ENTREVISTA

“Colombia necesita abrazar su humanidad”: Martha Nussbaum

La filósofa estadounidense, una de las mentes más influyentes de las últimas décadas, habló sobre la importancia del pensamiento para construir una nación y sobre su admiración por Colombia.

Camilo Jiménez Santofimio*
24 de septiembre de 2016
Martha Nussbaum

Por Camilo Jiménez Santofimio* 

SEMANA: Muchos describen lo que vive Colombia hoy como un “momento histórico”. ¿Usted, que conoce muy bien la historia, qué piensa en general de los momentos históricos?

MARTHA NUSSBAUM: Son valiosos cuando llevan a las personas a una pausa en sus afanes cotidianos, a pensar y a deliberar. Los momentos históricos consisten en construir un futuro y en formar el tipo de consensos y de pensamiento necesarios para consolidar a una nación. Pero son perjudiciales si hacen a las personas pensar: ‘Listo, esto se acabó’. Esto último puede inhibir el pensamiento real y provocar una complacencia narcisista en cualquier sociedad.

SEMANA: Si mira hacia atrás, ¿siente que los miembros de una sociedad, durante sus vidas, logran entender el valor de la historia?

M.N.: Con frecuencia no lo hacen. ¿Cómo hacerlo si, ante el peso de la historia, mucha gente suele tener la actitud de pensar que los eventos históricos acaban con los problemas? Solo cuando las personas entienden que ellas mismas deben construir un futuro se ponen a trabajar.
SEMANA: Explique mejor esto último.

M.N.: Un musical de Broadway titulado Hamilton lo muestra con claridad. Cuando Alexander Hamilton y otros patriotas se alistan a celebrar la victoria sobre los británicos, George Washington sabiamente los reprende: “Ganar es fácil; gobernar, difícil”. Si alguien piensa que el significado de un momento es el triunfo inmediato, pierde la oportunidad que ofrece el momento.

SEMANA: Cuando el gobierno y las Farc firmaron el acuerdo en La Habana, usted les escribió una carta a los colombianos en la que predijo “muchas incertidumbres”. ¿Qué significa la incertidumbre en los ojos de una filósofa?

M.N.: Una oportunidad. Reconocer que uno tiene dudas es estar preparado a rechazar la complacencia. La incertidumbre es el comienzo del verdadero pensamiento.

SEMANA: ¿Ha existido alguna vez una sociedad incapaz de aceptar una transformación histórica?

M.N.: No. Pero hay sociedades transformadas en las que las cosas parecen tomar reversa. India, mi querido segundo país, es hoy gobernada por el mismo movimiento que asesinó a Gandhi. El asesino de Gandhi, Nathuram Godse, ofreció durante su sentencia un discurso de 150 páginas para justificarse y dijo que odiaba a Gandhi por haber incluido a los musulmanes en la nación y por haber rechazado la violencia. Estaba convencido de que estas cosas minaban el vigor de la masculinidad india, e incluso insistió en que lo condenaran a muerte. Dijo que quería demostrar que, “a través mío, la no violencia de Gandhi será colgada en la horca”.

SEMANA: En un país que ha estado durante décadas en una guerra, el perdón pueden ser un concepto abstracto. ¿Cómo recomienda entenderlo para construir liderazgo?

M.N.: Los políticos y los líderes de opinión son seres humanos, y yo creo que toda persona que creció en una familia ha tenido la experiencia del perdón y la reconciliación, incluso si es una familia difícil. También la religión aporta a enseñar el perdón. El líder de los derechos civiles de los negros en Estados Unidos Martin Luther King Jr. fue capaz de conformar su movimiento no violento porque la gente que lo rodeó ya había asumido esa actitud desde las iglesias. En Carolina del Sur, cuando un supremacista blanco mató a varias personas en una iglesia de negros, los miembros de esa iglesia mostraron de inmediato una asombrosa disposición a perdonar. No porque lo hubieran improvisado, sino porque por mucho tiempo habían meditado sobre estas preguntas. La política, la buena política, no surge de la nada.

SEMANA: Pero su propio país, Estados Unidos, no ha logrado superar completamente los problemas que heredó de ese conflicto.

