Los periódicos mienten, la televisión miente, los historiadores mienten. La información que manejamos es falsa. Todo esto asegura Umberto Eco en su devastadora última obra, en la que el italiano se descuelga con una de las críticas más mordaces que un escritor haya lanzado jamás contra la industria de los medios de información. Convencido de que la prensa es una fábrica mundial de mentiras, se refiere a ella como “la maquinaria del fango”. Y en vez de emplear el ensayo ha elegido la ficción, para que su mensaje llegue a un número mucho mayor de lectores y así su advertencia cale más hondo en la sociedad. La calidad de la novela no parece haberle preocupado, supeditándola al impacto que buscaba conseguir con Número cero, que es como la ha titulado.
Situada en la última década del siglo XX, en tiempos del escándalo de Tangentópolis (destape de la corrupción socialista, ruina del sistema político italiano y replanteamiento del papel de la prensa), la novela de Eco trata sobre un empresario que decide fundar un periódico llamado Domani,? para amedrentar a sus competidores, ultrajar a sus enemigos y manipular a los políticos. La trama regresa a asuntos que ya abordó en obras anteriores, como el complot (El péndulo de Foucault), la mentira (Baudolino) y la corrupción (El cementerio de Praga), tratados con buen ritmo y con altas dosis de ironía, rozando la barrabasada al más puro estilo latino. Todo ello sirve para hacer de Número cero una crítica mordaz al periodismo amarillo nacido a finales del siglo XX y que, por desgracia, pervive el día de hoy.
Pero ¿es posible que la prensa y la televisión nos mientan a diario, como asegura Eco?
El fogueado periodista Pedro J. Ramírez (Logroño, 1952) lo rebate desde el cuartel general de El Español, su nuevo medio digital, ya famoso antes de nacer y cuya andadura oficial comenzará este otoño. “En todas las etapas de la historia han convivido el periodismo de alcantarilla y la prensa de calidad. El papel impreso ha llegado a alcanzar niveles terribles en cuanto al mal gusto y a los códigos soeces. Estoy pensando en la prensa anticlerical de comienzos del siglo XX y en su réplica reaccionaria. Sucede que ahora tanto el buen como el mal periodismo, tanto lo repelente como lo sublime, tienen mucha más difusión, al contar con cajas de resonancia como los medios audiovisuales o las redes sociales”. Pedro J. Ramírez fue despedido en 2014 como director de uno de los periódicos más importantes de España. ¿Se considera acaso una víctima de la crisis?
“Bueno, es verdad que yo he sido uno de los directores destituidos dentro de lo que podríamos llamar la epidemia de los años 2013-2014. Porque en apenas un año fuimos destituidos los directores del New York Times, de Le Monde, del Times, ahora del Guardian, del Telegraph, de El País, de La Vanguardia y de El Mundo, por nombrar solo los que recuerdo. Hombre, como decía Tolstoi en Anna Karenina, así como todas las familias son felices de la misma manera, cada familia es desgraciada de una manera distinta. Por tanto, a cada uno nos han destituido de una manera distinta. Y el momento en que te cortan la cabeza no es un momento agradable. En mi caso, fui fundador del periódico y su director durante 25 años. Quizá lo extraño, lo anómalo, era que alguien pudiera durar tanto tiempo en un cargo y lo normal sea que te destituyan. En todo caso, si fui víctima, ahora me considero beneficiario. Por un lado, me indemnizaron y a pesar de que Hacienda se quedó con más de la mitad, ese dinero sirvió como elemento de ignición del proyecto de El Español. Sin esa destitución yo no estaría haciendo ahora algo tan maravilloso como poner en marcha este proyecto”.
Miguel Ángel Bastenier, periodista de El País.
El periodista Miguel Ángel Bastenier (Barcelona, 1940) descarta categóricamente que la prensa sea una fábrica de mentiras. En un despacho de la tercera planta de El País asegura tajantemente: “Eso es una idiotez. Miente el mentiroso, que puede ser periodista, arquitecto o bombero”. Pero entonces, si los medios de comunicación hacen su labor dignamente, sin engañar al público, ¿por qué están en crisis en el mundo entero, o acaso la decadencia de la prensa es una consecuencia inevitable de la decadencia del modelo occidental? Bastenier lo explica así: “Cuando los periodistas hablamos en público, difuminamos el asunto, decimos que no van a cerrar todos los diarios y demás. Pero vivimos un cambio de época marcado por internet, que es la máquina de vapor contemporánea. Además, en España y en Europa Occidental hay una crisis económica general que nutre y retroalimenta a la crisis de los medios. El soporte papel está condenado y el que no lo sabe es bobo de nacimiento”.
