Entrevista
“Bienvenidos los que estuvieron en la guerra, los que están en la paz”: director de la Feria del Libro de Cali
Para ahondar sobre el concepto curatorial de esta edición de la Feria Internacional del Libro de Cali, como la mirada hacia las naciones francófonas de África y las Antillas o la alta cuota de autores con lanzamientos políticos, hablamos con su director, Juan Camilo Sierra Restrepo, y con el agregado cultural de Francia en Colombia, Sylvain Robak.
La Feria Internacional del Libro de Cali se ha consolidado como el encuentro de literatura más importante del suroccidente de Colombia. En su cuarta edición, que se celebrará del 10 al 20 de octubre en el Bulevar del Río, el país invitado será Francia, vista a través de una lente diferente: el ojo de la curaduría estará puesto sobre las naciones francófonas de África y las Antillas, en un estrecho diálogo con las prácticas culturales afrodescendientes del Pacífico colombiano.
Al lado de los tradicionales pabellones comerciales de libros y las salas de promoción de lectura, y de la mano de la Embajada de Francia, una buena parte de los conversatorios y exposiciones del componente artístico correrá por cuenta de autores contemporáneos de países como el Congo, Haití, Togo, Costa de Marfil, Martinica y Argelia. Habrá un homenaje al periodista y escritor chocoano Arnoldo Palacios, se entregará el premio del Segundo Concurso de Cuento de Jóvenes Andrés Caicedo 2018-2019 y por sus pabellones circularán más de 500 invitados en foros, eventos, presentaciones de libros y charlas.
Para ahondar sobre su concepto curatorial y algunas decisiones particulares de esta edición de FIL Cali, como la alta cuota de autores con lanzamientos políticos (entre ellos Juan Manuel Santos y Humberto de la Calle), hablamos con su director, Juan Camilo Sierra Restrepo, y con el agregado cultural de Francia en Colombia, Sylvain Robak.
Aunque Francia es el país invitado de honor, la feria decidió apostarle a una mirada distinta de su identidad: sus grietas, su presencia en territorios de ultramar con autores africanos y afrodescendientes francófonos de países no europeos. ¿Qué motivó ese enfoque?
Juan Camilo Sierra (J.C.S.): El gran interés de Francia cuando dio el sí a ser el país invitado a la Feria del Libro de Cali fue ese propósito que usted acaba de describir: poner en diálogo las culturas negras francófonas del África subsahariana y de las Antillas con las culturas negras del Pacífico colombiano. Eso no solo nos va a permitir descubrir un nuevo mundo —porque siempre asociamos Francia puntualmente con el hexágono y nunca más allá, con las demás regiones francófonas—, sino que además le va a dar una permanencia al evento. Mucho de todo lo que produzca ese diálogo va a quedar y va a permitir tender puentes y estrechar lazos desde otras prácticas culturales.
Sylvain Robak (S.R.): Cuando la Feria Internacional del Libro de Cali vino a vernos nos pareció muy interesante tratar el tema de las culturas afrodescendientes. Primero, porque son muy fuertes en Colombia, en particular en la región del Chocó, aunque también en Cali; segundo, porque nosotros en Francia también tenemos un larga historia con y desde África y las Antillas francesas. En Francia existe el concepto de “la francofonía”, que no es solo compartir un idioma o una forma de pensar, sino compartir valores como la igualdad, solidaridad y la universalidad. El hecho es que el punto de vista y la manera de escribir desde África y desde las Antillas es un aporte inmenso a la cultura francesa y a la francofonía. Tenemos grandes escritores que vinieron de Senegal, por ejemplo con Léopold Sédar Senghor, que después de estudiar en Francia volvió a su país, escribió novelas y al final fue el gran presidente del país. Lo mismo sucedió con otros grandes escritores de las Antillas.
J.C.S.: Para los colombianos puede ser muy conocido el nombre de Aimé Césaire, pero el resto va a ser un universo por descubrir. Parte de lo que ha sido muy importante, y ahí el rol de la embajada es clave, es también traer un grupo de autores muy diversos. Va a haber ensayistas, académicos, narradores, autores de novelas gráficas, hombres, mujeres, realizadores de cine, chefs y un curador de arte contemporáneo africano. Francia nos va a permitir visibilizar cosas de nuestras propias culturas afrodescendientes que muchas veces poco se visibiliza.
