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La IRA de las Farc

La captura de los tres irlandeses del IRA que visitaron el Caguán muestra hasta qué punto las Farc han entrado a la era de la globalización del crimen.

17 de septiembre de 2001

La aparente calma que mostraban los tres miembros del IRA detenidos por el Ejército el sábado 11 de agosto en el aeropuerto El Dorado de Bogotá se rompió al filo de la media noche cuando Martin McCauley gritó en inglés: “Me estoy muriendo, me estoy muriendo”. Los hombres que los interrogaban le preguntaron qué le pasaba. “Tengo un infarto, ayúdenme”, dijo el irlandés de 39 años. De inmediato lo subieron a una patrulla, que atravesó la carrera 68 rumbo al Hospital de Kennedy, un populoso sector del occidente de Bogotá. Allí estuvo seis horas en cama. Al final, en el amanecer del domingo, el médico diagnosticó: “Está bien, sólo está asustado”.

Al día siguiente las autoridades colombianas, con la información en sus manos enviada por sus colegas británicos sobre quiénes eran McCauley y James W. Monaghan, realizaron una rueda de prensa en el Ministerio de Defensa para informar sobre la inédita y explosiva relación Farc-IRA. Ese día dieron pocos datos sobre el tercer detenido, Niall Connolly, al reconocer que sus datos eran escasos aunque revelaron un detalle interesante: “Es el único que habla, y muy bien, el español”.

Ese conocimiento le sirvió a Connolly para desenvolverse como pez en el agua durante las cinco semanas que estuvieron en la zona de distensión, lugar donde se llevan a cabo las negociaciones de paz entre el gobierno colombiano y las Farc. Aunque la presencia de estos tres hombres provocó una tormenta en el proceso de paz que también se adelanta en Irlanda con el IRA, en Colombia el gobierno, hasta el cierre de esta edición, se mostraba aún parco en su reacción.

Y en realidad parece un asunto muy serio que con razón tiene preocupados a los dos gobiernos. La información confidencial de las autoridades colombianas mostraba que los tres detenidos no habían estado propiamente en una visita turística. ¿Pero qué es lo que dice esa información?

SEMANA tuvo acceso a los documentos confidenciales entregados por el Ejército a la Fiscalía, en los que se resume porqué capturaron a estos tres hombres. Esta historia empezó a finales de mayo cuando uno de los operadores que permanentemente monitorean las frecuencias para captar las conversaciones por radio entre los guerrilleros de las Farc escuchó una en la que se hablaba de un curso sobre atentados con explosivos que dictarían extranjeros y que se realizaría en La Macarena, uno de los cinco municipios del despeje. Según el reporte militar el curso sería para los comandantes de frente.

La información fue entregada a los generales Fernando Tapias y Jorge Enrique Mora, comandantes de las Fuerzas Militares y el Ejército, respectivamente, quienes convocaron a un grupo de sus hombres para diseñar un plan que permitiera capturar a los extranjeros. “No se nos pueden escapar”, les dijo el general Mora. “¿Qué pistas tenemos?”, preguntó uno de los hombres de inteligencia. “Son extranjeros, es lo único que hay”. Era como buscar una aguja en un pajar.

Las alarmas se activaron en todos los aeropuertos del país y en los principales puntos de acceso de la frontera con Venezuela. “Pensábamos que tendrían acento español porque imaginábamos que podrían ser de ETA”.

A principios de junio se les estaba haciendo seguimiento a 80 extranjeros que entraron al país y que mostraban un comportamiento sospechoso. “Es decir, aquellos que llegaban al aeropuerto y que luego se encerraban en el hotel, no salían a visitar la ciudad ni a hacer negocios ni a pasear”.

Dentro de este grupo estaban Martin McCauley y James W. Monaghan, de nacionalidad irlandesa, quienes habían entrado el 30 de junio a Colombia procedentes de París en un vuelo de Air France. Los dos se registraron con los pasaportes británicos a nombre de John Joseph Kelly y Edward Joseph Campbell, respectivamente. Llamaron la atención de las autoridades porque su equipaje sólo consistía en dos mudas de ropa en un morral y un pequeño maletín de mano. Un equipaje un tanto extraño para dos personas en viaje internacional. Ambos se hospedaron en un exclusivo hotel de Bogotá. Allí estuvieron hasta el 2 de julio, cuando se trasladaron a otro hotel de igual categoría. En la mañana del 3 de julio salieron para el aeropuerto internacional El Dorado donde, para sorpresa de los agentes que los seguían, se encontraron con Niall Connolly, el hombre que se desenvolvía en perfecto español.

