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Homenaje

Cuatro poemas de Belisario Betancur

El viernes 7 de diciembre falleció a los 95 años, en Bogotá, el expresidente Belisario Betancur. Lo recordamos con poemas de su libro 'Poemas del caminante'.

RevistaArcadia.com
7 de diciembre de 2018

Incienso Gótico

....el vuelo mítico de las apsaras…
(en “El sueño de las escalinatas”).
Jorge Zalamea

Todo es escalinata.
Siempre ascendemos
sobre la piedra reluciente
y sobre el mármol suave y el incienso.
Todo es escalinata.
De pronto sientes
que te derrumbas, te desplomas, sientes
que dejas la estación sin estar yendo
a otro lugar sino en tí mismo.
Pero no has descendido.
Todo es escalinata.
Estás ardiendo.

Benares, enero 20 del 2000

El caminante

Otros dirán por mí quien quise ser,
yo solo sé decir que no lo fui
Pero quiero explicarte,
quise ser el que entraba y salía de las horas
casi siempre de paso, el que cruzaba
del éxtasis al vértigo y aquel
que lo apuraba todo con delirio.
El mismo que exprimía la vendimia,
el jubiloso, en fin, agonizante
cada vez que el terror sobrecogía
un respiro, una flor, un elemento.
Otros dirán por mí. Nunca lo supe.

1979

Señal

Van a cerrar el parque.
En los estanques
nacen de pronto amplias cavernas
en donde un tenue palpitar de hojas
denuncia los árboles en sombra.
Una sangre débil de consistencia,
una savia rosácea,
se ha vertido sin descanso
en ciertos rincones del bosque,
sobre ciertos bancos.
Van a cerrar el parque
y la infancia de días impasibles y asoleados,
se perderá para siempre en la irrescatable tiniebla.
He alzado un brazo para impedirlo;
ahora, más tarde, cuando ya nada puede hacerse.
Intento llamar y una gasa funeral
me ahoga todo sonido
no dejando otra vida
que esta de cada día
usada y ajena
a la tensa vigilia de otros años.

Extravío en Argos

Al fin y al cabo todo es muerte
menos la muerte.

Morimos hacia adentro
según que ardan las brasas y la luna
o vamos desplomándonos
bloque a bloque cayendo
como río que lava el lodo
y echa a rodar el alma:
otra vez sin saberse cuándo, donde,
como avalancha ardiendo
piedras germinando.

Al fin y al cabo todo es muerte
menos la muerte.

El mirto llora un llanto verde
y el olivar aceite y grito
las mujeres del Argos con las manos
abiertas a la luna de Epidaurus.
Y yo me voy huyendo, devorando
las aceitunas del Peloponeso.

Pero conviene precisar.
No es lo mismo
el corazón a la intemperie
aunque no sea en Nauplia ni navegando.
No es lo mismo salirse con la suya
y mostrarles a todos
una muerte sin sueño ni armadura.
Todo el verdor, los médicos,
Esculapio mismo que te arrulla.

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