Un país invitado de honor es un gran faro en una feria del libro. Es, además, un legitimador: siempre que nos comparamos con otra frontera legitimamos muchos de nuestros aspectos, y creo que ese aporte de Francia sobre las culturas negras va a ser muy interesante, en un lugar en donde eso se ha despertado de una manera importante, pero donde todavía sufrimos de mucho racismo, de mucho clasismo, de mucha discriminación. Creo que podemos valernos de lo que menciona Sylvain de que la francofonía no es solo un lenguaje o un idioma compartido, sino conceptos como igualdad y equidad, para extender nuestra apuesta a un público muy amplio.
Muchas veces Francia ha negado su contracara africana y esta feria quiere ponerla en el centro. ¿Cómo fue el trabajo de selección y curaduría de esos textos y autores de países del África Subsahariana y las Antillas?
S.R. La curaduría la hemos trabajado en conjunto con la feria y con el servicio cultural de la Embajada de Francia en Bogotá, y también con el Instituto Francés de París. La idea es dar una visión larga de la actualidad de la creación desde África y desde las culturas afrodescendientes y mostrar lo que está sucediendo en esas culturas en escritura, cocina y artes visuales. Para eso, tendremos autores que vienen desde países como Togo, Costa de Marfil, Martinica y Haití. También traeremos a un chef del Congo y organizaremos una programación de películas que funcionará como una ventana abierta sobre lo que está pasando en los países africanos y en las Antillas francesas. El objetivo es traer poetas, novelistas, directores de películas y dramaturgos para construir un enfoque amplio de lo que está sucediendo en esos países y que, además, entren en diálogo con las culturas afrodescendientes de Colombia.
J.C.S.: Hay también dos exposiciones que hacen parte de la presencia francesa en Cali. Una de ellas, que va a estar en el Centro Cultural del Banco de la República, será la narración de todo lo que significaba el tráfico de esclavos por la ruta marítima. La otra es una exposición curada por una mujer de origen magrebino e invitada a la feria, Zahia Rahmani, sobre revistas culturales francófonas. Francia va estar en Cali, en Buenaventura, en Buga, en Palmira, en Tuluá y en Cartago, porque después de la feria llevaremos esa programación cultural a otros cinco festivales en el Valle del Cauca. Se abrirá, entonces, un diálogo interesante sobre la multiculturalidad, porque cuando estás en el norte del Valle del Cauca o en una cultura cafetera o en Buenaventura o en un lugar como Buga cambian completamente las costumbres. Creo que ahí se van jugar roles muy interesantes desde la presencia francesa.
Como dicen, lo que sucede en la producción cultural de Cali puede leerse como un espejo de lo que ocurre en Francia: una ciudad de altísima presencia afro pero que a veces permanece negada. ¿Cómo responde la feria a ese reconocimiento de la presencia e incidencia de las culturas del Pacífico en Cali?
J.C.S.: Desde que creamos la feria en esta nueva versión en 2016, siempre hemos tenido una franja de programación que se llama la franja PACÍFICO (Pacífico con mayúscula), que es lo que su nombre indica: distintas muestras en donde, además del énfasis en el libro y la lectura, abarcan muchas otras artes y estudios de índole sociológico, cultural o económico alrededor del Pacífico. En esa franja hemos programado muchas cosas y nos hemos aliado con instituciones y organismos que vinculan todo el tema de culturas afro, para aglutinarlo y visibilizarlo en la feria. La feria publica libros de la mano de un grupo de universidades del Pacífico colombiano con las que trabajamos. Una de las que hicimos, por ejemplo, fue una antología de jóvenes cuentistas del Pacífico que preparó Antonio García Ángel.
Aunque el centro de una feria del libro sea precisamente la industria editorial, parece querer rescatarse el componente de oralidad presente en tradiciones afropacíficas. ¿Cómo se entablará ese diálogo entre libro y oralidad?
J.C.S.: Hacemos parte de una región geográfica en donde para transmitir el conocimiento la oralidad juega un rol muy importante. Por eso sumamos la oralidad a los libros, la lectura y la escritura como uno de los componentes clave de la feria. Por eso hemos buscado realzar esas prácticas con una programación concertada en conjunción con la Secretaría de Cultura, la Secretaría de Educación, el programa bandera de la Alcaldía, “Mi Comunidad es Escuela”, la Red de Bibliotecas, la Universidad del Valle y otras instituciones.
