DISCURSO
Los 10 mensajes clave del discurso de Santos
Semana.com analiza las palabras del primer mandatario en el pronunciamiento más importante de su carrera política. El himno nacional, Gabo y Voltaire fueron algunos de sus recursos para este día.
1. “¡Oh gloria inmarcesible! ¡Oh júbilo inmortal! (…) En surcos de dolores, el bien germina ya. (…) En surcos de dolores… ¡LA PAZ GERMINA YA!”.
Aludir al himno nacional es un lugar común en el discurso político. Pero la motivación de Santos es clara. Más allá de los debates que han generado su texto y su extensión en pequeños círculos intelectuales a lo largo de los años, la composición del expresidente Rafael Núñez con la música del italiano Oreste Sindici es quizá uno de los temas que más profundamente toca y une a los colombianos. Todos los días suena en radio y televisión, y en momentos de emoción colectiva, como un partido de fútbol o un triunfo memorable, genera sentimientos positivos en una sociedad que más bien tiende a redundar en la división y la confrontación. Un último dato: cuando entregaron las armas en marzo de 1990, los combatientes desmovilizados del M-19 entonaron el himno como un símbolo de paz. Santos no solo lo usó para abrir su discurso, también para proclamar, en el cierre, que cesó la horrible noche de la violencia.
2. “Hemos vivido, hemos sufrido, por 52 años, un conflicto armado entre hijos de una misma nación”.
Esta ha sido una frase recurrente en los discursos de Santos sobre la paz a lo largo de los últimos años. Los medios internacionales la citaron con especial énfasis después de su pronunciamiento tras la firma del Acuerdo en La Habana el pasado 24 de agosto. Sin embargo, vale la pena recordar que también expuso la idea el 22 mayo de 2015, cuando el proceso de paz sufría una de sus peores crisis. Ese día, después de dar un informe sobre 26 guerrilleros abatidos en combates con el Ejército, dijo: “Y a pesar de tratarse del enemigo en esta guerra, también nos debe conmover a todos los colombianos el dolor de las familias de los guerrilleros muertos: somos todos hijos de una misma nación”.
3. “Pero voy más allá: han sido casi 70 años de violencia política, desde el magnicidio de Gaitán, desde cuando los colombianos nos enfrentábamos siguiendo una bandera roja o una bandera azul”.
Al hacer énfasis en que la violencia en Colombia ha durado casi siete décadas, Santos no se limita a fijar el comienzo del conflicto con la creación de las Farc en 1964, sino que se remonta directamente al asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948. El mensaje es clave pues refleja la posición de buena parte de los historiadores que siempre han recalcado la importancia de ver la historia de la violencia en Colombia como un continuo. En su libro Violencia pública en Colombia, el académico Marco Palacio recuerda que la no superación de la oleada de violencia bipartidista de los años cincuenta dio pie a algunas de las condiciones del conflicto actual.
4. “Hoy Colombia y la comunidad internacional –representada por sus más altos dignatarios– saludan el acuerdo de paz como la mejor noticia en medio de un mundo convulsionado por la guerra, los conflictos, la intolerancia y el terrorismo”.
Santos ha estado casado con esta idea por lo menos desde 2014, cuando la expresó por primera vez ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. El dato no solo es bastante realista, sino que también ha tenido un efecto estratégico para el interés del mandatario de ganarse el apoyo de la comunidad internacional. El mandato fundacional de las Naciones Unidas es procurar la paz en el mundo, una meta a la cual su secretario general Ban Ki-moon no ha logrado siquiera acercarse en el transcurso de los últimos diez años. Si se piensa en las atrocidades que han tenido lugar en Siria en los últimos años, la sensación es justamente la contraria: el mundo parece más violento hoy que antes. Por esta razón, el columnista de SEMANA Antonio Caballero escribió el pasado domingo: “Por eso el aplauso que provocó en Nueva York el anuncio de Santos sobre el fin de la guerra en Colombia es comprensible: es casi la única vez que se ha presentado la ocasión de aplaudir una paz”. La exaltación del entorno internacional también cumple el propósito estratégico de intentar trasladar el amplio e innegable apoyo del mundo al acuerdo final al ámbito local, bastante más polarizado, de cara al plebiscito del 2 de octubre.
5. “Cartagena fue conocida por resistir la guerra y el asedio, y se ganó el apelativo de Ciudad Heroica. A partir de ahora será recordada como el lugar donde se firmó el acuerdo de paz más importante en la historia reciente de Colombia, y será por eso –también– ¡la Ciudad de la Paz!”.
Cartagena ha sido la ciudad consentida de Santos durante sus dos periodos. Basta recordar que con apenas un año y medio en el poder, el presidente organizó allí la Cumbre de las Américas y se anotó un éxito al contar con la presencia del presidente de Estados Unidos, Barack Obama. La Ciudad Heroica también será sede el próximo mes de la Cumbre Iberoamericana, que convoca a una decena de jefes de Estado. Los cancilleres ya han comenzado a apodar la cita como “la cumbre de la paz”.
