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La banda Mostly Other People Do the Killing. En la mitad de pie: Moppa Elliott, el líder de la agrupación.

Polémica en el jazz

Calcado del original

El mundo del jazz está dividido por cuenta de Blue, álbum que recrea, compás por compás, al legendario Kind of Blue, de Miles Davis. Lo que unos califican de ejercicio árido o broma de elaboración faraónica, otros lo han llamado pieza de arte.

Jaime Andrés Monsalve B.* Bogotá
22 de mayo de 2015

¿Y si grabáramos un Kind of Blue exactamente igual al original?”, le dijo el contrabajista Matthew “Moppa” Elliott al trompetista Peter Evans. Corría el 2002, ambos estudiaban en el conservatorio de Oberlin, Ohio, y aunque parecía un chiste, no era extraña la práctica de pedirles a los alumnos transcribir e interpretar improvisaciones instrumentales provenientes de discos consagrados. La broma, sin embargo, se convirtió en un pensamiento recurrente.

Tendrían que pasar cuatro años desde que comenzó a materializarse la aventura, hasta que el 14 de octubre de 2014 apareció Blue, un disco que tiene pálido al mundo del jazz y que ha puesto a los responsables, Moppa Elliott y a su grupo, el quinteto Mostly Other People Do the Killing (MOPDtK), en una suerte de vitrina mediática más bien extraña para artistas de ese género.

Y no es para menos: Blue copia con exactitud cada rasgo, nota, compás, síncopa y modos del Kind of Blue, la más famosa y vendedora grabación de la historia del jazz, creada en 1959 por el sexteto de Miles Davis (1926–1991). A más de 55 años de su lanzamiento y tras 20 millones de copias vendidas, Kind of Blue sigue ostentando un halo de leyenda. Grabado en apenas diez horas durante dos días, es el trabajo fundacional del jazz modal, estilo de improvisaciones más aletargadas, reflexivas y, si se quiere, sofisticadas.

Elliott ha dicho que pasó cientos de horas junto a sus compañeros de banda transcribiendo el disco después de que en 2002 se le ocurriera la idea de hacer la copia al carbón de Kind of Blue. Incluso, hasta el sucinto título del disco tiene una razón de ser: “Pasamos cuatro años trabajando, así que esto no es ningún ‘Kind of’ –me explica el contrabajista y líder de la banda–: este disco es un blue definitivo”.

No otro Quijote: el Quijote

Desde el nombre elegido en 2003 para el quinteto, Mostly Other People Do the Killing [Casi siempre son los otros los que asesinan], estaba clara la idea de desacralizar el género. Adscritos a la vertiente más vanguardista en el jazz actual, y autonombrándose como “terroristas del bebop”, se han ganado un nombre por la calidad de sus componentes. Peter Evans, sin ir más lejos, dejó boquiabiertos a los asistentes a sus conciertos como solista de trompeta en Bogotá en 2013.

 

A diferencia de las carátulas de sus anteriores discos, que parodian famosos álbumes de Keith Jarrett, Ornette Coleman y Roy Haynes, la portada de Blue solo reseña el nombre del grupo sobre un fondo azul limpio. Cualquier justificación que uno quiera encontrar en el cuadernillo de notas tendrá que buscarla en el único texto presente, que no podía ser sino “Pierre Menard, autor del Quijote”, clásico cuento de Jorge Luis Borges sobre un escritor que en pleno siglo xx tiene la intención de reescribir la obra cumbre de la lengua española.

“No quería componer otro Quijote –lo cual es fácil– sino el Quijote”, dice un fragmento de aquella ficción, y las motivaciones de Moppa Elliott son similares. “La de Borges es una historia que acompaña muy bien al disco porque trabaja los mismos elementos de contexto y significado”. No fue la única vez que el escritor jugó este juego. Su brevísimo cuento “Del rigor en la ciencia” describe tal perfección en la cartografía de un imperio que sus mapas tienen la misma extensión que su territorio. Apenas un ejemplo de la literatura, lugar donde el palimpsesto y la paráfrasis se cuentan por millones. En el terreno de las artes plásticas, el ejercicio de la copia es recurrente: desde los ready-mades, de Marcel Duchamp, hasta las latas de sopa de los grabados de Andy Warhol, sin entrar a hablar del sinuoso mundo de las falsificaciones.

 

Pero probablemente es la primera vez que en la música aparece un ejercicio tan deliberado de copia. Y es que si bien la música clásica ha obligado por siglos a abordar obras de repertorio a la luz de unas mismas partituras, pocos ejecutantes reconocerían sin rubor, como lo hace Blue, que en su ejecución buscaron imitar a otro o sonar exactamente igual a un colega. “No se había hecho algo como esto en la música –asegura Elliott–: por supuesto que esperaba toda la controversia y, de hecho, me alegra que se haya dado a tal nivel”.