Hay algunos lugares del Valle del Cauca en donde eso es muy fuerte; está, por ejemplo, el Festival de Cuenteros de Palmira. En Buenaventura hay programas muy potentes alrededor de todo el tema de transmisión de conocimiento por la ruta oral. Desde la Feria Internacional del Libro de Cali queremos eso: encontrar buenos aliados, juntarnos y construir juntos pensando en las particularidades de las poblaciones.
¿Cuáles considera que son las diferencias fundamentales de la Feria del Libro de Cali y las otras que se realizan en el país, particularmente con la FILBO y su enfoque?
J.C.S.: Estamos en un boom de ferias y a mí eso me entusiasma muchísimo. En este momento, contando la FILBO, en Colombia hay casi quince ferias del libro, en una red que se constituyó por iniciativa la Cámara Colombiana del Libro donde a las doce que estamos se van a sumar ahora San Andrés, Santa Marta y Neiva. Aunque a veces estamos saturados de novedades, el cuello de botella está en la distribución, y es allí donde las ferias deben jugar un rol importante porque así sean espacios temporales van abriendo un criterio de mercado que se empieza a instalar. En un país con pocas librerías, en donde la ruta más compleja para obtener lectores es la distribución de los libros, en las ferias hay una potencia suficientemente grande. Por ejemplo, una feria estupenda como la Fiesta del Libro de Medellín, que lleva trece años con una magnífica trayectoria, ha ido de la mano con la apertura de un grupo nuevo de librerías.
Todas las ferias somos muy diferentes, comenzando por las estructuras a partir de las cuales nos organizamos. La nuestra es de la Alcaldía de Cali, la Universidad del Valle y la Fundación Spiwak, que es una fundación privada. La de Bucaramanga, por ejemplo, es de una universidad. Lo que creo que nos diferencia es la forma como estamos atendiendo necesidades locales: es muy distinto lo que ocurre en el Pacífico de lo que ocurre en el Caribe o en la zona cafetera, y percibir eso nos permite tener un termómetro para poder brindar a partir de esa determinada demanda una oferta consecuente.
Cuando nos reunimos en la red de ferias hay un ejercicio de trabajo conjunto. Somos muy complementarios, al punto de que poco a poco vemos públicos de otras ciudades en nuestras ferias. Aunque parezcan insignificantes, le pongo algunos ejemplos: el año pasado tuvimos estudiantes de una universidad del Huila que vinieron expresamente a la Feria del Libro de Cali, cosa que nos honró sobremanera. Tuvimos también grupos de colegios de municipios del Cauca que vinieron a nuestra feria, aun cuando Popayán tiene una. Es interesante ver cómo eso empieza a mover poblaciones, a generar otro tipo de geografías dentro del público,
Nosotros mismos aprendemos mucho de las otras ferias cada vez que las visitamos. Medellín es muy potente en todo el tema de formación de lectores; Bucaramanga ha sido una feria que se ha destacado muchos años sobre todo por el cartel de autores que trae; Manizales es una feria muy universitaria y este año montó una apuesta muy interesante sobre el juego de elegir los doscientos títulos colombianos de los últimos doscientos años. La iniciativa generó una muy sabia y sana polémica: más de 500 personas participamos enviando propuestas de títulos, se publicó la lista y la lista armó un tierrero fabuloso. Eso significa que hay gente leyendo y opinando, que pasan cosas desde lugares muy distantes de Colombia hacia una ciudad mediana en región como Manizales. Sí, somos muy distintas, pero complementarias. Todas estamos apostándole a un proyecto de país.
Además del componente afro, en la programación hay una línea política muy fuerte: desde la presencia de Juan Manuel Santos, pasando por Humberto de la Calle, hasta Ariel Ávila o León Valencia. Háblenos sobre esa decisión.
J.C.S.: Yo creo que el rol que juega una feria en un lugar como Cali es permitir una paleta amplia: que desde los libros, la palabra, la escritura y la oralidad podamos adquirir lo necesario para entrar en espacios de discusión más sanos, más nobles, más maduros y que provoquen mejores cosas a futuro. Este país pasa por una coyuntura ciertamente compleja, y esa coyuntura en lo político se vive desde una enorme polarización; hay poco espacio para lo gris, porque parece solo haber espacio para lo blanco y para lo negro, y la franja de por medio es una franja cada vez más ancha. Cada vez los polos se separan más y la población civil, los ciudadanos de a pie, nos hemos vuelto parte de un extremo o del otro.
