Literatura

La segunda vida de Vladimir Nabokov

‘Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee’, la nueva novela del español Eduardo Lago, quien visitó Bogotá para presentarla, comienza donde termina la vida del gran escritor del siglo XX, Vladimir Nabokov

22 de septiembre de 2015
La primera novela de Eduardo Lago, Llámame Brooklyn, recibió el premio Nadal 2006.

El autor de Lolita dejó una obra inconclusa al morir: El original de Laura. Como sus grandes obras anteriores, esta novela estaba escrita en fichas. Fragmentos de cartulina. “Me gusta escribir mis cuentos y novelas en fichas, numerándolas luego cuando toda la serie esta completa. Cada ficha es reescrita muchas veces. Aproximadamente tres fichas componen una página mecanografiada”, escribió Vladimir Nabokov en Opiniones contundentes, (1973)

Del El original de Laura resultaron 138 fichas. En la última de ellas se leía:

 

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Antes de morir en 1977 el autor insistió, casi como en ese listado final, en la destrucción de su obra inacabada. Dimitri, su hijo y editor, desobedeció los deseos de su padre y en 2009 publicó El original de Laura. Morir es divertido.

El libro que contenía las tarjetas borroneadas, tachadas, tal como las dejó Nabokov, era más el proceso creativo en curso, el laboratorio experimental de su autor. Y fue el mecanismo que puso en marcha Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee (2013) de la Editorial Malpaso, la última novela de Eduardo Lago, quien conversó con Arcadia durante su pasó por Bogotá.

“Mientras leía El original de Laura tuve una conmoción, un conflicto. Mi problema con Nabokov no provenía de su calidad literaria que es innegable. Mi malestar tenía que ver con el desdén que él mostraba hacia los dioses de mi olimpo. Nabokov tuvo la osadía de meterse con Cervantes, con Thomas Mann, con Dostoievsky…estaba en todo su derecho, por supuesto, pero a mí me generaba un enorme conflicto. Consideraba que Lolita y Pálido Fuego por ejemplo, eran exquisitas. Pero Nabokov no me caía en gracia. Cuando leo El original de Laura, me encuentro con su fragilidad. Esas tarjetas permitían entrar en el laboratorio de un genio que sabía que estaba muriendo… Que de alguna manera también sentía que su genio se apagaba con él. El original de Laura no estaba a su altura, y el propio autor lo sabía. Eso me resultó fascinante, pero es tan solo una parte de mi novela”.

Hay dos cosas que Eduardo Lago conoce perfectamente: el mundo editorial estadounidense o “anglosajón”, como lo llama él, y Nueva York, la ciudad donde vive hace 28 años. Y de esos dos vehículos parte para escribir sobre la pregunta que lo obsesiona: ¿hacia dónde va la literatura de nuestros días, qué resultará de la tremenda crisis que atraviesa?

No es una crisis económica, advierte. Es una crisis conceptual y creativa. “La imaginación está secuestrada. Las grandes editoriales hacen un daño extraordinario a los jóvenes escritores. Las operaciones de marketing establecieron una puja entre los valores comerciales y los valores de la verdadera literatura. Lo que se vende no es la mejor literatura. Y es difícil vender buenas creaciones…”.

Y como para Lago todo lo que está ocurriendo en el mundo editorial es una gran farsa, elige el humor para hablar de temas serios. Siempre supe… construye un espejo entre la ficción y la realidad con personajes inventados que no son otra cosa que entidades desdobladas del mismo autor o de sus amigos cercanos. La obra propone un juego de pistas y claves que permiten descubrir falacias y verdades. Antes de comenzar a escribir y a modo de investigación, Lago llamó a una agencia de escritores fantasmas en Nueva York para averiguar cuánto cobrarían por terminar la obra inconclusa de Vladimir Nabokov. “Sin el más mínimo asomo de sorpresa, y sabiendo muy bien de quién hablaba yo, consultaron un tarifario genérico y me arrojaron la cifra. 500 dólares sólo por recibirme”. No tenían ningún problema en hacerlo. “En Estados Unidos hay escritores profesionales para todo. Desde los que escriben las instrucciones de los electrodomésticos, hasta aquéllos que pueden terminar la obra póstuma de Vladimir Nabokov. Cada uno en lo suyo, son grandes escritores.”

Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee comienza con una escena similar. El narrador principal Benjamin Hallux –obsesionado como Lago con las 138 fichas de Nabokov– busca a Stanley Marlowe, el escritor fantasma más cotizado de Estados Unidos, para llevar a cabo la enorme tarea de “desentrañar la matriz de una novela póstuma dejada sin acabar por su autor, uno de los grandes escritores del siglo XX”. Ambos personajes se entregan a esta misión literaria que pronto desemboca en una aventura absurda y disparatada.

En el fondo, entre líneas, Eduardo Lago vuelve sobre sus obsesiones. Los libros, la vida y la muerte.