El grupo partió rumbo a San Vicente del Caguán en un vuelo comercial de la empresa Satena. Según los informes de inteligencia del Ejército, al llegar allí fueron recogidos por un carro que los llevó a Los Pozos, a una hora del casco urbano de San Vicente y sede de los diálogos con el gobierno.

Desde allí, según el informe de inteligencia, se desplazaron en una camioneta conducida por un guerrillero de las Farc, durante cinco horas por la carretera destapada que conduce al municipio de La Macarena. Allí estuvieron las cinco semanas siguientes en un campamento de las Farc donde además opera una escuela de instrucción militar de la guerrilla llamada ‘Isaías Pardo’. En los primeros días del curso estuvieron los comandantes Jorge Briceño, ‘Mono Jojoy’, junto a su hermano Germán Briceño, ‘Grannobles’, y Tomás Medina Caracas, alias ‘El negro Acacio’. Martín Villa, uno de los jefes históricos de las Farc, y ‘Marco Aurelio Buendía’, quien oficiaba como profesor, estuvieron siempre en el intercambio de información con los irlandeses.

Los tres extranjeros salieron el sábado 11 de agosto de San Vicente del Caguán en un vuelo que hizo escala en Neiva y que luego siguió a Bogotá. Las autoridades estaban alertadas con el santo y seña: “Ahí van los monos”. Por eso montaron operativos en la capital del Huila y en El Dorado para interceptarlos. Sin embargo en la primera ciudad ni siquiera se bajaron del avión. En Bogotá los esperaban los hombres del Ejército, que les pidieron la documentación. “Somos periodistas”, dijeron ellos. “¿Dónde están sus carnés?”. No hubo respuesta. La calma sólo fue rota cuando Martin McCauley gritó temeroso porque sentía que le estaba dando un infarto.

De inmediato se les decomisaron sus prendas, que fueron enviadas a un laboratorio para hacerles pruebas de absorción atómica. El resultado mostró partículas de cinco explosivos: nitro, tetril, HMX, DNT y nitrato de amonio. Este último es el único comercial. Los demás se consiguen en el mercado negro. Además, por razones aún no muy explicables, las autoridades aseguran que el examen reportó partículas de cocaína. Posteriormente la Fiscalía hizo las mismas pruebas y el resultado fue idéntico.

Mientras los tres hombres rendían indagatoria en la Fiscalía General, que definirá su futuro legal, tanto en Colombia como en el Reino Unido se sumaron varios interrogantes. ¿Quiénes son estos hombres? ¿Son militantes activos del IRA o mercenarios independientes? Si son del IRA Provisional, ¿qué efectos va a tener esta relación con las Farc sobre los respectivos procesos de paz?

Los más influyentes diarios británicos han coincidido en señalar que los tres hacen parte activa del IRA (ver recuadro). El diario The Times escribió: “El equipo de tres hombres arrestado en Bogotá era una delegación de alto nivel enviada a intercambiar información sobre las técnicas de fabricación de bombas”.

Y el experto en el IRA James Dingley, de la Universidad de Ulster, consultado por SEMANA desde Londres, aseguró que “no cabe duda de que los terroristas detenidos hacen parte del más alto nivel en el IRA”.

Los medios de comunicación londinenses acusaron a uno de los irlandeses, Monaghan, de ser el responsable del desarrollo del armamento de gran potencia dentro de la organización. Esto es bombas mortero y lanzador de proyectiles. No obstante, su expediente judicial sólo registra una detención hace 30 años en Dublín bajo el cargo de posesión de explosivos, conspiración y daño criminal. De McCauley, un semanario de Dublín descubrió que lleva más de 10 años perfeccionando un lanzador de proyectiles casero. Sus antecedentes criminales tampoco son recientes: cuando tenía 23 años —hace 16— fue condenado por uso ilegal de armas de fuego, con pena de prisión suspendida.

