ELECTRÓNICA

Aphex Twin, el extraterrestre

Aphex Twin compone a partir de sueños lúcidos y recuerdos de su infancia. Desde la década de los noventa, publica su música electrónica bajo una multiplicidad de seudónimos. Tiende a desaparecer por largos periodos, pero ahora está de vuelta.

Nathalia Guerrero*
26 de agosto de 2019
ANDY WILLSHER/REDFERNS/GETTY IMAGES

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El 5 de abril de 1994, un mes después de que Richard David James, más conocido como Aphex Twin, publicó su segundo álbum, Selected Ambient Works Volume II, Kurt Cobain se voló la cabeza con una escopeta.

Así lo cuenta Marc Weidenbaum en el libro que publicó en 2014 sobre ese álbum doble, compuesto de veinticuatro canciones y considerado piedra angular del ambient moderno. Dos años antes, James había debutado con su primer Selected Ambient Works 85-92. Ahí, reveló una relación ante todo obsesiva con el sonido, y abrió una grieta en aquello que hasta entonces se entendía como música electrónica moderna.

Poco después entró a Warp, el mítico sello londinense, hogar de artistas como Boards of Canada, LFO, Autechre y Squarepusher, con un EP titulado “On” y un video del sencillo homónimo que dirigió Jarvis Cocker, transmitió MTV y amplificó su público de forma inesperada.

En Selected Ambient Works Volume II –cada canción está bautizada con un número–, Aphex Twin prometió entre armonías un futuro sonoro aún desconocido, que en vez de beats propone tejidos de cadencias que iluminan y oscurecen el aire. La melodía, que parece sonar dentro de un útero gestante, se sigue de una sinfonía de sirenas siniestras y de una marcha distorsionada que desciende a las profundidades de la Tierra. James empezó entonces a parecer un extraterrestre, un mensajero del más allá, de otro tiempo que todavía no nos tocaba o que habíamos olvidado.

El éxito fue rotundo. En Warp estaban felices con su nueva figura: un tipo huraño de Cornualles, un pueblo remoto de Inglaterra, que sin querer comenzó a ser una leyenda de la música electrónica. Por esos días, tras el lanzamiento del álbum, una revista inglesa llamó al sello para decir que querían a Aphex Twin en su portada. Pero cuando la cara del irlandés pelirrojo en la tapa de esa edición de 1994 estaba a punto de irse a impresión, la revista tuvo que cancelar el plan y reemplazar la carátula por un obituario de Kobain. Según Weidenbaum, Warp quedó con la moral por el piso. James, en cambio, aliviado por poder seguir bloqueando su paso a un estrellato involuntario, estaba “extrañamente feliz, de manera casi retorcida”.

La muerte de Kurt Cobain trajo consigo un mensaje que se repetía como un loop: el de una época que volvía a morderse la cola, esta vez con otros sonidos y mitos, como la movida rave en Inglaterra y otros países de Europa. Luego de varios años de baile y éxtasis, la utopía de la fiesta libre empezaba a desdibujarse. Las mafias de microtráfico en los clubes, las pastillas de éxtasis rendidas con anfetaminas y cocaína, y los ravers que perdían la cabeza eran los síntomas terminales de una escena antaño mística que ahora era frenesí y chillidos caricaturescos, manoseada por la mecánica de la repetición y la demencia. ¿Cuál podía ser el nuevo norte?

En el libro Energy Flash (1998), Simon Reynolds sostiene que la respuesta estaba en proyectos como Warp. Con su lema de “electronic listening music” (música electrónica para escuchar), el sello empezó a desmanchar la escena. Bandas como Orbital y Underworld, e incluso genios del ambient como Brian Eno, pasaron de sonar en los cuartos de los jóvenes a sonar en salas chill out, que los clubes adecuaron para que el público pudiera descansar del frenesí. Esas salas se volvieron luminosas en una selva saturada de sellos anónimos y la fórmula repetitiva del techno.

Con el disco Artificial Intelligence (1992), Warp le dio forma a ese nuevo camino. Bajo el nombre de The Dice Man, Aphex Twin participó en el álbum con la canción “Polygon Window”. Si alguien representaba la estética Warp de “música electrónica de sofá”, era él. Cuando conoció el techno y el acid, Aphex Twin ya llevaba varios años produciendo por su cuenta esos sonidos. Entonces, para no perder más tiempo, compró todos los discos de techno disponibles y empezó a mezclarlos en los clubes de su pueblo.

Allí conoció a Grant Wilson-Claridge, también DJ y productor, con quien compartía referentes de la talla de Stockhausen, Tangerine Dream o Derrick May. Ambos perseguían la misma idea sonora y por eso fundaron Rephlex, un sello que creó el término braindance (baile mental), un subgénero que había escapado a los clubes y su lógica opuesta de “mente o cuerpo”, pero mantenía sus raíces y las mezclaba con disertaciones más internas.

La prensa llamó a ese mismo sonido IDM –Intelligent Dance Music (música dance inteligente)–, un nombre hasta cierto punto esnob que buscaba marcar una línea entre la música electrónica “inteligente” y la que no lo era. El propio Aphex Twin criticó el término que, sin embargo, terminó calando: “Es sucio hablar así de la música de los demás (…). Cosas así me hacen reír. Yo solo digo si algo me gusta o no”. Aun así, como si su música jamás hubiera salido de las salas de los noventa, él mismo se convirtió en una de las principales referencias de esa tendencia.

