LIBIA
Indignación mundial por las subastas humanas en Libia
Los casos de subastas humanas en Libia, denunciados por CNN, encendieron las alarmas internacionales y despertaron la indignación mundial. La situación crítica del país norafricano vuelve a poner en evidencia las sistemáticas violaciones de derechos humanos de miles de migrantes que quieren llegar a Europa.
“Sí, me vendieron. En mi camino a Libia, me vendieron”, afirmó Victory para CNN Internacional, uno de los migrantes africanos que, en su intento por llegar a Europa, terminó subastado por contrabandistas libios para hacer trabajos forzados. El chocante testimonio hace parte de un reportaje especial de la cadena de noticias estadounidense que desde mediados de noviembre le ha dado la vuelta al mundo. En una de las escenas más impactantes, un contrabandista que habla en árabe y que no aparece en cámara vende a tres hombres negros después de describirlos como “fuertes y aptos para el trabajo en el campo”. La subasta concluye en 400 dólares por cabeza. La indignación explotó instantáneamente: ¿el flagelo de la venta de esclavos volvió en pleno siglo XXI?
Las protestas no dieron espera. Las embajadas de Libia en países africanos como Nigeria, Chad o Senegal se llenaron de manifestantes indignados por las imágenes de CNN. Sin embargo, París concentró las protestas más fuertes y enfurecidas, pues en la metrópoli vive una de las diásporas africanas más grandes de Europa.
Ante la presión y furia de los ciudadanos alrededor del mundo, los líderes políticos respondieron con rapidez y fuerza. Tanto el presidente francés, Emmanuel Macron, como Fayez Serraj, el primer ministro libio reconocido por la comunidad internacional, rechazaron los abusos de los migrantes en Libia y afirmaron que van a luchar contra dicho horror. De igual manera, Moussa Faki Mahamat, comisionado de la Unión Africana, manifestó que “con diálogo y unión, los países involucrados (africanos y europeos) no escatimarán esfuerzos para que estos actos terminen”.
Sin embargo, la situación exige urgentemente hechos, no palabras. Aunque el video de CNN logró poner el tema en el foco, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) denunció esta situación en abril de este año. En otras palabras: siete meses pasaron para que la comunidad internacional reaccionara. Y por tratarse de denuncias de esclavitud en pleno siglo XXI, la demora para actuar resulta incomprensible.
Para comprender cómo se llegó a esto, hay que tener en cuenta que Libia es el punto medio entre el África subsahariana (de donde provienen la mayoría de inmigrantes) y el destino final en Europa. Sin embargo, entrar a Libia es meterse a la boca del lobo; ante la ausencia de un Estado fuerte, los contrabandistas han acumulado tanto poder que pueden hacer con los migrantes lo que quieran: venderlos, prostituirlos… o matarlos.
Tierra de anarquía
Desde la muerte del dictador Muamar el Gadafi, en 2014, Libia quedó fraccionada. El gobierno de Trípoli (encabezado por Serraj y apoyado por Naciones Unidas) no ha logrado controlar la totalidad del territorio. En Bengasi, al oriente, el faquir Khalifa Haftar ha acumulado un poder total, y desconoce la autoridad de Serraj y sus aliados internacionales. Sin embargo, ni Trípoli ni Bengasi controlan el área más problemática: el sur, territorio dominado por la anarquía, donde los contrabandistas y líderes de las principales tribus permanecen intocables.
Por el sur del país entran miles de migrantes que han salido de sus países por miseria, guerra o persecución política. Los contrabandistas, a los que pagan cientos de dólares para guiarlos por el Sahara, los llevan hasta la costa norte, donde luego comienza el periplo mortal del mar Mediterráneo. Según la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), en los últimos 3 años 150.000 migrantes han atravesado el mar en pequeñas lanchas o barcos que zarpan desde Libia.
Pero no todos logran marcharse de ese país, sobre todo después de que el gobierno central se comprometió, por pedido de naciones europeas (Italia, Francia), a reforzar sus controles costeros y evitar la salida ilegal de migrantes. Dicho y hecho: tan solo en agosto, la llegada de ilegales a las costas italianas cayó 85 por ciento.
