ARCADIA crítica
La república de la alucinación: 'El ala izquierda', de Mircea Cartarescu
Diego Castillo reseña 'El ala izquierda', de Mircea Cartarescu.
Cegador, la trilogía del fenómeno literario rumano Mircea Cartarescu, es una metáfora de la mariposa: El ala izquierda, El cuerpo y El ala derecha. El ala izquierda, el primer libro, acaba de ser editado por Impedimenta, con la excelente traducción de Marian Ochoa de Eribe.
La novela empieza con la juventud de Mircea, un alter ego del autor, y se extiende hasta la caída de Nicolae Ceau?escu, un expresidente comunista, en 1989. Tiene tres partes, en tres tiempos: los años cuarenta, cincuenta y ochenta. La primera nos lleva a la infancia y adolescencia de Mircea, quien emprende una búsqueda de sus propios orígenes a través de viejos cuadernos con que recuerda su vida en Bucarest. Una visita a Tantava, el pueblo materno, despierta la epopeya de su genealogía búlgara, el viaje de los Badislav, donde el único camino y redención es el Danubio.
La memoria es un motivo clave del libro, y un dispositivo para entrar a hablar del lenguaje en un mundo donde la guerra y la represión comunista han pervertido y traicionado el nombre y el significado de las cosas. Y es que con la Segunda Guerra Mundial y la llegada del comunismo a Rumania en 1947, los nombres se alejaron de las cosas hasta la falsedad y la mentira. Como Rilke o Schulz, el viaje de Mircea a la madre se convierte entonces en una forma de redención o de salvación, una apología en la que el “yo” parece rebasado por el objeto (la madre y su universo), a la manera de Freud en Duelo y melancolía.
El lenguaje cotidiano, entonces, es sombra de una sombra, depreciación de una lengua primera, un fragmento de los mitos y los dioses.
La necesidad de narrar del autor se abre en esta novela como un caleidoscopio, mediante procedimientos barrocos: trampantojos, deformaciones de imagen, espejos, mundos dentro de mundos, cajas chinas. Esa poética se hace aún más evidente hacia la parte final del libro, después de la exploración de la memoria como tema y mecanismo narrativo. Somos nosotros, los lectores, quienes damos unidad y sentido a aquella red de significados.
Mientras tanto, el narrador nos lleva al encuentro de Mircea con personajes enfermos, contrahechos o locos en un paisaje de crepúsculo y ruina digno de Dante o de Goya; al encuentro de una conspiración y de los agentes de la Securitate; y al de ciertos espías junto a la secta de los Conocedores. Todos los encuentros son enigmáticos y le dan un tono y ritmo casi policíacos al libro, pero quizá la mayor fuerza de la novela está en la dignidad y singularidad de sus personajes, y de las ciudades que construye.
Un personaje particularmente conmovedor es el de María, la madre, quien recuerda su vida en el año 55, desgarrada por el miedo y la nostalgia. El miedo atávico es una constante en el libro, aunque el humor y la mirada del narrador le hagan a veces contrapeso.
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