La vida me enseño

“Quiero acercar dos culturas extremas, una que promueve el homicidio y la otra el suicidio”

El colombo japonés Yokoi Kenji es famoso por esfuerzo para acercar a dos culturas opuestas: una genera suicidios y otra que produce homicidios. Hoy, su libro Salón 8 es uno de los más vendidos, sus conferencias tienen lleno total y sus redes sociales cuentan con miles de seguidores en Latinoamérica. En este diálogo con SEMANA aclaró que su mensaje no es sobre el éxito y la riqueza sino sobre un intercambio cultural para encontrar el equilibro entre la disciplina y la pasión.

10 de agosto de 2019
Yokoi Kenji | Foto: SEMANA

Sobre riqueza y pobreza 

“Desde niño escuché que iba a viajar a un país llamado Japón, que era muy rico y tenía mucha riqueza, y cuando llegué encontré un tipo de pobreza extrema que genera mucho suicidio.  Luego comparé eso con Ciudad Bolívar, uno de los lugares que se dice más pobres de Bogotá,Colombia, y veo una riqueza, una alegría enorme en sus calles que siempre alimentó mi ser de niño en todas mis vivencias. Eso me hizo analizar sobre qué es riqueza y que es pobreza y entender mejor los factores para llegar a ellas o salir de ellas”. 

Sobre ser colombo japonés

“Son culturas extremas. Un extremo folclor tiene el latino y el japonés tiene una disciplina extrema, muy estridente. Finalmente, lo que más aportan a mi vida es la búsqueda de un equilibro entre ambas. Es lo que constantemente intentó lograr yo y transmitir a mis hijos. Yo llegué a Japón con 10 años y me sorprendió allá que no hay señoras del aseo sino que somos los niños los que tenemos que limpiar. Me impresiona que no haya traperos, sino un paño grueso y todos los niños limpiábamos el salón y eso era dos veces a la semana, por grupos. Era un orgullo completo para el japonés. Enfrenté una cultura de disciplina estridente de organización, limpieza y puntualidad y me acoplé a ella, pero como también soy latino sé convivir con él y me fascina la improvisación del latino.

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Como japonés disfruto que en Colombia yo puedo llegar tarde. Porque cuando llego tarde y no ha llegado nadie todavía, sigo siendo el primero. Y cuando llegan los que llegan tarde están felices y si uno les reclama se ponen bravos y le dicen a uno “pero no sea cuadriculado”. Entonces viven llenos de problemas, pero hay espacio para una polita, jugar tejo, microfútbol, el mundo sigue girando y qué bonito cómo lo enfrenta el colombiano. No significa que acolite estas cosas. Como trabajador social debo combatir la informalidad para tener mejor estándar de calidad, por eso fomento la disciplina japonesa pero a nivel personal disfruto la informalidad de los latinos. Las dos tienen su riesgo: en una cultura es el suicidio; en la otra, el homicidio. Extrema disciplina, extremo folclor.

Sobre la mentalidad colombiana

“Son muchísimos los defectos que le veo a la mentalidad colombiana. Uno es no entender la pobreza como un problema multifactorial donde muchos de esos factores recaen sobre mi comportamiento y no solo sobre un Estado. La culpa no es de la política o de nacer en un hogar pobre, sino de las costumbres que tenemos que alimentan la pobreza, de no respetar el espacio, acumular tantas cosas, no eliminar, no durar en un trabajo. Cuando estoy en Japón mi mensaje es no vaya a la universidad. Es mejor que un japonés viaje primero y se salga de su zona de confort y se meta en problemas, que conozca el mundo para que así valore luego el estudio. Cuando estoy en Colombia el mensaje cambia porque es “termine al menos el bachillerato, deje de meterse en líos”. Hay patrones negativos nocivos en cada cultura. El japonés siempre está con un cuadernito apuntando todo, pero no puede controlar todo, por eso no son buenos improvisando. Al colombiano hay que decirle compre un bendito cuaderno y escriba algo en la vida, no escriba en la mano, a final del mes no saben dónde está el dinero. Finalmente pienso que el equilibro es el mensaje más importante de estas dos culturas.

Sobre perseverar en un trabajo Vs. el todo ya

“Cuando cuento que los japoneses son así la gente colombiana se asombra, pero cuando yo estoy en Japón pasa la misma reacción. Cuando muestro mi cultura y les digo que los colombianos son capaces de empujar al jefe y decirle “no me tiene que echar, yo me voy solito”, ellos dicen no puede ser. En Japón hay algo que es muerte por exceso de trabajo. El japonés se desmaya trabajando y cuando analizan murió de tanto trabajar. Son dos culturas extremas. Nosotros nos desmayamos pero antes de ir a trabajar. Es esa capacidad de enfrentar la vida de los latinos tan extrema y folclórica que resulta absurda para el japonés como es absurdo para nosotros que exista un síndrome de morirse trabajando. En Japón deben fomentar más el “relájese” mientras que aquí debe fomentarse más el “dejen el relajo”.