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Así, los migrantes que han vendido hasta sus casas para llegar a Europa quedaron atrapados en Libia a merced de la voluntad de los contrabandistas. Estos últimos, para seguir ganando dinero con su negocio ilegal, decidieron subastar a sus víctimas por sumas que rayan en lo absurdo: entre 300 y 400 dólares cada uno. Según el reporte de CNN, más o menos 102 subastas se llevan a cabo cada mes. Los hombres esclavos deben trabajar en el campo entre 2 y 3 meses, mientras las mujeres terminan explotadas en la prostitución. Todos deben ‘pagar’ su libertad, y tal como asegura un reporte de la OIM, además de trabajar sin salario, los migrantes deben llamar a sus familias y pedirles más dinero.
Las autoridades libias han identificado nueve puntos (aunque sospechan que hay muchos más) donde las subastas se llevan a cabo en pocos minutos, siempre de noche. Organizaciones que velan por los derechos humanos de los migrantes aseguran que muchos de los esclavos mueren de desnutrición en los lugares donde deben trabajar, e incluso en algunos casos terminan asesinados. Leonard Doyle, vocero jefe de la OIM en Génova, afirmó en un comunicado que los migrantes en Libia “se convierten en mercancía comprada, vendida y desechada cuando ya no tienen más valor”.
El ciclo eterno
Esta semana, Macron realizó su primera gira oficial por África. En Burkina Faso, lanzó una invitación continental para que todos los jóvenes africanos “se empoderen de su futuro”. Seguramente el plan inicial consistía en que Macron mantuviera su característico discurso centrado en la innovación y el emprendimiento, pero el escándalo de las subastas humanas creció como la espuma y la agenda cambió drásticamente.
Así, en la cumbre de la Unión Europea y la Unión Africana, con sede en Costa de Marfil, el presidente francés anunció que los dos continentes “lanzarán una concreta acción militar y policial para rescatar a los migrantes africanos esclavizados en Libia y arrestar a los traficantes humanos involucrados”. De igual manera, Macron afirmó que Francia, junto a otros países como Alemania, Chad y Níger, reforzarán una política que han ejecutado desde hace unos meses: repatriaciones en masa.
No todos concuerdan con Macron y su ambicioso plan. Joel Millman, oficial de comunicaciones de la OIM en Génova, asegura que la gravedad de la situación requiere otras medidas. “La migración no es un problema: es una realidad demográfica. Este tipo de medidas no reducirán las migraciones de los africanos subsaharianos. La idea debería enfocarse en lograr que migren con seguridad, es decir, crear un espacio de libre circulación para disminuir el riesgo de terminar esclavizado o torturado”, afirmó Millman a SEMANA.
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En contraste con esa propuesta, la estrategia conjunta euroafricana de repatriar a los migrantes varados en Libia no detendrá el fenómeno, pues la situación en sus países de origen ha llegado a puntos insostenibles. De igual manera, los contrabandistas no dejarán de buscar mil y una formas de seguir sacando provecho del anárquico territorio libio y de la desesperación de los migrantes. Si los controles policiales aumentan, los contrabandistas encontrarán la forma de evitarlos. Hasta que Libia no recupere su tranquilidad, estabilidad y seguridad, las violaciones de derechos humanos continuarán.
Lamentablemente, no hay señales de cambios estructurales a la vista. Por un lado, Libia tiene una fractura interna difícil de resolver, y ningún país europeo u organización internacional ha logrado un acuerdo entre las partes. Por el otro, países como Senegal, Costa de Marfil o Níger no logran ofrecer el nivel de bienestar necesario a sus ciudadanos, y por lo tanto el éxodo fluye sin freno. El reto en lo inmediato, tanto para Europa como para África, consiste en abolir, con los medios que sean necesarios, la esclavitud de cientos de ciudadanos africanos. Una vez más, ahora en pleno siglo XXI.