Poesía

10 nuevos poemas de amor colombianos

Darío Jaramillo Agudelo, Juan Felipe Robledo y Catalina González Restrepo se dieron a la tarea de retomar la tradición sentimental del país con una antología de poetas colombianos nacidos desde 1960 hasta 1998. De su búsqueda resultó el 'Nuevo sentimentario', publicado por Luna Libros, que reúne obras que tratan el amor "no como pretexto, sino como materia central del poema". Aquí una breve selección.

10 de septiembre de 2019
Poemas tomados de 'Nuevo sentimentario', selección de Darío Jaramillo Agudelo, Juan Felipe Robledo y Catalina González Restrepo (Luna Libros, 2019).

Quise su boca…

Quise su boca
Atrapar todas las lenguas

Quise sus dientes
Afilar una a una las palabras

Quise su piel
Vestir de tarde ante la lumbre

Quise sus piernas
Eclipsar el día entre las mías

Quise su risa
Llené cada ahogo en mi garganta

Luisa Fernanda Trujillo Amaya (1960)

Ciruela

Alégrate de haber reído
Del sabor que habitó en tu gusto
De las palabras candentes
De la siesta dormida en la lluvia
De la mano que te soltó una noche 
De la canción que cantamos un día camino de Sevilla
De la tarde en que caminamos por el río y vimos 
El torrente y el pez volando hacia la piedra
Alégrate de la ciruela que fuiste en la rama de mis dientes,
Y de la risa repetida en tu risa.

José Zuleta Ortiz (1960)

Viaje

Toda mujer que amamos se vuelve Manoa
sin darnos cuenta.

Eugenio Montejo

De donde nunca se podrá ir
la lluvia de tu pelo
es de este río de palabras crecidas
que corren hacia tu recuerdo
de esta fiesta de peces tricolores
que se alimentan
con las huellas de espuma
que dejó tu sonrisa
de estos silencios
de planeta rojo
que como un niño
busco
debajo de las piedras

Álvaro Neil Franco Zambrano (1969)

Poema de la primera vez

Hay algo irrecuperable
en descubrir a un desconocido.
Ofrecerse ante la vista y el tacto
de quien hasta entonces
solo nos ha tratado vestidos
entraña un acto de desprendimiento
poco común.
Si la ocasión permite
hacerlo sin vehemencia,
hay algo de paternal y fraterno
en desatar los cordones,
desajustar los broches
y bajar las cremalleras.
De este modo
las prendas van quedando en el suelo,
como espigas segadas por el deseo.
Suele sobrevenir entonces
un instante en que la caja negra se abre
y retiene para siempre
un olor, un gesto, algún escorzo del cuerpo.
Luego vendrá lo de costumbre en estos casos:
las caricias, las precauciones, el delirio, el hastío,
el amor, la obsesión, las despedidas.
Cualquier cosa puede suceder
y llegar a borrarse.
Pero queda el tatuaje del instante
en que nos fue dado
robar el fuego
del aliento del desconocido.

John Galán Casanova (1970)

28

Cuando el amor vuelve
no se sienta en primera fila
observa desde atrás, mira con recelo
atento a que el deseo aparezca y lo deshaga.
Ya no lo crea, ya no lo fantasea
solo acepta el deseo real, el que aparece de cuando en vez
con absoluta necesidad
casi fisiológica
casi.

Llena en un instante el vacío de noches enteras
al abrigo de las sábanas
es un instante mínimo, que ocurre muy rara vez
todo lo demás lo inventamos
no existe
lo fabricamos para llenar el vacío del cuerpo por el cuerpo.

Por eso, cuando el amor vuelve
si vuelve
ya no se queda
acecha el momento en que el deseo es real
porque cada día es una despedida
y el encuentro un manjar de dioses
servido entre tus manos
para ser saboreado con el tacto del artista.

Un diminuto momento, casi un prodigio
casi.

