Proceso

"Voy intentar darle un poco de sal a la vida": Pedro Aranda y su libro debut

'El ruido que nos separa', el primer libro de un tímido ingeniero español que decidió escribir para darle emoción a su vida, ha sido editado tres veces en cuatro meses, incluye 'playlist' y llegará a Colombia. ARCADIA habló con él sobre su proceso creativo y sus motivaciones.

RevistaArcadia.com
8 de mayo de 2020
'El ruido que nos separa' es el primer libro del español Pedro Aranda. Foto: Instagram.

El escritor e ingeniero Pedro Aranda prefiere resolver por escrito las preguntas que la prensa tenga sobre su vida y su primera obra, El ruido que nos separa, un fenómeno editorial en España.

De esa forma, según dice, así puede darle “un poco más de juego” en las entrevistas. Sin embargo, el escritor e ingeniero hizo una excepción para ARCADIA y se animó a conversar por vía telefónica desde su casa, en la ciudad española de Cartagena, donde pasa su temporada de aislamiento. En esta conversación habló, entre otras cosas, sobre las fuentes de inspiración a la hora de escribir y el largo proceso de creación que concluyó en este libro, cuya llegada física a Colombia estaba pactada para este mes pero la pandemia ha puesto en entredicho. Llegó un copia, sí, que varios lectores se rotan.

A prueba de dudas

“No conozco a nadie más indeciso que yo (o tal vez, sí)”, admite Pedro Aranda. Tiene una lista de autores favoritos en los que invierte sin rechistar, como Ray Loriga, pero prefiere no comprar un libro de un autor que no conoce sin antes leer un avance; con eso garantiza que no perderá tiempo y dinero en un libro que abandonará en el tercer capítulo. También evita escribir en papel porque, según él, hace falta  “tener muy claro lo que quieres escribir en ese momento” y él descarta la mayoría de sus borradores.

Es posible decir que él no empezó a escribir por desamor, como suele decir a quien le pregunta, sino como una consecuencia natural de su personalidad sensible, huidiza ante las confrontaciones y los viajes en avión. Cuando era pequeño, escribía cartas en espiral a la niña que le gustaba y las dejaba en su pupitre durante el descanso. Él notaba que ella no giraba la hoja para leerlas mejor, pero era demasiado tímido para dirigirle cualquier palabra.

Ya de grande, Aranda fue invitado en una ocasión a un curso de trabajo en Chicago. A su jefe le emocionaba mucho la idea, al punto de hacer para él una lista de visitas obligadas y preguntarle constantemente por los preparativos, pero él se sentía aterrado por la idea de abordar un trasatlántico: “las pesadillas se reprodujeron por mil”. Tras muchas evasivas, Aranda se armó de valor en el último momento para comentarle que de ninguna manera tomaría un vuelo hasta allá. Todos los presentes lloraron. Ese día, por primera vez, sintió el impulso irresistible de sentarse a escribir para sí mismo.

La mujer con la que salía cuando ocurrió esto no pudo seguir el paso de ese momento sensible de su vida; ahí llegó el desamor que define como punto de partida. El tiempo libre que vio entre sus manos tras esa ruptura le sirvió la oportunidad para seguir escribiendo.

Sal a la vida

A pesar de haber encontrado un escape emocional en la escritura, los días de la vida de Pedro Aranda se repetían uno tras otro. “Mi vida se había convertido en una rutina superpasiva y supernegativa: madrugar, trabajar, sacar la basura, hacer la cena y dormir”, recuerda. Salir del círculo era difícil por dos razones. No tenía una afición de esas que tiene la gente, como ir al gimnasio, sacar al perro o salir a correr. Dejó de ver el fútbol actual —cuando lo había— porque perdió su esencia y le aburre: “me gustaba la idea del jugador gordo, sin tatuaje, que por la noche después del partido se va al bar con los amigos a tomar cerveza, pero tenía una calidad y una técnica tremenda”. Por si fuera poco, su trabajo le quitaba las fuerzas para hacer cualquier otra cosa que no fuera dormir apenas volvía a casa. Sin mayores distracciones, se había convertido en una máquina de trabajar.

En algún punto, hace dos años aproximadamente, tomó la determinación de “ponerle sal a la vida”: se puso a revisar lo que había escrito durante años y se animó a organizarlo e hilarlo para que fuera publicado. El resultado, su primer libro, ha sido bien recibido por los lectores y ya va por su tercera edición en cuatro meses. Entonces, ahora lleva una doble vida: se dedica a promocionar la obra mientras trabaja para una compañía holandesa.