El productor favorito

Si Richard David James no se hubiera dedicado a la música, quizá estaría en la cárcel por hacker. Así lo asegura él mismo en una entrevista luego de describirse como “un niño pelirrojo irritante y mentiroso de Cornualles al que debieron meter en algún centro de reclusión”.

Quizás en un mundo paralelo Richard David James sea su propio hermano, que murió al nacer, tres años antes de que nuestro Richard David James viniera al mundo a reemplazarlo con ese mismo nombre. “El otro día hablamos al respecto con mi mamá –dice en otra entrevista–. Ella decidió que yo iba a ser Richard James antes de que yo naciera, no después. Y entiendo completamente por qué lo hizo: no quería admitir la muerte de su primer hijo”.

Aunque al Richard David James de este mundo le cueste aceptarlo, su hermano no nacido ha permeado su obra. Su tumba apareció en la portada del EP “Girl/Boy”, de 1996, y su nombre inspiró el seudónimo más famoso del artista, Aphex Twin, que es mitad una marca de equipos de audio, mitad una oda al hermano no nacido. “¿Estás obsesionado con la infancia?”, le preguntaron en otra entrevista. “Probablemente. Creo que internet es un gran regalo para esta generación porque nos permite regresar a esas cosas de la infancia que pensábamos perdidas”.

En 1968, el año en que murió su hermano, se publicaron los primeros estudios sobre los sueños lúcidos con que Aphex Twin experimentaba y que había incorporado a su proceso creativo. Así compuso la mayoría de canciones de ambos Selected Ambient Works.

Aphex Twin produce música desenterrando experiencias inconscientes del terreno de lo onírico para traducirlas en un proceso algo alucinado. “Cuando era niño, decidí que dormir era una pérdida de tiempo –le dijo hace unos años a un periodista–. Si vives cien años, pero no duermes, es como si vivieras doscientos. Todo es muy extraño cuando no duermo. Mi mente se atolondra como si estuviera senil y empiezo a hacer cosas inesperadas (…). Pienso que los sueños son más honestos. No te mientes cuando sueñas. No hay ego cuando sueñas, todo desaparece. Tu cerebro descarga y almacena toda la información. Cuando sueñas, toda la mierda baja”.

Esa búsqueda de James también tiene que ver con el pasado que él evoca en su música: de repente, en medio de alguna corrosión sonora o una descarga de acid producida por un sintetizador, se oye una melodía clásica de piano, o la voz distorsionada de un niño, o la de sus papás, o una bandada de pájaros, o la campana de un puerto mientras las olas chocan. En cada álbum y EP, James hace una labor sonora, y casi cartográfica, de su infancia y del territorio donde creció. Desde canciones en córnico (una lengua revivida de Cornualles) hasta samples de sonidos cotidianos de su pasado, el trabajo musical de Aphex Twin parece una huida constante al futuro sin poder, paradójicamente, dejar de referirse al pasado, como quien quiere desandar el camino.

Funny Little Man

Además de la historia de su hermano y de los sueños lúcidos, los múltiples apodos con que Aphex Twin ha publicado su música refuerzan el mito. Blue Calx, Bradley Strider, Brian Tregaskin, Caustic Window, GAK, Karen Tregaskin, Phonic Boy, On Dope, Polygon Window, Power-Pill, Q-Chastic, Richard D. James, Rutchkfard Games, Smojphace, Soit-P.P., The Dice Man y The Tuss son seudónimos que hablan de la variedad musical que despliega James, de una personalidad casi disociativa y, sobre todo, de un artista al que no le importa que el reconocimiento no se concentre en un solo nombre, en una sola figura, coherente consigo misma.

También es cierto que James conduce un minitanque de guerra; que compró un submarino por 40.000 libras; que una vez usó papel de lija y una procesadora de alimentos en un show en vivo; que vivió por mucho tiempo en la antigua bóveda de un banco porque deseaba “el karma de vivir en un lugar donde el dinero entraba todo el tiempo”. El dinero es la única razón por la que el productor publica su propia música en vez de guardarla para sí: “La gente no entendería mi música si publicara mi material menos convencional –dijo en una entrevista–. A mis amigos les gusta escuchar mi música y eso está bien, pero a mí no me interesa escucharla otra vez. Solo me interesa producir”.

Es probable que por eso desaparezca a ratos, y quizá muchas veces ha estado tentado a quedarse en casa produciendo sin parar. Pero siempre ha vuelto. El delirio cesa, o el dinero disminuye, y Aphex Twin vuelve a dar entrevistas y a presentarse en vivo. Así lo hizo con Drukqs en 2001 o con Syro en 2014, cuando regresó transformado en padre de familia y amable esposo.

En 2018 volvió de manera brillante al drill & bass con su EP “Collapse”. Confesó estar cansado de la imagen de artista inasequible y mítico que había creado para sí. Tocó en varios eventos, incluido Coachella; dio una de sus entrevistas más brillantes; se cuestionó sobre lo de siempre: hacer música que le ayude a no pensar, cosa a la que últimamente se quiere dedicar: “Es como la meditación –le respondió al entrevistador de la revista Crack–. Si te concentras lo suficiente y llegas al lugar correcto, con algo de suerte habrás dejado de pensar”.

Es probable que la obra de Aphex Twin siempre haya tenido ese objetivo: fundir el pensamiento, fundir la interpretación de una realidad única, definitiva. Mostrar que algo más existe.

*Guerrero fue editora en VICE y Thump en Colombia. Hoy trabaja en CONNECTAS, una plataforma que promueve la producción, el intercambio, la capacitación y la difusión de información periodística

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