M.N.: La historia de la fundación de Estados Unidos puede ser contada de muchas maneras. Una es la de unos inmigrantes “harapientos y hambrientos” que se alzaron contra el poder colonial. Y esa historia es verdadera. Pero, al ver la realidad, justo ahí aparece otra historia: la de quienes fueron dejados por fuera de la historia fundacional: los afroamericanos, los latinos y los asiáticos. Estados Unidos ha avanzado en muchas luchas contra la exclusión y el estigma, pero la segregación racial permanece vigente, a pesar de los esfuerzos para contrarrestarla. Aquí hay una lección para cualquier sociedad que quiere salir de un conflicto: cuando el grupo dominante piensa que el grupo excluido es casi animal, sórdido y contaminante, a largo plazo la cohesión social resulta imposible.

SEMANA: ¿Cuál es el legado más pernicioso que una sociedad recibe cuando sale de la guerra?

M.N.: El espíritu de venganza, que actúa como un veneno. En cualquier relación humana hay problemas, debido a acciones hirientes o malvadas. Pero ideas como ‘me han hecho mal, ahora me vengaré’ o ‘voy a hacerlo pagar’ son totalmente contraproducentes. Cuando alguien se obsesiona con el pasado, deja de pensar, es incapaz de confrontar los problemas de manera profunda y no avanza. El juego de culpar al otro es interminable y no aporta al progreso.

SEMANA: ¿Cómo entiende usted el concepto de la reconciliación?

M.N.: La reconciliación exige dos cosas. Primero, responsabilidad. Una sociedad debe llegar a un consenso amplio para hacer una declaración de los valores que quiere defender. Solo así es posible saber qué está mal y qué es inaceptable. El llamado a la responsabilidad es esencial para la confianza. Pero, luego, la reconciliación también exige un espíritu de amor, un ánimo de querer avanzar. No quiero decir que usted tenga que empezar a querer a la gente. Más bien, que debe abrazar su humanidad y convencerse de que todos los seres humanos son iguales.

SEMANA: En términos más generales, ¿en este momento qué tiene el pensamiento filosófico para ofrecerle a Colombia?

M.N.: Mucho más de lo que se cree. No olvide que los líderes políticos siempre han acudido a la filosofía. Séneca y Marco Aurelio fueron filósofos, pero incluso quienes no lo han sido han leído y pensado. La filosofía influyó en Gandhi, Nelson Mandela y Martin Luther King Jr. A este último me atrevería incluso a llamarlo un filósofo popular, y de Mandela sabemos que leía a Marco Aurelio cuando estaba en prisión en Robben Island. Pero no siempre es necesario que un individuo sobresalga para que la filosofía entre a la vida pública. Las ideas de la filosofía han influenciado a las agencias internacionales y a los gobiernos a la hora de medir el bienestar. Y sin embargo, pienso que si los filósofos quieren tener alguna influencia deben hablar de una manera que cualquier persona pueda entender. Sócrates y Platón lo supieron. Los filósofos de hoy, en cambio, no reflexionan acerca de esto lo suficiente.

SEMANA: ¿Cree que el pensamiento puede ayudar a superar el dolor?

M.N.: Este es un punto en que la filosofía necesita la ayuda de la poesía, la música y el arte. Martin Luther King Jr. fue un escritor poético, pero recurrió también a la música afroamericana para darle firmeza a su movimiento. Gandhi les pedía a quienes marchaban con él cantar las canciones del poeta Rabindranath Tagore. Cada movimiento necesita poesía y un uso del arte visual, la música y la danza. Ir a ver un musical, a veces, resulta mejor que asistir a una clase de filosofía. Pero hay arte que nutre actitudes equivocadas, por lo cual los principios de la filosofía necesitan ser siempre guías.

SEMANA: ¿Por qué ha pensado tanto en Colombia durante estos días?

M.N.: Yo por mucho tiempo recibí invitaciones de Colombia, pero como no conocía a nadie no sabía cuáles tomar. Luego, gracias a un alumno colombiano de doctorado que me habló del país, acepté una invitación de la Universidad de Antioquia. Cuando llegué, quedé impresionada por la calidad de la facultad y por los estudiantes, así como por la labor interdisciplinaria del Parque Explora y por los proyectos de nueva vivienda que fortalecen lo que yo llamo “las capacidades humanas”. También me encantó el humor, la energía y el espíritu de la gente que conocí. Discutí con Sergio Fajardo ante 500 personas y me impresionó encontrar a un político interesado en la filosofía y capaz de mantener una discusión profunda, rica y gratificante sobre asuntos éticos. En otras palabras, llegué a Colombia esperando encontrar algo similar al pobre debate público en Estados Unidos. Pero no fue así. Mi paso por su país me dejó una profunda impresión, y les deseo, de corazón, lo mejor.

Fotografía por: Robin Holland/robinholland.com

*Editor Revista Semana