Sobre el suicidio en Japón y la terapia de vivir a Colombia

En realidad las cifras más altas de suicidio las tienen los países ricos y más exitosos, los más desarrollados como Japón, Suiza, Noruega y Canadá. Conforme un país se hace  más rico comienzan a aumentar estas cifras. Esto sucede, según los estudios, porque un país así desarrolla exceso de paz y cuando eso pasa, cuando todo es calma, no hay guerrilla, no hay robos, el ser humano se estresa porque necesita una dosis de acción y si no la tiene se la inventa y surge algo llamado crisis existencial. Yo mismo me estresé y ese estrés se me quitaba cuando me mandaban a Colombia.

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En Japón reflexiona mucho en la muerte por vía de la crisis existencial. El colombiano también desde niño piensa en la muerte pero por una vía contraria a la del japonés: O lo mata ese perro  o lo matan por quitarle el celular o lo mata un carro. Todo el mundo lo quiere matar. Eso genera unas ganas de vivir horrorosas. Y cuando me traen a Colombia quiero vivir. Y descubro que no me perdoné el no haber rescatado a mis amigos (se suicidaron 7), no haberles dicho “si se va a morir más bien vámonos para Colombia”. De ahí comenzó la idea de decirle a los japoneses “si está triste vámonos para Colombia”. Es interesante porque me decían ¿y si me matan? Era paradójico porque solo con nombrarles Colombia ya querían vivir. Con un amigo logramos traer al primer grupo en 2010. 

Sobre los maestros en mi vida

“Mis mentores van por etapas de vida, pero creo que los de mi infancia me marcaron. Mujeres en mi entorno y por eso admiro la tenacidad de la mujer. Pero tengo que resaltar por un lado a mi abuelo Jaime Gómez, un paisa emprendedor que se encargaba de buscar sobrantes en las empresas y los reciclaba y los convertía en productos para vender. Decía frases como “al dinero hay que hacerle zancadilla, “la amistad cura la maldad”, “la gente muere porque no habla”. Por otro lado está mi padre, Yokoi Toro, que no habla. No dice nada, no me da abrazos pero respeta la disciplina y las jerarquías. Es también exitoso en su entorno. Me puse a pensar por qué tiene tanto éxito si es tan pesimista. Porque yo venía de estar con un abuelo optimista y él es una persona que siempre decía la palabra imposible. Como puede ser un país así, exitoso. Y ahí descubro que Japón ve belleza en lo imposible mientras que en Colombia no aceptamos lo imposible. Solo por enamorarse de alguien, así sea un amor imposible, el japonés dice “qué lindo”, pero nosotros decimos “cuál que lindo, me voy a vivir con ella”. Nada es imposible, por eso nos metemos en tantos líos. Son dos papás que me generaron esa búsqueda incesante de equilibrio.

Sobre turismo con propósito

“Este tipo de turismo no se enfoca en personas que se están suicidando. Se conoce en todo el mundo como turismo social. Yo no lo inventé. La idea es venir a un país y ver el paquete completo no solo los pedazos bonitos. Es hospedarse en una comuna es ver fundaciones, hospitales, y empaparse un poco de la realidad de esa zona para conocer lo bueno pero también la realidad de las personas. El turismo más importante es el social lo llamamos turismo con propósito porque es una ruta que va desde Yokohama Japón a ciudad Bolívar.

Sobre el aprendizaje que da viajar

Todo ser humano que sale de su entorno y visita un país completamente distinto cambia, independientemente de si es Colombia o  si es un colombiano que va a Japón. Viajar es un de las experiencias, universidades, doctorados más importantes que debe hacer el ser humano, incluso antes de tomar decisiones tan importantes en la vida como escoger una carrera y tener hijos porque nos aclara  conceptos. La idea es no viajar a lugares donde están los mismos hoteles y el mismo entorno o donde me preparan el entorno como turista, sino lugares que me desafíen, que me quiten los miedos. Perderse en Tokio es de las experiencias más hermosas que hay porque implica una cultura y un lenguaje diferentes que te hacen hablar por señas. Hacer como una gallina para pedir un huevo es algo fascinante.

