ENTREVISTA CON ANTONIO CAÑO
“No creo en el periodismo justiciero”
En 2014, después de ser corresponsal en América Latina y Washington, este periodista fue nombrado director del periódico español 'El País', y en un par de años duplicó su audiencia e ingresos por pauta digital para convertirlo en el medio iberoamericano más leído en el mundo. Hablamos con él sobre esa transformación, en la tercera entrega de nuestra serie de entrevistas con directores de medios.
En 2014, en un momento de agitación política, de crisis económica y de la necesidad de llevar a cabo una transición del periodismo impreso al digital, Antonio Caño llegó —no sin alguna oposición— a la dirección del periódico El País, para consolidar el lema que el diario asumió en 2007: “El País: el periódico global”. Caño reestructuró, incluso en términos físicos, la redacción del periódico para darle primacía a lo digital: “Esta es la redacción de un periódico digital, que además hace una versión en papel”, dice. También fue el encargado de que El País empezara, desde México, a tender las redes que se convertirían en la cobertura del medio en toda Hispanoamérica. Este es el medio de comunicación en español más leído en el mundo. Y a pesar de que, como el resto de medios, no ha encontrado un modelo sostenible de negocio, su audiencia sigue aumentando aceleradamente.
Cuando usted cumplió un año como director de El País, en 2015, el diario ya se había consolidado como el periódico digital más visto en España, el más visitado en español y uno de los cinco más leídos en México. Usted fue el encargado de montar la oficina de ese medio en México en 2013. ¿Podría hablar de eso?
Fue una especie de start-up que montamos con pocos medios, porque no sabíamos bien con qué nos íbamos a encontrar. El modelo que diseñé fue el de un grupo de periodistas jóvenes, con muchas ganas, con el objetivo de hacer algo nuevo, lo más lejos posible de la redacción y de la cultura tradicional de El País. Esta iba a ser una oficina a la que yo no iba a asistir y en la que no iba a ver ni a oler el papel. Nos instalamos muy modestamente en unas oficinas que nos prestó Santillana, otra empresa del Grupo Prisa en México. Poco a poco fuimos creciendo, contratamos a un par de periodistas mexicanos que nos ayudaron mucho a entrar en el mercado y fuimos consolidándonos con el sello de nuestro periódico: noticias bien escritas, claras, verdaderas, contrastadas, que no responden a intereses de nadie ni de nada. Eso nos permitió ganar en poco tiempo muchos lectores.
¿A pesar de la crisis económica, realmente se ha logrado conservar la independencia a nivel informativo?
Los medios han perdido independencia porque esta está muy vinculada a su éxito empresarial. En la medida en que los medios son menos exitosos, son menos independientes. Eso es automático. Es la realidad, cualquier otra cosa que diga no se correspondería con lo cierto.
Sin embargo, con internet y las redes sociales, las audiencias de los medios han aumentado significativamente. ¿Le sucedió eso mismo a El País o ha notado un estancamiento ahora, que hay tantas otras fuentes de información?
Nosotros no hemos parado de crecer desde que estamos en internet, sobre todo en los últimos dos o tres años, con nuestra operación en América. De momento, nuestra audiencia está en fase de crecimiento en México, Colombia, Brasil, Argentina y Estados Unidos, especialmente desde que apareció Donald Trump. Esa es una de las razones por las que en este momento no nos estamos planteando modelos de pago. Sin embargo, en general, el crecimiento de las audiencias de los periódicos en internet está algo estancado. Creo que eso va a girar de nuevo cuando la tecnología esté más extendida en América Latina.
Hablemos de la apuesta por América Latina. ¿Por qué le apuntó a cubrir Hispanoamérica?
Como periodista, soy un gran aficionado de América Latina. Conozco todo el continente y he trabajado en casi todos sus países. Cuando empezamos nuestra actividad digital, al principio, modestamente, pensé que lo primero que teníamos que hacer como periódico digital —teniendo en cuenta que era barato— era tratar de estar en América Latina. El País ya había intentado, antes de internet, que el periódico se editara en Latinoamérica. De hecho, tenemos algunas ediciones de papel en México y Argentina. Pero trasladar el periódico en papel a América es una operación que, desde el punto de vista financiero e industrial, es complicada. Hacerlo en internet es tan sencillo como le he comentado antes: consiste en juntar a un grupo de muchachos voluntariosos e inteligentes y ponerse a trabajar. Obviamente, internet fue la gran oportunidad de hacer lo que para mí era un sueño y lo que para la tradición de esta casa siempre ha sido un aliciente. Uno de los fundadores de El País, Jesús de Polanco, empezó siendo un vendedor de libros en América Latina. Viajó con mucha frecuencia a México, Colombia, Chile y Argentina en su negocio editorial, que fue anterior a la fundación de El País. Así que está en nuestros genes.
En un mundo en el que lo local se resiste a la globalización, en que están surgiendo nacionalismos políticos, por ejemplo, y una tendencia a mirar hacia adentro, ¿tiene sentido una aspiración de periodismo global, transnacional?
No creo que sean cosas contradictorias. La globalización, como la digitalización, es imparable. Estoy seguro de que, por muy local que sea Colombia, hoy muchos colombianos están pendientes de lo que acaba de pasar frente al Parlamento británico, donde hay ya cuatro muertos y 20 heridos en un rincón del mundo por el que muchos colombianos han pasado alguna vez o han fantaseado con visitar. Y seguramente muchos de ellos están leyendo esa noticia en El País, porque le creen y porque la entienden, al estar en español. Cierta información local siempre va a tener posibilidades de sobrevivir, y es indudable la atracción que tiene la globalidad en los acontecimientos. Ese producto alguien tiene que suministrarlo, es imprescindible. Puede que el periodismo totalmente local tenga futuro, pero es un futuro que a mí me gustaría combatir.
