es mucho más impresionante y por otro nos muestra que el ser humano, en medio de la naturaleza, es diminuto.

Árboles quemados y escombros cubren el camino cerca del río Cann, a lo largo de la carretera de Monaro, Australia, el 5 de enero de 2020.

Tras publicarse en 2015 La invención de la naturaleza se convirtió en un éxito en ventas. El libro ha sido publicado en veintiséis países y ha recibido numerosos premios. ¿Cómo explica tal interés por un alemán que vivió hace dos siglos?

Creo que Humboldt resuena bastante en el espíritu de nuestros tiempos. Yo no era muy consciente de eso antes de escribir el libro. Luego me di cuenta, por un lado, de que el interés de Humboldt por la investigación y la conservación del medioambiente es algo muy actual. Pero además de eso, que es obvio, hay algo más: Humboldt se acerca a la naturaleza de forma holística e interdisciplinaria.

¿Se refiere a la idea de Humboldt de que todo en la naturaleza está interconectado, desde los fenómenos naturales hasta las ciencias que los estudian?

Sí. Esa perspectiva interdisciplinaria ha sido redescubierta por las ciencias en las últimas décadas y es clave para entender la emergencia climática. Además, hay otro logro importante: Humboldt unía la ciencia y el arte, lo emocional y lo racional. En los últimos cuatro años, durante mis charlas y conferencias, he podido comprobar que esto atrae a la gente, en especial a las generaciones más jóvenes. Es también uno de los motivos por los que decidí hacer una novela gráfica después de la biografía: El increíble viaje de Alexander von Humboldt al corazón de la naturaleza (2019, con ilustraciones de Lillian Melcher). Humboldt era, por una parte, un tipo que transportaba cuarenta y dos instrumentos científicos por América Latina, obsesionado con los datos empíricos. Pero, por otra parte, no tenía ningún problema en decir que a la naturaleza hay que sentirla. Esta visión es muy importante para el movimiento ecologista actual. Creo que los científicos y los políticos tienden a presentar estadísticas y números secos. Pero hoy necesitamos también aquel llamado emocional a conservar nuestro planeta.

Eso parecería ser lo que las generaciones más jóvenes, con movimientos como Fridays for Future, también conocido como Juventud por el Clima, con la sueca Greta Thunberg a la cabeza, hacen hoy.

Sí, han introducido una dimensión emocional al debate, la cual antes no era tan fuerte. A pesar de haber vivido hace dos siglos, Humboldt puede inspirarnos en ese punto, como en muchos otros.

¿Qué piensa del activismo ecologista actual de muchos jóvenes en todo el mundo?

Es muy importante. Greta Thunberg ha logrado darle una sacudida al movimiento que era necesaria, y con ello se ha convertido en un fenómeno global. Lo que ella ha puesto en movimiento es inmensamente relevante. Para ser franca, hasta antes de las huelgas escolares yo solo tenía una visión pesimista de nuestro futuro, pues los últimos veinte años nos hemos concentrado en la esperanza, y quizá también en la indiferencia. Ahora, pienso yo, podamos intentar ver lo que está pasando a través del pánico. Quizá eso nos haga reaccionar por fin. El movimiento de jóvenes me hizo pensar por primera vez en que tal vez tengamos una oportunidad de darle la vuelta a la situación. Y creo que el movimiento ya ha impulsado algunas cosas, por supuesto junto al reporte del Panel Intergubernamental del Cambio Climático de 2018, que dijo claramente: “Tenemos máximo doce años para encontrar soluciones”. Creo que esto provocó que muchos científicos del clima, que por temor a no ser tomados en serio se habían mantenido muy cuidadosos con pronósticos, por primera vez se atrevieran a decir “es tiempo de entrar en pánico”.

¿Qué alternativas nos quedan?

Personalmente, creo que muchas cosas deben ser reguladas “desde arriba”. El plástico de un solo uso debe ser prohibido [como acaba de suceder en Bogotá por decisión de la alcaldía], volar en avión debería ser más costoso, etcétera. En todos estos casos los individuos deben colaborar, pero solo habrá cambios reales si se actúa a nivel legislativo. Eso, sin duda, introduce limitaciones incómodas en el funcionamiento de las cosas y en la vida diaria de los ciudadanos. Pero es que las consecuencias de la crisis climática las conocemos ya desde hace treinta años y algo debe por fin cambiar radicalmente. Por desgracia, con gente como Donald Trump o Boris Johnson ha quedado claro que aún no nos tomamos en serio lo que sucede en nuestro planeta, y que la situación actual tendrá un efecto catastrófico sobre todos nosotros.

Ya Humboldt había alertado sobre las graves consecuencias de la destrucción de la naturaleza y conocía, por ejemplo, la influencia negativa de los gases industriales sobre el clima. Aquellas consecuencias son cada vez más claras, como lo podemos ver en estos días en los incontrolables incendios forestales en Australia. Sin embargo, a pesar de la evidencia, hay personas que siguen negando la existencia de una emergencia climática causada por los seres humanos, yendo incluso en contra del consenso científico internacional. ¿Cómo se explica eso?

Honestamente, tengo poca comprensión por la gente que niega la crisis climática. Hace algunos meses participé en una discusión en la que dos personas del público empezaron a relativizar el tema. Les dije: “Ya no necesito discutir a ese nivel”. Cualquiera que hoy en día niegue la emergencia climática es, para mí, alguien que se ha cerrado por completo a la verdad.

Tras la publicación de la novela gráfica sobre los viajes de Humboldt, ¿sobre qué tema será su próximo libro?

No es aún del todo claro. Será algo sobre filosofía alemana, sobre los jóvenes pensadores del Romanticismo, la biografía de un grupo. Es la primera vez que me dedico conscientemente a un tema alemán. Quizá haya regresado a mis propias raíces alemanas gracias a Humboldt. Y en todo caso, como con mis libros anteriores, mi deseo es atraer a lectores que no sean expertos en el tema y relatar una historia de tal modo que nadie se sienta como un tonto por no entender lo que pasa en el libro. Mi labor, como yo la entiendo, es luchar con textos y documentos difíciles para lograr entender algo, y luego contar sobre esas lecturas de manera que mis lectores puedan emprender un viaje placentero y sin embargo informativo.

*Caro es doctor en Filosofía de la Universidad Humboldt de Berlín y periodista cultural. Es coeditor de la revista Contemporary And América Latina y frecuente colaborador de ARCADIA.