35 AÑOS

Un país en círculos

La historia intelectual de Colombia ha estado marcada por algo: la condena a la repetición.

Fabio Zambrano
4 de noviembre de 2017

Colombia no ha experimentado un tránsito tranquilo de la sociedad tradicional a la moderna. Encontramos un derrotero de avances y retrocesos, vueltas y revueltas, muy lejos de la línea recta. La vida intelectual de una sociedad, su capacidad de definir proyectos y trazar un destino en común es sumamente frágil, y así como surgen ideas, desaparecen con facilidad. En la historia intelectual colombiana, al menos en su etapa como sociedad moderna, se han manifestado numerosos proyectos, de los cuales estos son algunos de los que consideramos relevantes.

Una idea fundamental ha sido la de los derechos que regulan la esfera pública de los ciudadanos. En los dos siglos que llevamos en el devenir como sociedad moderna, hemos avanzado y retrocedido en temas como la extensión de la ciudadanía, la universalidad de los derechos y la ampliación de la esfera pública. La ampliación de los derechos nos lleva a finales del siglo XX al surgimiento de la última generación de los mismos, como los humanos y ecológicos, el reconocimiento de la pluralidad étnica, el acceso a los servicios de salud como un derecho social, la descentralización del Estado y el fortalecimiento del poder judicial, que han avanzado sustancialmente. Sin embargo, la expansión del Estado de derecho se contradice con la capacidad de incluir efectivamente a todos los colombianos en los beneficios de las políticas públicas, y el déficit que resulta de esto surge como causal de las nuevas inequidades.

La organización territorial del Estado ha tenido varias expresiones. Hemos pasado del federalismo a ultranza del liberalismo radical de la Constitución de 1863 al centralismo recalcitrante de la república conservadora expresada en la Constitución de 1886 y a la tibia descentralización de finales del siglo XX. Pero, más allá de las expresiones jurídicas del ordenamiento territorial, una idea de profundos efectos fue la entrega a las misiones apostólicas de un Estado extranjero, el Vaticano, de la administración de las dos terceras partes del territorio nacional, como lo hizo el Concordato de 1887.

La invención de Antioquia fue una idea de singular importancia en la formación de la nación colombiana. Para precisar este argumento citamos a Peter Watson, quien en el libro Ideas, historia intelectual de la humanidad (Barcelona, Ed. Crítica, 2005) propone que un hecho clave para entender la historia de la humanidad fue la invención de Europa como uno de los mayores y más trascendentales giros de la historia de las ideas. La región antioqueña se conformó como un proyecto pensado por sus dirigentes y sentido por sus habitantes, proceso que toma cuerpo en la segunda mitad del siglo XIX y se consolida con la industrialización del siglo XX, en gran parte resultado del aislamiento y de una fuerte minería aurífera.

Desde un comienzo, Antioquia se convirtió en el centro de las ideas de descentralización, así como del pensamiento conservador; no es gratuito que uno de los fundadores del Partido Conservador, Mariano Ospina Rodríguez, haya gestado la ‘antioqueñidad’ expresada en una clara identidad y una fuerte pertenencia como en ninguna otra región colombiana. Pero al igual que Europa ha sido el epicentro de la modernidad y de la democracia como también de grandes guerras, la formación de la región antioqueña ha estado acompañada de fuertes manifestaciones de violencia que se han proyectado dramáticamente hasta el siglo XXI.

Otra idea de trascendencia en la cultura colombiana fue el romanticismo. Llegó a mediados del siglo XIX, se divulgó a través de la prensa y la literatura, y contribuyó a transformar las relaciones sociales, introdujo nuevos lenguajes y aportó nuevas ideas entre la gente. Contribuyó a que muchos ciudadanos se convirtieran en sujetos políticos al participar en una comunidad imaginada a través de nuevas sensibilidades, y ayudó a reemplazar a la religión como principal preocupación intelectual. La difusión de esta idea no fue fácil. Tomás Carrasquilla registra en su novela El padre Casafús cuánto le costó a este personaje su afición por la lectura de los románticos franceses.

Una de las grandes ideas modernas ha sido la secularización; fue un proyecto formulado de manera clara y definida en los albores de la república, como un requisito para pasar de súbditos a ciudadanos. Luego se convirtió en un componente central del proyecto político del liberalismo radical, pero enfrentó la férrea oposición de la república conservadora. Con la modernización que acarreó la economía cafetera, la urbanización, el arribo de religiones alternas y nuevas ideas acerca del orden humano, como las teorías evolucionistas, la secularización se convirtió en una idea que se agenció sola, sin la reivindicación de ningún partido político. Dejó de ser una idea por la que se combatió en las guerras civiles del siglo XIX y se volvió una forma de vida de la gente que se secularizó en su forma de hablar y de actuar.

Este comportamiento se generaliza desde mediados del siglo XX cuando asciende una sociedad de profesionales, médicos, ingenieros, arquitectos, maestros, cuando la profesión se convierte en un camino para el progreso social. El crecimiento de la radio, el cine y luego la televisión, que ofrecen nuevas formas de transmisión cultural, contribuyeron en grado sumo a secularizar a la sociedad. La aún imperfecta separación de la Iglesia y el Estado, sueño de los liberales decimonónicos, muestra que resta camino por recorrer en el desarrollo de esta idea.

La historia surge como una idea de gran importancia para la formación de un relato fundacional de la sociedad colombiana. Pero ha chocado con el gran impedimento de la interpretación del tiempo en Colombia, que no expresa una idea de la consolidación y de progreso, sino de un tiempo circular. Daniel Pecaut ha hecho énfasis en esta idea arraigada de la creencia colectiva de la repetición eterna, que se expresa claramente en la obra de García Márquez, que relata el gran mito de la historia colombiana: el estallido del espacio, la inmovilidad en el tiempo, la condena a la repetición. Esta idea ayuda a comprender por qué la insurgencia armada haya echado mano de Simón Bolívar, el mismo héroe del Partido Conservador, como su mito fundador, lo cual es profundamente contradictorio. El regreso a Bolívar como héroe epónimo de la guerrilla borra el esfuerzo de los historiadores de explicar la historia desde los procesos y las estructuras económicas, idea que introdujo Luis Eduardo Nieto Arteta en su obra, de orientación marxista, Economía y cultura en la historia de Colombia (1942).

Se trata de una historia oscilante de las ideas sobre la naturaleza humana, de la religión y la política, al igual que sobre las instituciones y la organización del Estado, así como de la naturaleza. La influencia de una idea no depende de sus certezas, y como se ha demostrado con las concepciones de la naturaleza, por ejemplo, grandes ideas de enorme influencia luego se demuestran equivocadas. Para que una idea influya no se requiere que sea correcta, como hemos vivido y pagado con sangre en la historia de Colombia.

*Historiador. Profesor de la Universidad Nacional de Colombia.

Noticias relacionadas