Opinion
La realidad y el deseo
Y ahora viene el secretario Ashcroft a cerrarle a Colombia el único camino local para lograr la paz, que es el de negociar la guerra
El anuncio lo hace John Ashcroft en persona, el secretario de Justicia de los Estados Unidos, flanqueado solemnemente por el jefe de la DEA, por el 'zar' antidrogas y por el jefe del FBI: su gobierno va a pedir en extradición al 'Mono Jojoy' por porte ilegal de armas. Claro que portar armas no es un delito en los Estados Unidos, al contrario: es el más sagrado de los derechos constitucionales, del que no se puede privar ni siquiera a los asesinos en serie. Pero bueno: Ashcroft también reclama la entrega del jefe guerrillero colombiano por los dos crímenes más tremebundos que existen en el mundo de hoy, que son los crímenes de lesa majestad norteamericana: el tráfico de drogas y el terrorismo. Además de 'Jojoy', y por los mismos motivos, la justicia norteamericana acusa y pide a otros cuantos criminales de las Farc: 'Romaña', el 'Negro Acacio', etc. Y exige también la extradición -sólo por narcotráfico, pero no por terrorismo- de un narcotraficante y terrorista que en el fondo es su aliado, y no su enemigo: el jefe de las autodefensas paramilitares Carlos Castaño.
El anuncio del señor Ashcroft provoca en Colombia un gran alboroto de alborozo. Anhela el general Jorge Enrique Mora, comandante de las Fuerzas Militares: "Ojalá a todos esos terroristas se los lleven para allá". Ofrece Fernando Londoño, el ministro bicéfalo de Interior y Justicia: "Les mandaremos todos los que quieran". Se inclina el presidente Alvaro Uribe: "Colombia acata el ordenamiento jurídico", o sea, lo que diga míster Ashcroft. Un general de tres soles, un ministro de dos cabezas, un presidente de la República: tendrían que ser gente seria ¿no? Pues no. Todos pasan por alto el pequeño detalle de que para extraditar a Castaño o a 'Jojoy' primero hay que cogerlos. Y no los han cogido.
(Otra gente igual de seria ha anunciado cien veces la muerte de 'Tirofijo'. Y sigue vivo).
Pero es que esperan (anhelan, ofrecen, se inclinan) que a 'Jojoy' y a Castaño y a los otros los cojan en su lugar los propios norteamericanos. The New York Times advierte que ya están en eso. Que hay oficiales de los Estados Unidos "entrenando una unidad especial de comandos de 400 hombres para perseguir paramilitares y rebeldes, con énfasis especial en cazar a los jefes", y que el Congreso norteamericano está a punto de aprobar una partida de cinco millones de dólares para ese efecto. Claro que los 150.000 hombres del Ejército colombiano llevan ya medio siglo persiguiendo a esos jefes, y no han podido cazarlos. Pero bueno: los gringos, qué duda cabe, lo harán en un santiamén. ¿Como a Osama Ben Laden? Eeeh? Bueno. El 'Mono Jojoy' y Castaño pueden esperar sentados.
Ellos pueden estar tranquilos, pero Colombia no. Por culpa, precisamente, de los Estados Unidos, cuya política a la vez infantil y cruel (que viene a ser lo mismo) consiste en jugar con las guerras ajenas como un gato con un ratón. Si ahora acaban de aplastar a los afganos bajo sus bombas 'inteligentes' es porque antes tuvieron la inteligente idea de financiar y armar a los fanáticos talibanes para que lucharan en su lugar contra los soviéticos. Si ahora quieren aniquilar a los iraquíes es porque antes armaron a Saddam Hussein para que combatiera la revolución islámica de los ayatolas del Irán. En Colombia han hecho lo mismo, aunque (hasta ahora) en menor escala. Nuestra guerra social es en buena medida producto de la política norteamericana: de la cruzada contra el comunismo primero, de la prohibición de la droga después, y más recientemente del Plan Colombia dirigido contra la droga y contra las guerrillas comunistas. Nuestra guerra tiene orígenes y motivos locales, por supuesto, pero su agravamiento y su prolongación interminable vienen de afuera: del dinero de los drogadictos norteamericanos, que es inmenso gracias a la prohibición, y del dinero de los gobiernos norteamericanos. Y ahora viene este último, el de Bush y su secretario Ashcroft, a cerrarle a Colombia el único camino local para lograr la paz, que es el de negociar la guerra. Si se criminaliza a las fuerzas que la hacen (la guerrilla y los paramilitares, que son las dos sin duda criminales, pero son también fuerzas políticas), si como única perspectiva se les ofrece la cadena perpetua o la pena de muerte en los Estados Unidos ¿quién diablos va a negociar la guerra para buscar la paz?
Pero el alboroto alborozado no es sólo de los funcionarios del gobierno. También la gente corriente, desinformada, malinformada, está feliz. "¡Viva!", gritan muchos colombianos desde el fondo de su infortunio: "¡Por fin acabaron con el 'Mono Jojoy'!". Y no. Confunden su deseo con la realidad. Así como eligieron presidente a Alvaro Uribe porque su deseo les hizo confundir una declaración de guerra con un parte de victoria, y antes eligieron a Andrés Pastrana porque su deseo los hizo confundir una fotografía con un tratado de paz, así confunden ahora una petición jurídica de extradición con una derrota militar de la guerrilla. Y -perdonen que se lo diga- no es lo mismo.
De manera que tendremos más guerra, y peor. "Vendrán tiempos peores y nos harán más ciegos", dice, con lucidez implacable, el escritor Rafael Sánchez Ferlosio.