OPINIÓN

El terror de las superbacterias

La OMS entregó esta semana el primer reporte de su Sistema Global de vigilancia Antimicrobiana, que confirma el avance vertiginoso de infecciones resistentes a los antibióticos, que pronto serán la primera causa de muertes en el mundo.

Germán Manga
31 de enero de 2018

La Organización Mundial de la Salud entregó esta semana en Bangkok, una de las peores noticias que haya recibido la humanidad en los últimos tiempos: el primer reporte de su sistema Global de vigilancia Antimicrobiana (GLASS), que detectó 500.000 casos de infecciones antibiótico resistentes.

El estudio –uno de los más confiables y completos sobre el tema- confirma los sombríos pronósticos de otras organizaciones acerca de que estamos ante la mayor amenaza colectiva que enfrenta el planeta. De no encontrarle solución, la resistencia a los antimicrobianos, que ya produce más de 700.000 muertes al año en el mundo, matará en promedio a 10 millones de personas en el año 2050 y será la principal causa de muerte en el planeta según la organización británica AMR.

La situación es mucho más grave de lo que plantea el reporte que apenas cubre a 22 países que remitieron la información requerida y no incluye los casos registrados por la propia OMS de resistencia a la rifampicina, el fármaco más eficaz contra la tuberculosis, que pasan de 500.000.  

La introducción de los antibióticos en la primera mitad del siglo XX cambió la historia de la medicina y ha permitido desde entonces salvar millones de vidas en la lucha contra las infecciones y al hacer más seguros procedimientos como los trasplantes de órganos, cirugías con prótesis y/o catéteres vasculares, entre muchos otros. Gracias a los antibióticos se han logrado aumentos muy significativos de la esperanza de vida de la población mundial.

En 1945, en el discurso que pronunciara al recibir el Premio Nobel de Medicina –por descubrir la penicilina- el científico escocés Alexander Fleming dijo: “Existe el peligro de que un hombre ignorante pueda fácilmente aplicarse una dosis insuficiente de antibiótico, y, al exponer a los microbios a una cantidad no letal del medicamento, los haga resistentes”.  

Los hechos le dieron la razón y la amenaza se hizo visible en los últimos años. El consumo inmoderado o irresponsable de antibióticos generó resistencia por lo cual bacterias como E Coli, estafilococos, estreptococos, salmonella, vuelven a ser letales tan vertiginosamente que según la OMS amenazan con echar por tierra el impacto de todos los avances de la medicina moderna.

La industria alimenticia tiene enorme responsabilidad en el caso. Según el Consejo Internacional de Información Alimentaria, los animales consumen 80 por ciento de los antibióticos que se utilizan en países desarrollados y se los aplican para estimular crecimiento o para prevenir infecciones.

El reporte de Glass confirma que el problema de las resistencias trascendió el ámbito sanitario y que las formas más resistentes ya están en todo el mundo, aunque varían según la enfermedad. Afectan principalmente a los países más pobres y a las personas inmunodeprimidas, los bebés prematuros o los niños malnutridos.  Algunas de las infecciones más comunes y peligrosas se están volviendo resistentes a los fármacos –neumonías, gonorrea, tuberculosis-. El panorama es aún más complejo si se analiza desde la resistencia a los antimicrobianos que también abarca antivirales, antiparasitarios y fungicidas -VIH, malaria, gripa-. Crece exponencialmente el número de pacientes de todas esas enfermedades que ya no responden a los fármacos existentes, una especie de regreso al pasado, a los tiempos anteriores a los antibióticos y a los medicamentos de última generación.

El progreso de la resistencia bacteriana a los antibióticos es inevitable, pero se puede retrasar. La más sencilla y contundente, entre las posibles respuestas, es un menor y más adecuado uso (programas de optimización del uso de antibióticos PROA), fundamental en países como Colombia, donde todavía es fácil comprar antibióticos sin receta en las farmacias. Acciones sencillas, como el lavado de manos –en especial en el ámbito hospitalario-, tratamientos cortos y dosis óptimas, no suspender los tratamientos antes de tiempo, no auto prescribirse ni utilizar antibióticos en enfermedades virales –gripes o resfriados- logran contener el avance de superbacterias. El uso intensivo de antibióticos para proteger o hacer crecer animales se debe prohibir. Y es fundamental la monitorización de la resistencia a antibióticos a nivel local, nacional y supranacional.

La OMS reporta que el problema se agrava porque hay un importante rezago en la investigación para desarrollar nuevos antibióticos, ya que la industria farmacéutica invierte poco en este campo -poco rentable- respecto de otros donde explotan fármacos muy caros. Según AMR apenas hay 500 científicos en todo el mundo trabajando en el tema. Sin embargo, el informe ‘Benchmark de Resistencia a Antimicrobianos’, de la Fundación para el Acceso a los Medicamentos, divulgado durante la reciente cumbre de Davos, informa que ya están en fases avanzadas de desarrollo 28 antibióticos dirigidos a patógenos de “importancia crucial” en el fenómeno, según la lista de bacterias resistentes de la OMS.

En nuestro país el Ministerio de Salud, la Asociación Colombiana de Infectología (ACIN) y el Instituto Nacional de Salud (INS) promueven el uso adecuado de los antibióticos y ejercen vigilancia estricta en las más de 300 unidades de cuidados intensivos que hay en Colombia para evitar que la resistencia sea mayor. Falta camino para llegar a niveles aceptables de seguridad –y para vincular a Colombia con GLASS-. Nada es suficiente, por ahora, aquí ni en ninguna parte, para controlar la amenaza. En el mundo se presentan cada año 31 millones de casos de septicemias o infecciones mortales, por los cuales fallecen 6 millones de personas. Es fácil deducir cuánto empeorará ese panorama si se consolida el avance de las superbacterias.

@germanmanga

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