LIBRO
La pelea de Daniel Ortega con su hermano
Luego de luchar juntos en la Revolución sandinista que triunfó hace 40 años, el presidente de Nicaragua y su hermano, Humberto Ortega, se convirtieron en enemigos. Un libro cuenta por qué.
Los hombres del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) entraron a Managua, Nicaragua, el 19 de julio de 1979, luego de la huida del dictador Anastasio Somoza Debayle. Y entre los dirigentes guerrilleros estaban, muy unidos, Humberto y Daniel Ortega.
Los dos hermanos, hijos de una familia de clase media, evangélica y de izquierda, entraron a la lucha armada desde muy jóvenes. Y se habían ganado un lugar entre los dirigentes de la guerrilla, que en ese momento ilusionaba a los nicaragüenses con un nuevo comienzo.
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Pero hoy, 40 años después, las cosas son muy distintas: Daniel regresó al poder en 2007, y actúa como lo hacían hace unas décadas los Somoza a quienes combatió. Y su hermano Humberto, quien en algún momento fue su ministro de Defensa, ahora es uno de sus grandes críticos.
El preso 198, un libro del periodista nicaragüense Fabián Medina, cuenta cómo llegaron hasta ese punto. Narra la forma como la experiencia en la cárcel moldeó el carácter de Daniel Ortega, pero también se enfoca en parte de la historia familiar del hoy presidente.
El propio Humberto propuso darle el poder a su hermano con el argumento de que era el menos peligroso de todos.
Aunque era el mayor de los dos, Daniel era flaco, miope y torpe. En cambio, Humberto se destacó en la milicia y llegó a ser el líder de uno de los movimientos que conformaban el FSLN.
Sin embargo, a la hora de escoger a los dirigentes políticos, luego del triunfo de la revolución, varios de los mandatarios decidieron evitar las divisiones que asomaban en la guerrilla y escoger a alguien que no generara envidias ni odios.
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El propio Humberto propuso a su hermano, quien creció en el grupo a su sombra, con el argumento de que era el menos peligroso de todos. “Como no sabía hablar y no era carismático, nos vendió la idea de que no era alguien que pudiera hacerse con el poder absoluto”, le contó años después a la BBC el escritor Sergio Ramírez, quien formó parte del movimiento.
Pero con el tiempo quedó claro que Humberto estaba equivocado. Al comienzo, con Daniel en la Presidencia y Humberto al frente del Ejército, los sandinistas tuvieron que luchar con los Contras, un grupo de derecha armado por Washington para derrocarlos. En ese contexto, el hoy presidente comenzó a amasar cada vez más poder y a deshacerse de sus adversarios en la colectividad.
Su peor momento, no obstante, vino cuando los sandinistas perdieron el poder en las urnas, en 1990, a manos de Violeta Barrios de Chamorro. La pugna se intensificó en el momento en que Humberto decidió seguir al frente del Ejército en el nuevo Gobierno.
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Con un partido dividido y líderes que abandonaban el barco, Ortega quedó como el gran jefe. Y luego, cuando volvió a ganar el poder, en 2007, ya se había convertido en un prospecto de dictador. Los hermanos se distanciaron con las purgas en el sandinismo, con la radicalización de Daniel y con el poder que asumió Rosario Murillo, la primera dama, a quien el menor de los Ortega no soporta.
Desde entonces no volvieron a dirigirse la palabra y la última vez que los vieron juntos protagonizaron una bochornosa pelea frente al féretro de su mamá. No faltó quien hiciera notar lo paradójico del hecho de que los antes inseparables hermanos terminaran enfrentados por culpa del poder que alguna vez lucharon por ejercer juntos.