¿Cómo explicarse entonces la aparición inminente del semanario español Ahora, que va a salir en digital y en papel? “Son amigos míos y no les deseo ningún mal, pero con suerte tendrán una venta de 5.000 ejemplares en toda España”.
Ramón González Férriz (Barcelona, 1977), director de Ahora, también alude al siglo XVIII para explicar la crisis, pero en términos mucho más optimistas, tal vez debido a su juventud. “A lo largo de la historia los seres humanos han sabido adaptarse a cambios tecnológicos que primero han sido devastadores, como los de la Revolución Industrial, y luego han dado pie a épocas de esplendor. Tardaremos un tiempo en salir de la crisis periodística, pero estoy convencido de que saldremos; de hecho, muchos medios ya están saliendo”.
Miguel Mora (Madrid, 1964), director de la revista digital Contexto, cuyo primer número salió a comienzos de año, tiene claro lo que hicieron los medios de comunicación para detonar la crisis: “Podíamos haber tomado varias medidas contrarias a las que se tomaron: no correr tanto, no querer competir con las televisiones de información continua; frivolizar menos, no regalar contenido en internet, no echar a los mejores periodistas, no querer enriquecerse hasta lo obsceno siendo meros editores de periódicos y, sobre todo, no endeudarse hasta las cejas para perder la independencia. ¿Habría servido eso para evitar la crisis? No creo. La decadencia del modelo occidental o, mejor dicho, postcapitalista, es seguramente la clave de la crisis del periodismo: las élites cada vez controlan más parcelas y, entre otras, controlan cada vez más los medios”.
Pedro de Alzaga (Madrid, 1966), subdirector del digital Cuarto Poder, no echa balones fuera: “Mientras la prensa mantuvo la exclusividad de la comunicación con el pueblo, todo mensaje a la sociedad debía hacerse a través de los medios. Ahora que un político puede enviar un mensaje por Twitter, muchas personas no acaban de ver la utilidad de una información que abunda, ni mucho menos por qué deberían pagar por ella. El camino de salida es demostrar que una buena información puede mejorar la sociedad. Es decir, volver al principio”.
La opinión de Alzaga es compartida por un buen número de sus colegas, convencidos de que el periodismo debe reiniciarse desde cero. Parece claro que sobrevivirán quienes sean capaces de resetearse para poder abordar los temas clásicos del periodismo casi con la mirada de un estudiante universitario. Bastenier no se engaña en cuanto al bajón de ventas: “A día de hoy, con un criterio puramente comercial, en 2025 no quedaría ningún diario en toda Europa, salvo quizá algunos de esos de proximidad. De élite, ninguno. Libération, que va hacia la catástrofe, vende 70.000 ejemplares con suerte. Le Monde, igual que El País, ha echado a 200 redactores, pero no llega a los 200.000 ejemplares. El País, contando a América Latina, venderá 250.000. Todos están bajando. Y no cada año, ¡cada mes! Pero tenemos la ‘Gran Teoría’, que consiste en que un día el digital podrá subvencionar al papel”.
Pedro J. Ramírez tiene una opinión bien distinta: “No hay mayor majadería que la de quienes dicen eso de que solo van a quedar dos periódicos, identificando periódico con legacy media, es decir, con la prensa impresa. Van a quedar 40, pero no se va a imprimir ninguno. Y veremos si uno de los 40 que quedan es el tuyo, si no te espabilas en hacer la transición”. Ramírez tiene una perspectiva positiva del asunto: “Es evidente que no estamos hablando de la crisis del papel, sino del proceso de extinción de una forma de transmisión de contenidos obsoleta, ineficiente y onerosa. He sido protagonista, en cierto modo, de la última etapa de esplendor de ese modelo de negocio. Pero no siento ninguna pena porque vamos hacia un modelo en el que los periodistas vamos a ocupar un lugar más central. En el nuevo ecosistema serán mayores las posibilidades de que se desarrollen, germinen y prosperen la independencia de la prensa y la libertad de los periodistas”.
Miguel Mora, director de la revista digital Contexto.