6. “Gabo –el gran ausente en este día–, que fue artífice en la sombra de muchos intentos y procesos de paz, no alcanzó a estar acá para vivir este momento, en su Cartagena querida, donde reposan sus cenizas. Pero debe estar feliz, viendo volar sus mariposas amarillas en la Colombia que él soñó, nuestra Colombia que alcanza –por fin–, como él dijo…“una segunda oportunidad sobre la tierra”.
Una de las frases de Gabo más recordadas en los últimos días, la pronunció él en 2005 y tenía que ver con sus esfuerzos por la paz: “Llevo conspirando por la paz en Colombia casi desde que nací”. Por esto, el reconocimiento de Santos al nobel es apenas merecido. Durante su vida, García Márquez intervino en numerosas ocasiones a favor de una paz negociada. La mayoría de las veces, lo hizo en silencio y con el único interés de que Colombia saliera de la guerra. Fue facilitador y garante de los acercamientos de siete presidentes colombianos a las Farc, el ELN y el M-19. Su amistad con el líder cubano Fidel Castro y su independencia política le permitieron ganar credibilidad y confianza ante la insurgencia. No en vano, el expresidente español Felipe González se refirió a él durante un encuentro hace pocos días en Bogotá: “¿Se imaginan lo que Gabo estaría disfrutando?”.
7. “Lo que firmamos hoy –luego de años de negociaciones serias, discretas, difíciles– es algo más que el acuerdo entre un gobierno y una guerrilla para terminar un conflicto armado”.
La referencia a la dificultad de las negociaciones no es pura vanidad, sino un trofeo que Santos y la comisión negociadora del gobierno pueden levantar con confianza. Desde el principio de las negociaciones, el mandatario dejó claro que un proceso de paz solo era viable si cumplía tres requisitos: 1) aprender de los errores del pasado; 2) lograr el fin del conflicto, y 3) no ceder un solo milímetro del territorio nacional. Haber conseguido esto en cuatro años es un logro, si se considera que en otras partes del mundo ha costado a veces más tiempo o incluso más concesiones a la contraparte.
8. “Hoy quiero –en este contexto de apertura de la paz– hacer un homenaje sincero, desde el fondo del corazón, a todos los héroes de las Fuerzas Armadas de nuestro país, que han combatido con honor para defender la tranquilidad y seguridad de los colombianos”.
Reconocer la labor de las Fuerzas Armadas no solo le ha convenido siempre a Santos en su esfuerzo por lograr una unidad del Estado en torno al proceso de paz, sino también para reforzar dos ideas. La primera tiene que ver con la noción de que el acuerdo con las Farc solo se logró tras más de una década de operativos militares contra esta. Una década en la que, dicho sea de paso, el propio Santos fue uno de los ministros de Defensa que asestó los más duros golpes a la insurgencia, como a él mismo le gusta recordarlo. La segunda surge de la necesidad de explicar que el fin de la guerra también les conviene a los militares, puesto que dejarán de aportar a las estadísticas de muertos y heridos.
9. “Señor Rodrigo Londoño y miembros de las Farc (…) cambiar las balas por los votos (…) es la decisión más valiente e inteligente que puede tomar cualquier grupo subversivo (…). Defenderé con toda la determinación su derecho a expresar sus ideas dentro del régimen democrático”.
La referencia a Timochenko por su nombre original es completamente novedosa en el discurso de Santos y permite un vistazo de lo que serán los esfuerzos del gobierno por ambientar la reconciliación con los guerrilleros en el posconflicto. Ya en su discurso tras la firma en La Habana en agosto, el jefe negociador Humberto de la Calle había llamado “mi estimado Iván” a Iván Márquez, su contraparte de la guerrilla. La actitud de Santos corresponde al mensaje nuclear de los acuerdos: no son una derrota del Estado, sino una victoria de la democracia. No extraña que al final de sus palabras sobre las Farc haya parafraseado al filósofo francés Voltaire, a quien se le atribuye la famosa frase: “No estoy de acuerdo con tus ideas, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a expresarlas”.
10. “Hace unos días vimos –impactados– cómo los familiares de los diputados del Valle del Cauca asesinados se encontraron con miembros de las Farc en La Habana. En ese evento, Pablo Catatumbo reconoció que había sido ‘el episodio más vergonzoso’, y Fabiola Perdomo –viuda de uno de los diputados– dijo que estas palabras no solo las liberaban a ella y a su hija, sino que también liberaban el alma de su esposo. ¡Esa es la liberación que da el perdón!”.
Con la referencia al perdón, Santos pone, una vez más, a las víctimas en el centro del Acuerdo. La participación de estas en el proceso ha sido fundamental para su éxito, pues sin su apoyo habría sido imposible legitimar ante la sociedad el resultado, con todas las críticas y los denominados ‘sapos’ que contiene. En especial, el punto 5 del Acuerdo surgió de los esfuerzos del gobierno por incluir a 60 víctimas y de la voluntad de estas de impulsar las negociaciones. El énfasis del presidente en el perdón apunta a uno de los desafíos más grandes que se le avecinan a la sociedad: exigir responsabilidad, conseguir la verdad y así lograr perdonar.