Karolina Urbano (1974)

Siembra

Conocí el amor con dos niños
que sembraban árboles por toda la ciudad.
Cerca de mi casa creció un árbol de algodón.
Él, ya de joven,
pasaba de vez en vez recogiendo las semillas.
La esquina se llenaba de motas
cuando el árbol entregaba sus frutos.
Nadie supo qué pasó con ella.
El chico se hizo viejo
hincándose para sembrar
y dejando regado el algodón por todas partes.
De esa manera comprendí
que el amor dura toda la vida.

Angélica Hoyos Guzmán (1982)

Podéis decir que Robert J. O’Hara amó a una mujer

Podéis decir que amé a una mujer alta como octubre,
Con sus lentas tardes de tedio y sus calles que se le enredaban en el cuello.
Podéis decir que tenía los pezones duros en una cabina telefónica.
Que tantas manos tenía, y que una a una del bolso las iba sacando.
Algunas traían nuevas siluetas, como un sueño sigue a otro,
Y en el teatro la luna se ve más cerca.
Dos necesitaba para endulzar el café, la izquierda
Para los labios; otra para predecir la caricia, con todo y el meñique curioso.
Credenciales de vida que se caían con el vestido.
Costumbres y parientes, trajes, olvidos, comunismo y Dios en la cruz.
El divorcio de sus padres, el suicidio, los crucigramas,
La patria, este sol 2 centímetros más alto, todo esto es lo que somos,
Aquello que nos trajo el uno al otro con la foto del pasaporte;
El perfil de nuestros días transcurridos en tantos amores extraviados,
Que al cabo de 3 whiskys ya compartimos.
Pero es esto mismo, corazón solitario, al alba de cada presente que resume nuestras vidas
(Incluso el amor con sus ritos), lo que mañana mismo puede separarnos.
Ella me lo enseñó con un golpe de valija.
Decid mejor que Robert J. O’Hara amó a una mujer, sencillamente,
Como un mortal con azar y jueves. Decid que la trama se teje sin nuestro consentimiento,
Siempre al vuelo, y que somos los dueños de un humilde lote baldío de rosas.
¿Por qué habría necesidad de más?

Julio Alberto Balcázar (1984)

Poema de amor 2

Tus restos en una bolsa negra.
Volver al mundo como si nada.

Lavarse las manos
lavar la camisa limpiar la casa
mejorar de genio por no generar sospecha
hacerse de día en día el pendejo
pasar por vivo que por muerto
pasar por encima del hecho en concreto
y volver al mundo como si nada.

Cargar con tu muerte con tu cadáver
con tu cuerpo en una bolsa negra.
El amor nos cambia.

Amalia Moreno (1988)

Pez de fuego

Cada palabra que te ofrezco es un anzuelo
es una llama
es otra forma de invitarte al centro de mi cuerpo
que también es mi espíritu
para que veas el vacío que se agita

La carnada que utilizo es invisible
sustancia astral

Mi intención es feroz
la conquista del alma requiere la mayor ofrenda.

Alejandra Lerma (1991)

Encuentro

Para Cinthya

Si el arroyo que pasa por mi casa
me llevara a la tuya
cuántos chapuzones no me hubiera dado ya
tan solo para presentarme ante tu puerta
sucio harapiento y húmedo
pidiendo refugio en tu habitación

Allí, al calor de tu axila
veríamos caer la lluvia por la ventana como una pésima película
–Las muertes ajenas serían un cálido 
tema de conversación–

Pero el arroyo que pasa por mi casa
arrastra cuerpos bañados en sangre
hacia un lugar lejano habitado por otros cuerpos
Muchos cuerpos apilados
formando una montaña
semejante a una fuente que en vez de agua
escupe alaridos y huesos

Allí el arroyo es más poderoso
porque las lágrimas de los ahogados aumentan su caudal
Allí desembocan todos los arroyos
incluso los de tu infancia y la mía

A veces imagino que esa desembocadura
es nuestro primer y último punto de encuentro…

Kirvin Larios (1993)

Poemas tomados de ‘Nuevo sentimentario‘, selección de Darío Jaramillo Agudelo, Juan Felipe Robledo y Catalina González Restrepo (Luna Libros, 2019).