Con la tecnologización de los medios ha surgido lo que se ha llamado el “periodismo ciudadano” de los internautas que aportan información inmediata y constante a través de redes sociales como Twitter, Facebook, Instagram o incluso LinkedIn. Si desde el punto de vista sociológico supone un claro avance democrático, también es una amenaza para el periodismo tradicional. Como dice Umberto Eco, “los periódicos nos cuentan lo que ya sabemos y por eso cada vez venden menos”. El slow journalism al estilo del New Yorker se plantea como estrategia de defensa del buen periodismo ante la estocada del pseudo periodismo que se practica en las redes sociales. ¿Pero cómo se justifica un análisis sesudo de 5.000 palabras en plena era audiovisual, cuando la juventud proclama sin sonrojo que no lee ni tiene intención de empezar a hacerlo?
Pedro J. Ramírez aboga por el modelo ecléctico que va a poner en práctica en El Español: “Lo que vivimos, como dice mi amigo Filloux [Frédéric], es el final del término medio. Hay tanta oferta que lo que puede servir para destacar, es el breaking news con contenidos diferenciales, con exclusivas y scoops. Pero también tiene sentido la entrevista más larga, el gran perfil o un buen análisis. Creo que al final cada medio de comunicación tiene que componer su oferta como quien elabora una fórmula singular. En El Español habrá de todo”. Bastenier, buen conocedor de las redes sociales, con decenas de miles de seguidores en su cuenta de Twitter, muchos de ellos colombianos, sabe bien lo que se cuece en la Red de Redes: “Donde no se lee es en internet, que nos está matando sin que nadie lo lea. Internet se visita y nada más. Es gratis y por eso no garantiza nada. Siete millones de visitas no son siete millones de lecturas”.
Para Alzaga el periodismo de largo aliento o slow journalism es “la reacción lógica al bombardeo constante de información breve, superficial y de última hora, una infoxicación contraída en todo tipo de pantallas y que está pulverizando nuestra capacidad para jerarquizar y recordar lo importante más allá de un par de semanas”. González-Férriz defiende también el periodismo de autor: “Necesitamos medios que compitan por la última hora, por lo más urgente, pero también necesitamos medios que no se dediquen a eso sino a la profundidad. De que los jóvenes no lean, tenemos también parte de culpa quienes hacemos los medios y los libros”. En opinión de Mora, el periodismo lento es el periodismo clásico de toda la vida. “Consiste en hacer lo de siempre: salir, ver, oír y escribir. En Contexto todo se hace in situ y es de primera mano. No hacemos refritos de agencias ni última hora. Damos tiempo a los colaboradores para que escriban y nos damos tiempo para editar bien los textos. La acogida de los lectores ha sido sorprendente. La franja de edad que más lee Contexto es la de los 24 a los 35 años y cada lector nos lee, en promedio, 14 minutos por sesión”.
¿Cuál es la relación idónea entre la prensa y la política? ¿Existe ese periodismo independiente que defendía Eugene Meyer, el fundador del Washington Post, o es un mito para nostálgicos incurables? Una de las iniciativas de la revista Contexto es la de anunciar abiertamente los candidatos que apoya para las elecciones. Los detractores de esta iniciativa consideran que la politización de la prensa es, precisamente, uno de los principales motivos de la decadencia del periodismo.
Bastenier no es partidario de un apoyo declarado abiertamente: “Un buen periódico ausculta a la realidad para ir un paso por delante. No tiene intención de poner pensamientos en la cabeza del lector. Pero sí ha elegido una dirección. El País ha tenido una influencia enorme durante mucho tiempo, aunque era en el sentido de democratizar. He sido subdirector de este periódico durante 25 años y nunca he recibido una consigna de un partido político. Pero en la vida todo es ideología y todo es ideológico. Y la autocensura existe, evidentemente”.
González-Férriz admite que la iniciativa de Contexto le gusta, pese a que le parece difícil: “El Economist, que quizá sea mi revista preferida, lo hace constantemente. Pero solo puedes hacerlo si al mismo tiempo demuestras a diario que eres completamente independiente. Me parece admirable. Tampoco sé si debe hacerlo todo el mundo. La relación del periodismo con la política es necesariamente compleja. No puede ser de otro modo. Pero vayamos con cuidado porque es un problema serio, pero llevamos dos siglos lidiando con él”.