Pedro Aranda

Pedro Aranda se animó a publicar sus escritos como una forma de escapar a la monotonía. Foto: Instagram.

Nada es imaginado

Aunque El ruido que nos separa es descrito como ingenioso y adictivo, su autor se considera una persona sin imaginación. Por ejemplo, reconoce que le cuesta seguir el hilo de las películas de ciencia ficción: “soy incapaz de aguantar más de diez minutos viendo El señor de los anillos, por ejemplo. Mi mente no entiende que haya árboles cantando. Algo parecido me ocurre con La guerra de las galaxias y el perro ese que habla con Harrison Ford”.

Según él, su novela no surgió por inspiración directa de la literatura o el cine: “no creo que haya tanto una influencia de alguna película ya rodada, sino más bien de la idea de una película por rodar”. Para construir las historias que comprenden la obra, Aranda se valió de sus propios recuerdos.

Las situaciones que viven los personajes se inspiraron en personas del entorno de Aranda, o bien, en sí mismo. “Desde la primera palabra hasta la última al final, todo lo he sufrido yo en primera persona o lo he visto en alguien muy cerca”. Uno de sus personajes, un asesino fugitivo, intenta coquetear con una mesera en un capítulo y visita un club swinger en otro. “Lo de ligar con la camarera lo hemos hecho todos, en mi caso más mal que bien”, reconoce el autor, mientras que la historia del club surgió de una conversación con un amigo que no veía desde hacía tiempo: “al preguntarle por su vida me salió por ahí, y me dio tantos detalles que dije ‘bueno, esto lo plasmo yo ahora mismo en otro capítulo’”.

Las líneas de borrador de esa primera inspiración se desdibujaron con el tiempo y tras el desarrollo de los personajes, que terminan conectándose entre sí. Las historias ocurren en puntos geográficos reales y muy distantes entre sí, y esa fue una decisión deliberada: “el mensaje que quería transmitir es que al final el dolor es el mismo, estés en Acapulco o en la India”. Las descripciones de los escenarios son bastante detalladas para haber salido de alguien que no es precisamente un viajero empedernido. Para lograr esa riqueza en detalles, el autor combinó la documentación sobre esos lugares con elementos de sus propios escenarios.

El ruido que nos separa

La portada de su libro muestra unos guantes de boxeo. Aranda reconoce que, aunque recrea escenas de una pelea de boxeo, nunca ha presenciado una. Foto: cortesía.

Impreso en papel y con música de fondo

A este ingeniero de profesión, en lo personal, no le simpatiza la idea de leer libros completos en formato digital. Él recomendaría leer El ruido que nos separa en formato físico porque siente que las personas necesitarán volver a algunos capítulos cuando los personajes se conecten: “la gracia está en que vuelva para atrás y yo creo que esa idea romántica de volver para atrás, mover las hojas, en el formato digital se hace muy incómoda”.

Además, Aranda espera que hagan uso de la playlist que preparó a propósito del libro. La lista tiene 45 canciones —una por cada capítulo— de artistas como The Doors, Maga y Stereophonics. Él cree que es una buena excusa para conectar y alegrar a sus lectores: “si yo, que he escuchado mucha y variada música en mi vida, puedo hacer que la gente conozca a nuevas bandas y pasen esta cuarentena de manera más entretenida, por qué no iba a hacerlo”.

Después de todo

Pedro Aranda borra más de lo que redacta. Algunos esbozos duran minutos en su teléfono, como también pueden quedarse por un par de días o sobrevivir en la app de notas. El ruido que nos separa le tomó mucho tiempo, tanto que, al volver a él en una ocasión, sintió que su estilo de escritura había cambiado y que era mejor reescribirlo o descartarlo. Durante la cuarentena no se ha dedicado a escribir como sí a clasificar cosas que ya había escrito y descartado. Algunas de ellas envejecieron bien y otras terminaron en la papelera de reciclaje.

En una época donde no conviene pensar a largo plazo sin decepcionarse, Pedro Aranda admite que aún no tiene planes de hacer otro libro. Su costumbre de escribir a la orilla de la playa en verano tendrá que esperar si la situación del mundo continúa igual. El plan más próximo es seguir cosechando, desde su casa, lo que sembró su libro debut.