Entrevista

“Las entrevistas son como la pornografía, nocivas pero agradables”

En su visita reciente a Bogotá, el escritor italiano Alessandro Baricco conversó con Arcadia sobre la novela que dividió a sus lectores en dos: a los que les gustó 'Seda' y los demás.

Tatiana Rojas
13 de febrero de 2018
Baricco nació en 1958 en Turín. Crédito: Pilar Mejía.

Seda sigue siendo el libro más leído de Alessandro Baricco en Colombia. Es la historia de un comerciante francés que viaja a Japón en busca de gusanos de seda y acaba dominado por el deseo hacia una mujer japonesa. La novela, de capitulos muy cortos, va más allá de la típica historia de amor. Por ejemplo, entre otras cosas, retrata la fragilidad que tienen los hombres ante la imaginación.

Baricco, filósofo, dramaturgo y director de la academia de escritura creativa Holden, asegura que el éxito de la novela, publica por primera vez en 1996, radica en la fuerza con que la escribió y por eso la puede disfrutar desde una barista hasta el lector más agudo. Pero también reconoce que, como le sucedió al escritor argentino Adolfo Bioy Casares con La invención de Morel, dividió a sus lectores entre los que solo leyeron Seda y los demás, que prefieren sus novelas más difíciles.

El escritor visitó Bogotá a principios de febrero para hablar sobre su exitosa novela Seda en la Librería Lerner. Arcadia habló con él sobre el libro, sobre su homenaje a la literatura de Gabriel García Márquez, Álvaro Mutis y Juan Rulfo en su reciente novela La esposa joven; y sobre sus motivos para odiar las entrevistas.

Hace 22 años escribió Seda. ¿Qué lo hace levantarse de su cama, tomar un avión y venir a Bogotá a hablar de ese libro una vez más?

(Risas) Para mí es una sensación extraña, siempre. Cuando me siento hablar no me acuerdo nada de Seda. Al inicio es como si hablara de un libro que escribió alguien más. Pero al frente tengo personas que lo leyeron hace un año. Esas personas tienen algo que me hace regresar con la mente a ese libro. Me lo traen cerca. Entonces, empiezo a tener otra vez en mi cabeza ideas sobre Seda. Y a veces hoy, después de 22 años, entiendo cosas que no había entendido en ese momento.

Desde que escribió Seda, salió una película y una edición ilustrada. ¿Cree que es demasiado para un solo libro?

Un libro no puedes tenerlo quieto.  Es como un hijo, después va por su camino solo. Hace un año en Buenos Aires hice un espectáculo de circo sobre Seda. Había gente dando vueltas en el cielo, sin mencionar una palabra, solo movimientos. Me gusta, quiere decir que el libro está vivo. Yo para él no hago nada más, pero él sigue viviendo en lugares muy lejanos a mí. Eso quiere decir que hiciste algo que tiene mucha fuerza.

Pero ha dicho en varias entrevistas que no es su mejor libro...

Cuando yo digo que no es mi mejor libro, lo digo desde un punto de vista del escritor. Porque yo he hecho libros más ambiciosos. Técnicamente más difíciles. Físicamente más extremos. Y de pronto tengo más afición por esos libros. Pero es razonable pensar que para el mundo Seda, Novecento y Océano mar hayan sido los más queridos.

Adolfo Bioy Casares es un escritor argentino quien dijo en una entrevista que sus lectores se dividían en dos: los que decían que La invención de Morel era su mejor novela y los buenos lectores. ¿Le sucede lo mismo a usted? ¿Divide sus lectores en los que leyeron Seda, es decir, lo que no son tan agudos lectores, y los demás?

(Risas) Sí, se podría decir. Seda es un libro muy extraño, porque puede gustarle a unos lectores muy refinados, pero también la barista se lo lee contenta. Pero hay gente que solo leyó cinco libros en su vida y uno era Seda. Es bastante mágico. En la vida lo logras de pronto un par de veces, puedes hacer libros que gustan a los lectores en general o puedes hacer libros para la gente que ha leído mucho. Pero que le guste a ambos es muy difícil.

Foto: Pilar Mejía

En algún momento usted habló de algunos escritores suramericanos que lo inspiraron. Cuéntenos, ¿quiénes son y qué agregó de ellos a su forma de escribir?

El último romance que escribí, La esposa joven, es un romance suramericano. Está ambientado en Italia, pero está escrito a la suramericana. Es una dedicación a la literatura del continente y si tu lo lees reconoces un sonido que viene de acá. Es una cierta construcción de la frase típica de Álvaro Mutis, Gabriel García Márquez y Juan Rulfo.

Si lo comparas con la forma europea de escribir, el modo suramericano se parece un poco a los árboles, a las flores que hay en sus paisajes. Es una belleza muy solemne y casi derrochada. Algo que no puedes controlar de verdad. En cambio la frase literaria europea es muy controlada. Hay frases de García Márquez que se escapan de él. El escritor argentino Osvaldo Soriano, que me gusta mucho, tiene una expresión: “triste, solitario y final”. Marcel Proust nunca lo hubiera escrito así, porque en la frase no se sabe qué quiere decir la palabra “final”, es un significado evanescente. 

A usted ha dicho que no le gusta la poesía, pero que el único poeta que ha leído este año es a César Vallejo ¿Por qué él?

No me gusta, es verdad. Pero leo uno al año. Estaba en Perú y una persona que conocí se puso a recitar cuatro versos de Vallejo, que para mí fueron muy bonitos. Entonces busqué en Google ¿quién es Vallejo? y veo unas fotos de él bellísimas. Esa cara como de piedra me dio curiosidad y busqué su poesía. En cierto momento, me llegó el deseo de traducir dos poemas de él. Pedí ayuda a alguien que sabía bien español, porque son muy difíciles. Y, muy lentamente, lo traduje. Si tu eres una persona normal, lo que te viene a hacer naturalmente con la poesía es leerla en voz alta y si eres escritor lo que te sale natural es traducirla en tu idioma.

De usted han dicho que odia las entrevistas, pero es muy simpático cuando las ofrece. ¿Es resignado a darlas?

(Risas) Lo que pienso de las entrevistas es que empeoran el mundo. Los escritores no deberían decir nada. Cuando uno escribe un libro debería quedarse callado. Cada entrevista es como quitarle el sentido real del libro. Pero si el periodista es inteligente, me gusta dar las entrevistas. Me divierto. Son como la pornografía, agradables pero nocivas. 

Finalmente, ¿cómo es su relación con el éxito? 

El éxito toca tenerlo, es importante. Ahora me es bastante indiferente, porque estoy satisfecho. Ya lo probé. Entonces ya no es tan importante como antes. Me gusta obviamente cuando vendo muchos libros, pero cuando ya escribiste 10 o 12 novelas ya no es como el comienzo. Al principio, te vuelves más libre. Puedes hacer lo que quieras, hasta escoger no tener éxito. En mi caso, después de Seda escribí un libro complicado y largo. Es fantástico poder escoger que no voy a tener el mismo éxito. No tienes esa especie de enfermedad de ser reconocido. Ahora vendo la mitad de las copias que vendía hace 15 años. Pero me despierto muy feliz... de mis libros, porque la vida es otra cosa.