YOGA
El redondo negocio del yoga
La práctica del yoga no solo es una moda sino un negocio que le saca jugo al creciente número de personas que quieren usarlo por motivos espirituales, medicinales y estéticos.
Flor de loto, el guerrero, el puente o la luna creciente no son palabras sueltas o parte de un poema; son algunas de las posturas que adoptan los practicantes de yoga, que cada vez son más en el país. Bien sea por moda, por la tendencia hacia la espiritualidad, la nueva era, por adelgazar, para combatir el estrés o por salud, esta disciplina india tiene millones de adeptos en el mundo y los colombianos no son la excepción.
Y como toda demanda genera una oferta, el yoga también se ha convertido en una alternativa de negocios para personas que ven allí una oportunidad de popularizar esta práctica, al tiempo que generan ingresos.
Una de ellas es Laura Álvarez, quien hace once años trajo al país la franquicia catalana Happy Yoga y hoy ya tiene tres estudios en Bogotá, uno en Chía, uno en Medellín y dos en Cali. “Comencé con la idea de crear una escuela de yoga, pues había pocas en el país y además no duraban mucho tiempo en el mercado. Al principio teníamos entre 15 y 20 personas al año que querían ser profesores, hoy son 70. Con mi socia no hemos buscado expandirnos, sino que las personas nos proponen abrir nuevos puntos”, explica y agrega que tienen propuestas para abrir en Pasto y Cartagena.
Gustavo Cavacini, uno de los cuatro socios de Natural Yoga, comenta que comenzaron hace cinco años y medio con un estudio en la calle 85 de Bogotá y luego se expandieron con un segundo estudio en el barrio Colina Campestre, también en Bogotá, y después un tercero en Teusaquillo, pero este lo cerraron, pues admite que no hicieron suficientes estudios de mercado.
“Este es un negocio que funciona mejor en zonas residenciales que en zonas de oficinas, pues la gente practica yoga antes o después de salir de la oficina y es más práctico si les queda cerca de sus casas”, aclara Cavacini.
Mariaximena Garavito, directora de Yoga Space, estudio que también tiene dos sedes en Bogotá, dice que en su caso el plan es volver esta práctica más accesible a los diferentes niveles socioeconómicos, pues está concentrado en barrios de estrato 6.
Si bien quienes practican yoga no deben incurrir en mayores gastos (el tapete se consigue desde $49.000 en grandes superficies) y no necesitan una indumentaria especial, las clases son más costosas, si se comparan, por ejemplo, con un gimnasio. Una hora puede costar desde $20.000 en adelante, dependiendo del tipo de yoga que practiquen y de las instalaciones, pues si los salones son climatizados para que el ambiente esté caliente, sube la tarifa.
Por prescripción
El creciente número de celebridades que practican yoga ha ayudado a popularizar esta práctica que, según cálculos de Newsweek, genera unos US$80.000 millones en el mundo. Sin embargo, existe otro propulsor para esta disciplina y es cuando se recomienda por prescripción médica, bien sea para combatir el estrés o por tema de malas posturas, que producen dolores musculares, así como para la recuperación tras cirugías o traumas.
Esto hace que la demanda por estudios de yoga y profesores particulares no dependa tanto del ciclo económico, pues las personas que lo practican sienten que les ayuda con su salud y es un gasto que no modifican, independientemente de su precio. Algo similar a lo que ocurre con los medicamentos.
Cavacini, de Natural Yoga, señala que la ventaja del yoga es que lo pueden practicar personas de todas las edades, incluso mujeres embarazadas, y que cada vez asisten más niños y adultos mayores, aunque el promedio de clientes son personas entre los 30 y los 40 años.
En los gimnasios la oferta de yoga es más limitada, pues a diferencia de las clases de rumba o de spinning, que tienen demanda todo el día, las de yoga solo se llenan en unas horas específicas, lo que hace que no sea tan rentable para los gimnasios, pero les abre espacio a los sitios especializados.
No obstante, Laura Álvarez, de Happy Yoga, dice que el negocio no se mantiene solo con las clases, sino que tienen otros ingresos por DVD’s, producir mantras (que es la música que se escucha mientras se practica el yoga), organizar retiros, dar cursos de cocina y tienen hasta una revista, “lo que pasa es que el yoga no es una moda, sino un estilo de vida”, enfatiza.
Eso lo tienen claro quienes fabrican ropa deportiva, cuyos pantalones son conocidos como yoga pants, así no se usen solo para dicha práctica. Cálculos de Euromonitor indican que el año pasado en Colombia se vendieron $1,7 billones en este tipo de ropa y su pronóstico es que en 2020 se llegará a los $2,1 billones. Adidas y Nike son las marcas líderes, y en el tercer puesto está Weekend, que es del Éxito.
Después de India, Estados Unidos es quizás uno de los países con más practicantes de yoga. Según un informe de Forbes, allí lo ejercen 36,7 millones de personas, la mayoría son mujeres (72%) y entre todos gastan US$16.800 millones al año en ropa, equipos y clases de yoga.
En Colombia no hay cifras del mercado, pero es previsible esperar que cada día más personas se inclinen por esta práctica en su búsqueda de un estilo de vida más sano. No en vano, un estudio de 2012 sostiene que 38% de los trabajadores del país sufren de estrés, una oportunidad para quienes devengan sus ingresos de esta práctica milenaria.
La meditación también facturaMás empresas usan esta práctica para fomentar la creatividad.
Una de las tendencias que está de moda en el mundo de los negocios es la meditación y la llamada mindfulness, que consiste en la atención plena o conciencia plena. Grandes empresas como Google les dan entrenamiento en mindfulness a sus empleados, pues meditar y ser más conscientes les permite ser más productivos y creativos. Según Forbes, la industria de la meditación facturó US$1.000 millones en 2015, esto sin contar las más de mil aplicaciones que son descargadas en tabletas y teléfonos celulares, así como accesorios, tipo bandas que se ponen en la cabeza y que ayudan a desconectarse y meditar.