Por esa coyuntura pensé que era muy importante que la feria incluyera espacios para motivar a la reflexión política. Del mismo modo en que va a estar el expresidente Juan Manuel Santos presentando su libro, va a estar Juan Esteban Constaín presentando una biografía reciente de Álvaro Gómez Hurtado. También estará alguien como León Valencia: es decir, va a haber múltiples visiones de lo que significa el espacio político dentro de una coyuntura actual. Así mismo, hay franjas académicas en donde desde el análisis también se busca abordar ese tipo de temas políticos. Más que un riesgo, yo diría que es la oportunidad de entregarle al público formas de aprehender la realidad para tomar mejores decisiones. No tenemos ningún vínculo político, no tenemos ninguna creencia religiosa, no tenemos ninguna razón de ser frente a una raza o a un determinado género. Somos una plataforma como un espacio técnico abierta para todos los públicos.
¿Cree que, en ese contexto, una feria del libro debería posicionarse de algún modo frente a las discusiones políticas de un país?
J.C.S.: No lo pienso así, con todo respeto por quienes estén en desacuerdo conmigo. Yo creo que la feria debe ser un espacio técnico y neutro. Nosotros estamos allí para aglutinar, visibilizar y multiplicar. Yo pienso que si actuamos desde una determinada opinión política estaríamos limitándole al público las opciones. Pienso que si la feria adquiere un sesgo, y desde ese sesgo determina su programación, va a ser muy estrecho para las demás personas que piensen distinto.
Sin embargo, con su línea curatorial parecería que hay un intento por aventurar una defensa por la paz y la reconciliación en un contexto de intolerancia y alta polarización. ¿Le hace la feria un guiño a la paz?
J.C.S.: El pasado violento nos ha abrigado más allá del presente y el futuro; eso es demoledor para todos los colombianos y para los que nos visitan. A mí me sorprende muchísimo ver que, a pesar de eso, y parece absolutamente esquizofrénico, somos un país de gente maravillosa. Yo trabajo con un equipo de gente muy joven que viene con un impulso y unas ideas fantásticas llenas de optimismo y de entusiasmo y a la vez muy bien informados, algo que me llena profundamente y me deja ver que hay posibilidades de una transformación a futuro. Creo que sí hay un país auténtico detrás apostándole por nuevas formas de vida en donde haya espacio para todos desde una manera menos violenta, con menos odio.
Con respecto a tu pregunta, creo que todos los que trabajamos para la cultura hacemos parte de un espacio en donde buscamos tender puentes, vincular extremos opuestos: de la violencia a la paz, de lo mágico a lo cataclísmico, de lo luminoso a lo más oscuro. Estamos allí para eso. Pienso que somos unos seres anónimos que buscan estar muy bien informados y conformar estructuras que permitan que todos los públicos accedan a esa información. Todo cabe. Cuando usted va a la Feria del Libro de Cali va a encontrar pequeños editores, jóvenes que se autoeditan, grandes grupos multinacionales, medianas editoriales universitarias, libros especializados en lo jurídico, deportes, libros religiosos, gastronomía, literatura, materias de humanidades, ciencias duras, libros técnicos, revistas, espacios de aprendizaje y de promoción. Es una síntesis de lo ocurre en el mercado colombiano y, por ello, una síntesis misma del país. Pero insisto, no tenemos ninguna posición, simplemente somos actores en beneficio de un público para el que trabajamos.
Nuestra programación, más que un guiño a la paz, es un reflejo de la coyuntura por la que pasamos. Es importante para todos conocer esos libros que están circulando y ver a sus autores, escucharlos de primera mano, ojalá leerlos. El guiño a la paz lo hacemos todos los días y es mucho más que un guiño, es una actitud personal con la que cada individuo, como parte de una sociedad, construye su futuro. Bienvenido todo el mundo. Bienvenidos los disidentes, los partícipes, los que estuvieron en la guerra, los que están en la paz, los que participaron activamente, los que participaron pasivamente, los que se desentendieron —que me parece lo más grave de todo lo que vive nuestro país: 70% de la gente sin un interés en dar su opinión—. Que vengan todos, que aquí hay espacio de discusión abierto, sano, constructivo y noble para que las cosas mañana estén mejor.