Alzaga parece ver pocas barreras entre el periodismo y la política: “La línea editorial de un periódico es ideología pura. Es la apuesta que un periódico hace por una sociedad mejor a través de la buena información. No es malo tenerla, sino no mostrarla, y lo verdaderamente difícil es mantenerla. Cumplir ese compromiso”. Y Miguel Mora, el adalid de la iniciativa de Contexto, cree que no debe existir nexo alguno entre la prensa y la política, cosa que podría parecer algo paradójica: “No debe haber relación, salvo la que defendían Camus, Chaves Nogales y Paul Nizan: los periódicos deben ser los perros guardianes del poder. Si dejan de serlo, se convierten en portavoces o gabinetes de prensa y renuncian a su función principal, que es ser el cuarto poder. La iniciativa de anunciar a nuestros candidatos no es nada rara en la prensa anglosajona. Y en este momento en el que nadie sabe a quién apoyan muchos medios, creo que declarar la preferencia política es un ejercicio sano de honestidad, libertad y transparencia. El mítico periódico independiente solo puede existir si es libre económicamente. Nosotros somos pobres, no, mejor dicho, paupérrimos, por lo que de momento podemos permitirnos ser absolutamente independientes”.
El periodismo español y el latinoamericano tienen en común un idioma que hablan 500 millones de personas en el mundo, pero ¿qué más tienen en común o, mejor dicho, por qué existe esa desconexión –no existente en el terreno literario– entre el periodismo de España y el de América Latina? Pedro J. Ramírez, de nuevo, es optimista: “Creo que esa brecha se está cerrando muy deprisa, precisamente gracias a internet y a la instantaneidad de lo digital. Cuando Torcuato Luca de Tena tenía la fantasía de hacer ‘El ABC de Las Américas’, todo su problema era cómo diablos iba a ingeniárselas para imprimir, para distribuir y demás”. González-Férriz no comparte su optimismo: “Existe una desconexión casi absoluta y creo que es muy difícil acabar con ella. Diría que hay pocos medios realmente multinacionales y todos ellos son en inglés. El País lo está intentando y ojalá lo consiga, pero creo que no hemos sabido hacerlo hasta ahora y que no será fácil”.
Miguel Mora carga contra el provincialismo de los temas que trata la prensa española: “Más que locales, yo diría aldeanos. Pero pasa lo mismo en Italia o en Francia. Los medios se han hecho cada vez más catetos. Contexto, por supuesto, tiene proyección en América Latina. Pero será una aproximación lenta, gradual. No buscamos clics, sino lectores fieles”. Pedro de Alzaga, como director de la web de noticias Iberoamerica.net, tiene información privilegiada sobre la brecha entre el periodismo latinoamericano y el español: “La conclusión que extraje tras los primeros meses de andadura, es que hay un montón de claves culturales que nos unen a los medios iberoamericanos. Y que hay historias universales y que mantienen su esencia informativa, ya sucedan en un barrio de Cochabamba, de Oporto o de Barcelona. También descubrí que, a pesar de lo que se cree, que en un país haya muchas cabeceras no es condición suficiente para que haya pluralidad informativa. España es el país con más periódicos de Iberoamérica y nadie en su sano juicio diría que tenemos una prensa plural. De momento”.
Ante un elenco de maestros como el reunido para este reportaje, parece obligado preguntar qué consejo darían a un joven que se planteara estudiar periodismo en Colombia. Pedro J. Ramírez: “
Que sea una persona íntegra y que adquiera la mejor formación humanística posible”. Pedro de Alzaga: “Es una profesión cien por cien vocacional. Pero deben tener en cuenta que cada año salen miles de licenciados para una profesión cuyas empresas están en pleno desmantelamiento o creciendo muy poco”. Miguel Mora: “Bueno, mejor puta que periodista, decían los padres a sus hijas durante el franquismo. Ahora estamos en una situación similar: mucho pensamiento único, miedo al futuro y al presente en las redacciones, sueldos miserables y poca libertad.
Pero ser periodista sigue siendo muchísimo mejor que tener un trabajo convencional”. González-Férriz: “No estudié periodismo y no sé en qué grado eso me ha perjudicado. Siempre he tenido la sensación de que uno debe estudiar economía, o derecho, o historia o lo que sea y luego, si quiere, meterse en periodismo”. Es el veterano del grupo, Miguel Ángel Bastenier, quien da el consejo más rotundo: “Que se dediquen a otra cosa”. Pero él sabe que si el periodismo se lleva en la sangre, todas las advertencias serán inútiles. Tan inútiles como las que le dieron a él.
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