En Irlanda se considera que la presencia de los tres en Colombia no es un hecho aislado. “El episodio es el resultado de un convenio estratégico entre los dos grupos”, dijo el profesor Dingley, quien también destacó que es tradicional del IRA estar en búsqueda de nuevos aliados que les proporcionen principalmente armas y dinero.

En los años 80 el IRA estrechó sus vínculos con la organización separatista ETA y con Libia. Posteriormente, durante la guerra de los Balcanes, hizo contactos con líderes serbios. El pasado mes de julio fue decomisado un cargamento de armas que iba dirigido al Real IRA —la facción que no entró en los diálogos de paz— en Croacia. Igualmente en 1999 fueron hallados en Dublín armas y explosivos que habían sido vendidos por un general croata.

Sin embargo sus intenciones no se han quedado sólo en el comercio de armas sino que han llegado al de la droga. En diálogo con SEMANA Michael Evans, analista de defensa de The Times, afirmó: “Desde hace un tiempo se sospecha que el IRA esté involucrado con el tráfico de droga en Irlanda”.

Hipótesis que encuentra sustento en la afirmación de The Daily Telegraph, según la cual hay miembros del IRA detenidos en la Florida. Entre ellos menciona a Robert Flint, quien según el diario británico está vinculado al negocio del narcotráfico. Por eso el mismo diario señala que existe “la conexión Colombia” para el intercambio de armas y drogas.



La otra globalizacion

No es claro aún si los irlandeses fueron al Caguán para entrenar a los guerrilleros de las Farc en manejo de explosivos y mejorar en el diseño de los cilindros de gas y oxígeno con miras a perfeccionar su capacidad para arremeter en las ciudades —como lo aseveran las informaciones militares. O si además estuvieron allí de ‘negocios’ de intercambio de armas por coca o consiguiendo un nuevo proveedor para llevar droga a Irlanda. O inclusive, como lo aseguraron fuentes de seguridad irlandesas citadas en el Sunday Telegraph si, de paso, estaban aprendiéndoles a sus pares colombianos “el manejo de nuevos explosivos más mortíferos y potentes aún que el Semtex” que ha usado el IRA tradicionalmente.

Si existe una relación entre las dos organizaciones, como en efecto parece ser (y no es que las Farc contrataron mercenarios ), se trata de una señal contundente de que la globalización del crimen ha tocado a Colombia.

Este fenómeno más reciente es de naturaleza distinta a las conexiones solidarias que tradicionalmente tenían organizaciones ilegales, entre ellas o con los gobiernos marxistas, en su guerra ideológica común contra el capitalismo.

Como lo explicó el entonces coordinador de actividades antiterroristas del Departamento de Estado de Estados Unidos, Michael Sheehan, en una reciente audiencia del Congreso de ese país sobre el tema, “los Estados ya casi no financian el terrorismo internacional y por ello los terroristas han tenido que buscar fuentes alternativas de financiación, incluyendo crimen organizado y producción y tráfico de narcóticos”. Y otro experto en la materia, Raphael Perl, dijo en la misma audiencia que debido a la globalización de los mercados había surgido “una relación superpuesta, simbiótica, entre narcotráfico, terrorismo y crimen organizado”.

Todas las hipótesis alrededor de la presencia de los integrantes del IRA —en tanto representen a su organización— en el Caguán coinciden en confirmar la globalización de las Farc en materia de crimen.

Resulta paradójico —y desalentador— que esto suceda justo cuando se pensaba que quizás el único logro del proceso de paz iniciado por el gobierno de Andrés Pastrana era la internacionalización de la solución del conflicto porque ella iría, tarde o temprano, a sensibilizar a las partes (y entre éstas a las Farc) frente a objetivos universales como respetar los derechos de los niños y no reclutarlos para la guerra o no violentar a la población civil.

Pero no. Las Farc han violado lo inviolable, han secuestrado y asesinado a miembros de organizaciones no gubernamentales y han terminado por descalificar hasta a organizaciones defensoras de los derechos humanos que por décadas han denunciado los abusos de sus mortales enemigos. Esa reticencia a entrar en la globalización de los mejores valores humanos contrasta con la facilidad con que parecen estar acogiéndose a la globalización del crimen, como lo indicaría el episodio del IRA.