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Sobre la mentalidad de pobreza 

Yo llegué a Ciudad Bolívar, al barrio san Francisco, porque tuve un accidente y me dejaron en recuperación donde mis abuelos que vivían allí.  En esa experiencia me aferré a la localidad. Era una jungla de casas de ladrillo, sin rejas, y uno salía y conectaba con otros barrios y a mí me gustaba porque había vivido como hijo de un japonés en Panamá y Costa Rica en edificios donde no dejan salir a los niños. Ciudad Bolívar era un laberinto de barrios donde yo podía escaparme y conocer. Mis amigos me decían vamos a la panadería, usted hace cara de que tiene hambre para que nos regalen pan. Cuando descubrimos eso, uno agarraba un pan y la cantidad de perros que nos seguía era increíble y esa era una alegría. Algo que no se vive en Japón ni en Costa Rica, ni Panamá. Eran experiencias buenas y yo me fui a Japón con esa riqueza. Y cuando llego me dicen en Japón, “pobrecito, usted viene de Colombia. ¿Pasó mucha hambre? y yo les contesto “no, le dábamos panes a los perros”. Siempre tuve la perspectiva de que en ciudad Bolívar no se pasa hambre. Hay mentalidad de pobreza que es diferente. Siempre tuve claro lo que era la pobreza en mi localidad y lo que era la riqueza por experiencia propia. 

Sobre lo peor que ha tenido que vivir

Viví durante 15 años en Ciudad Bolívar con mi esposa y mis niños. Siempre fue inevitable tener problemas, pero la única cosa que no he superado es entregarle todos los elementos a una familia para que logre salir de la pobreza -y no solo los elementos, sino los recursos- y que no lo hagan, que no escuchen, que les gane la inclinación natural a solo hacer fiesta y gastarse el dinero, a disfrutar sin trabajar, a saltarse los procesos. Becas, ayudas, llegan oportunidades y no las toman. Ver como la universidad distrital está en Ciudad Bolívar a precios económicos para nuestra localidad y ellos no la aprovechan. Algunos lo logran, pero muchos deciden continuar con la pobreza, la violencia. En el caso de Japón es lo mismo. Esa extrema pobreza de que se quiten la vida es algo que no supero. Me duele ver cómo el ser humano está tan aferrado a sus patrones culturales

Sobre lo que le falta al colombiano para salir de la pobreza

“Hay dos formas de aprender, a los totazos y a los totazos de otro, pero hay cosas que se aprenden a los golpes propios por eso no se puede acelerar el aprendizaje. Se debe esperar a que aprenda la lección. Todo lo que los papás nos dicen lo aprende uno cuando sale a vivir solo. Lo importante es no dejar de aprender la lección, es decir que los golpes enseñen algo y no cometer el mismo error una y otra vez. Hay que cambiar muchos patrones. Por ejemplo, la frase de no hay oportunidad es una que justifica mi pereza para continuar. Uno debe crear la oportunidad, hay muchas frases como “nací pobre”, “el país va mal” que son negativas y se convierten en principios, luego en hábitos y luego en cultura y desarraigarlas toma mucho tiempo.

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Sobre la educación

La escuela no me hace exitoso pero estudiar me da cultura. Cuando se unen la educación con el éxito se pierde la belleza de la educación. Las personas pueden encontrar el éxito sin educación, esta es  necesaria e importante para el bienestar del ser, sentir que todos los días aprendo algo nuevo y crezco y nunca me voy a graduar. Educarme para ser exitoso es un problema de la sociedad.

Sobre el éxito

“La zona de confort del japonés es el orden, la del colombiano es el caos. Por eso no sabemos trabajar en equipo y por eso creo que combinar las dos culturas es una interesante propuesta. El latino explota a todo momento. El japonés dura haciendo una letra en una hora. Ellos son individuos que se controlan. “Me siento a correr”, dice el japonés. Esa disciplina los ha llevado a donde están. Pero en Japón, un país exitoso, tiene 32 mil muertes al año por suicidios. Es decir cobran más  vidas que la violencia en Colombia, eso hace que un líder social le tenga adversidad a pasos para el éxito. Pero los colombianos somos inmediatos y tenemos un gran afán por tener éxito. El éxito está sobrevalorado. Cada persona tiene éxito diferente. Mi mensaje no tiene que ver con el éxito ni la riqueza. En términos de economía debemos emular el éxito japonés pero esas no son estrategias sino un tema cultural. En Japón hay una gran cultura por el respeto del otro, por no fumar en sitios públicos, por hacer silencio. No hay leyes, lo hacen por cultura. Mi mensaje no es promover el éxito y la riqueza; es sobre cómo entender el caos del colombiano y la necesidad de controlarlo todo del japonés”.