Ha habido un esfuerzo notable de El País por aprovechar el formato audiovisual, que es el que en teoría consumen los jóvenes. Primero: ¿usted cree que es efectivamente así?, ¿lo ha podido constatar en el proceso de transición de El País? Y, segundo: ¿cree que realmente las nuevas generaciones van a ser lectoras?, ¿qué va a ser de los largos reportajes, al estilo de los que se publican en El País Semanal?
Creo que indudablemente se ha acentuado muchísimo la sociedad visual, y en el caso de El País, el video es efectivamente un formato que arrasa. Una prioridad en la transformación física del diario fue la construcción de un plató de televisión en el que ya hacemos más de dos horas diarias de televisión en directo y otros muchos productos. Definitivamente, el video es el gran producto de consumo también para la información. Sin embargo, no creo que eso signifique que la gente vaya a dejar de leer. Espero que no. Con mucha frecuencia, nuestras historias más leídas en internet son largas, piezas de muchas líneas. Creo que es un mito y que también hay cierto prejuicio generacional con aquella idea de que los jóvenes no leen. Leen de otra manera, en otros formatos, a otras horas. Creo que tenemos que darles lo que les interesa leer, tenemos que acertar con los productos que ellos consumen y los formatos con los que están familiarizados. No creo, eso sí, que vayan a leer muchos periódicos, francamente.
Lo que sí sabemos a ciencia cierta es que ahora a los medios les creen menos. ¿Usted ha sentido esa pérdida de credibilidad e influencia en los lectores?
El mundo de la comunicación se ha democratizado en los últimos cinco años. Hay muchísima gente consumiendo información y opinando. Los medios tradicionales no tenemos la única tribuna para propagar ideas, noticias, influencia. Hoy competimos con otros muchísimos medios e instrumentos de comunicación. Sin embargo, a mí no me parece que eso sea malo. Para mí el peligro es el espacio que ha quedado allí de penetración, ya no de otras ideas, sino de simples mentiras. Estamos ante un problema serio de intoxicación política. Lo más grave es que algunos lectores no son capaces de distinguir esos productos, o se aproximan a ellos con un prejuicio tan fuerte que en realidad solo están buscando su propia ratificación ideológica. Les da igual si es verdad o es mentira. Está perdiendo peso la verdad, y eso pone en riesgo gravemente la libertad de prensa y principios muy básicos, imprescindibles en una sociedad democrática saludable.
En una entrevista usted dijo que en España hay carencia de información por el gobierno y que se abusa de la que se da confidencialmente. ¿Con los movimientos políticos de los últimos años, esto sigue siendo así?
Eso es así o peor, quizás. Hay una costumbre, que también existe en varios países de América Latina, de filtrar la información, de hacerla pasar de forma anónima a ciertos periodistas. No está bien reglamentado el tránsito de información desde las instituciones sociales a la prensa, no es fluido ni suficientemente enriquecedor. Diría que falta información y transparencia del gobierno, sin ninguna duda. Pasé muchos años en Estados Unidos, donde hay una conferencia de prensa diaria en la Casa Blanca, en el Departamento de Estado, y en fin... Los canales de transmisión de información son mucho más regulares.
Allí mismo decía que en el periodismo español también hay un exceso de opinión desmedido. ¿Por qué?
Sucede, y se ha agravado desde que estoy aquí. La opinión se ha hecho preponderante —si no exclusiva— en muchos medios que han surgido en los últimos años, entre otras razones porque es mucho más barata. Y mientras más elemental —menos sofisticada—, más éxito tiene. La información es mucho más difícil, más cara, exige desplazarse, tiempo y más esfuerzo. Por tanto, está reduciéndose cada vez más. Los periódicos tienen cada vez menos corresponsales y más columnistas; dedican cada vez menos dinero a que sus reporteros viajen, a que busquen la información en la calle, simplemente porque tienen menos recursos para hacer eso. Es un mal grave.
España, como Colombia, pasa por un momento de polarización política. ¿Cómo han asumido eso los medios, y la incapacidad de sus políticos de formar gobierno?
La sociedad española, efectivamente, está más polarizada que antes, y esa polarización se refleja en ciertos medios de comunicación, especialmente en los nuevos. Eso ha impedido que se dé un debate de más calidad. Creo que los medios le debemos a la sociedad española un debate más independiente, más profundo sobre las circunstancias por las que atraviesa nuestro país.
Acá en Colombia muchos dan la pelea por un periodismo que defienda una posición. ¿Qué opina sobre eso?
No creo en el periodismo que defiende causas, el periodismo justiciero que se dedica a suplantar a la justicia, pero que no es periodismo ni es justicia. No creo en lo que llaman el “periodismo comprometido”. Puede ser muy noble la causa con la que se comprometa, pero esa no es la misión del periodismo. La única que tiene es con la verdad y con los lectores, no hay más.
¿Qué opina entonces del hecho de que con Trump algunos de los medios más masivos y prestigiosos de Estados Unidos se hayan convertido en una suerte de voz opositora o de resistencia?
Hay gente que los ve así, pero ellos no se ven a sí mismos así. Ellos están en alerta ante cualquier vulneración de la libertad de prensa. Pero la oposición a Trump, aunque quisieran, no la van a hacer los medios. No tienen la suficiente fuerza como para hacer oposición política. Lo que pueden y tienen que hacer es contar todo lo que pase y todo de lo que se enteren, especialmente aquello de lo que Trump no quiere que se enteren.
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*Periodista de Semana.