Elliott y compañía alcanzaron un punto de revisión obsesivo en el estudio. El ingeniero de sonido Ryan Streber se sumergió en crónicas periodísticas y viejas fotos de las sesiones originales del Kind of Blue para acercarse a la técnica empleada en 1959, así como la distancia y ubicación de los micrófonos, la acústica de los estudios de Columbia Records, y demás especificaciones.

Azul pintado de azul

La polémica ha sido diaria tras la publicación de Blue, y la confrontación no se ha hecho esperar. “¿Cómo alguien puede darle valor a este proyecto en una forma de arte que se supone es creada en el momento, asumiendo riesgos y rompiendo barreras?”, se pregunta un forista en la edición web de Jazz Times. Más abajo, otro lector retruca: “Es como cuando un pianista graba de nuevo las obras de Chopin. Es fantástico”.

Pero de cuanto se ha dicho, la mayor controversia tiene que ver con la vocación del disco. La pregunta que todos se hacen parece de respuesta simple, pero no lo es: ¿es Blue realmente un álbum de jazz? “No, en absoluto –afirma tajantemente Moppa Elliott– porque no tiene improvisaciones. Todo es leído”.

¿Cómo es posible que un disco que copia con exactitud la grabación epítome del jazz no lo sea a su vez? Pero la aporía es mayor: ¿Se puede detectar esa realidad tan solo escuchándolo, o hay que conocer sus circunstancias? ¿Puede un trabajo que suena a jazz dejar de serlo cuando se explica la manera en que fue grabado?

Como en el arte conceptual, pareciera que Blue no funciona del todo si no se expone su contexto al espectador. Aunque se trate de música calcada, “el álbum cambia de sentido cuando se entiende su procedencia. Grabamos un clásico del jazz en otro contexto. Si eso no se tiene en cuenta, ambos trabajos van a sonar igual”, explica Elliott.

 

Muchos se han pronunciado. Acaso nadie tan autorizado como el único sobreviviente del Kind of Blue, el baterista Jimmy Cobb. “Estos muchachos son auspiciosos, aunque no escucho su parte humana, el sonido y el sentimiento individual que yo viví en esas sesiones”, le dijo Cobb al periodista Marc Myers, del Wall Street Journal. “Pero ojo –complementó–: durante siglos la música clásica ha hecho eso de repetir las notas que alguien más escribió. Si estos chicos se tomaron el tiempo para hacer esto, es porque esta música significa algo para ellos”.

Otra mirada nos la brinda el historiador Ted Gioia, autor de textos de referencia como La historia del jazz y Blues: la música del delta del Mississippi. “Es como filmar una pieza teatral: lo que ves en la pantalla es idéntico pero ahora es una película, no una obra –me explica Gioia–: o como cuando vas a un parque a almorzar: ya no es almuerzo, sino picnic. La comida es la misma pero el contexto es diferente”. Al respecto, el investigador propone la denominación Repertory Jazz o “jazz de repertorio” para definir esta clase de ejercicios. “Así podría ser catalogada la música que recrea sonidos del pasado en forma auténtica, sin cambios impuestos por las maneras modernas de tocar”. Así, Blue, álbum considerado por muchos como una broma de refinadísima elaboración o un ejercicio innecesario y pretencioso, podría ser en realidad la pieza primigenia de un nuevo género musical. Y eso lo pondría, ironía de ironías, al mismo nivel del trabajo que lo inspiró.

Tras la salida del disco al mercado, no han sido pocos los melómanos que lo han puesto a correr al unísono con Kind of Blue para detectar diferencias. Nate Chinen, comentarista de la revista Jazz Times, hizo lo propio con el tema “All Blues”. “La similitud es aterradora –aseguró–. En un punto de la improvisación del saxo me perdí: ¿Cuál es Jon Irabagon y cuál es Cannonball Adderley?”; afirmación que sorprende más cuando recordamos que Blue es el álbum de un quinteto imitando a un sexteto y que Jon Irabagon, saxofonista de MOPDtK, grabó los solos de los dos saxofonistas que participaron del disco original, Julian “Cannonball” Adderley y John Coltrane.

Por supuesto, resulta imposible no detectar mínimas fisuras si de sentarse a comparar se trata. En su comentario, Chinen invita a descubrir cómo el pianista Ron Stabinski, que logra una imitación impecable de los dejos de Bill Evans, no alcanza el mismo nivel de perfección al tocar “Freddie Freeloader”, el único tema en el que participó un pianista diferente, Wynton Kelly. Asunto apenas notorio para un oído entrenado, en todo caso.

No está de más pensar que Blue es la concreción imperfecta de la idea de perfección borgiana. El mapa que quiere ser el territorio. “Si lo grabáramos otra vez, sería mucho mejor. Pero ya está –comenta Moppa Elliott–: Podríamos hacerlo, rehacerlo y volverlo a hacer por el resto de nuestras vidas y nunca llegaría a ser un trabajo perfecto. Ese, quizá, es uno de los aspectos más interesantes de todo esto”.