INTERNACIONAL
Mario Bravo, el nieto 119 de las Abuelas de Plaza de Mayo en Argentina
Se trata de uno de los pocos casos de bebés robados durante el régimen militar cuya madre, Sara, le dio a luz en cautiverio.
"Escuché tu llanto, me encapucharon y ya no te vi más", son las pocas palabras que Mario Bravo escuchó de Sara, su madre biológica, entre llantos y abrazos eternos, cuando se reencontró por primera vez con ella este martes. Después de 38 años.
Mario Bravo es el nieto número 119, el más reciente argentino en descubrir su identidad verdadera tras años de dudas y sospechas.
Como otros cientos de bebés que salieron en los años 70 del vientre de mujeres encarceladas por el régimen militar de las Juntas, Mario fue secuestrado y entregado después a otra familia, esta vez en la provincia de Santa Fe.
Pero el caso de este nieto de las Abuelas de Plaza de Mayo, la organización que lleva cuatro décadas buscando a los desaparecidos y a sus hijos, no es como la mayoría.
Mario Bravo es uno de los pocos afortunados en haber conocido en vida a su madre biológica, una mujer de 59 años de la provincia de Tucumán cuyo apellido no se ha hecho público.
Así se convirtió en el sexto nieto de la historia de la organización en recuperar una identidad y una madre con vida.
"Parezco un chico con juguete nuevo. Tengo ganas de salir a la ventana y contarlo", dice.
Mario trabaja para una empresa agrícola y planea seguir viviendo en el pequeño pueblo de Las Rosas, haciendo su vida de siempre. Aunque ahora con una familia agrandada.
No se han hecho públicos los detalles sobre el padre de Mario, aunque se sabe que Sara también es madre de dos mujeres, que viven en Tucumán, en el norte del país.
"Ahora tengo seis hermanos, sobrinos... y mucho gasto para Navidad", bromea el nieto recuperado.
"Tengo un grupo de Whatsaap que me hicieron mis sobrinos que se llama 'Bienvenido tío Mario'", cuenta acompañado de Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas, durante su presentación a los medios.
Mario Bravo es extrovertido y, a diferencia de otros nietos recuperados que a menudo se encuentran abrumados en sus primeras horas tras ser identificados, no duda en contar los pocos detalles que aún conoce sobre su vida como hijo de Sara.
Las dudas
Nunca lo habló con sus padres de crianza, que están ya muertos, pero hace tiempo que tenía sospechas sobre su verdadera identidad.
"No les guardo ningún rencor", dice sobre la pareja que le crio. "Su primera hija se había muerto seis meses antes de que yo llegara, fui como un regalo de la vida para ellos".
Como muchos otros recuperados, acudió a la organización de Abuelas de Plaza de Mayo cuando tenía dudas sobre su identidad.
En 2007 entregó una muestra de sangre para compararla en el banco de datos genéticos donde se registra la información de activistas víctimas de la Junta Militar argentina, que gobernó entre 1976 y 1983.
"Yo me encontraba a la noche revisando la página de Abuelas, mirando las caras de los desaparecidos a ver a quién era parecido. Decía ¿de quién seré? ¿De quién seré? Nunca me iba a imaginar que mi mamá seguía viva", cuenta.
"Somos iguales, en las facciones, en las cejas", le dice a BBC Mundo en una conversación con varios medios.
Ahora que lo sabe puede comenzar a reconstruir la historia que no pudo vivir.
Madre en la cárcel
En julio de 1975, al regresar de su trabajo en un hotel, de madrugada, fue interceptada por un auto en la puerta de su vivienda, explican las Abuelas de Plaza de Mayo.
"La llevaron a una comisaría, luego a la Jefatura de la Policía provincial y posteriormente a la Cárcel de Villa Urquiza, en donde permaneció en calidad de detenida-desaparecida y dio a luz en cautiverio, en la misma cárcel, entre mayo y junio de 1976. El bebé le fue arrebatado inmediatamente por un enfermero y Sara jamás lo volvió a ver".
En 2004 se puso por primera vez en contacto con la Secretaría de Derechos Humanos de Tucumán. Sin saberlo, su hijo biológico estaba emprendiendo una búsqueda paralela que duraría casi una década.
Y sin imaginarlo, los dos se fundirían en un abrazo que conmocionaría a Argentina el 1 de diciembre de 2015.
"Mi mamá me contó que me hablaba mucho en su panza, durante esos meses. Es una madre que me vio después de 38 años", dice Mario
"Y escuchó mi voz después de escuchar sólo un llanto", dice Mario.