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La casa de la belleza: una ventana a la sociedad bogotana

La escritora colombiana Melba Escobar de Nogales habló sobre su nueva obra La casa de la belleza, una novela negra que presenta un panorama de la élite bogotana.

María Alejandra Peñuela
18 de marzo de 2015
Melba Escobar de Nogales

Usted se graduó de la universidad con una tesis sobre periodismo literario, y esta novela parece tener un gran trabajo de reportería. ¿Cómo juegan el periodismo y la literatura en La casa de la belleza?

Sin duda es una novela que tiene un trabajo de reportería bastante riguroso y largo. En parte porque siempre me ha gustado hacer crónica y es algo que he hecho bastante. Cuando hice esta tesis en periodismo literario la discusión era si el periodismo narrativo era o no un género de la literatura y lo que yo pretendía demostrar era que sí.

Este ha sido un camino que siempre me ha interesado porque esa frontera entre el periodismo y la literatura es más delgada de lo que uno cree. Yo siento que mucho de lo que está pasando en Colombia es muy literario, y lo que pasa en política, en actualidad, en la vida social que tiene el país, desde la atención que reciben los reinados de belleza pasando por la manera en que se deja a un lado como se vuelan los corruptos. Sabía que quería hablar de eso, pero no tenía una idea para hacer una crónica que normalmente es una idea mucho más estructurada y fija. Más adelante cuando ya había escrito un buen número de páginas empecé a sentir que la historia necesitaba nutrirse mucho más de esa actualidad e incluso de la noticias de los periódicos.

La novela se esfuerza por presentar un panorama hiperrealista de la sociedad bogotana, ¿de dónde partió esa visón de lo real?

El proceso de investigación arrancó con un par de visitas que hice a un salón de belleza en Bogotá al que cada vez que iba salía entre rabiosa, deprimida y con ganas de escribir, por lo que pasaba allí. Lo primero que se me ocurrió fue ofrecerle a Daniel Samper una crónica para Soho sobre una peluquería, pero muy rápido tenía treinta páginas y me di cuenta que eso no era una crónica y que tenía una cosa mucho más visceral que además conectaba otros temas. Era un lugar, un microcosmos del cual podía conectar muchos odios.

¿A qué se refiere con odios?

Por un lado es el estrato más alto el que acude a este salón de belleza y uno empieza a ver las tensiones incluso entre ese estrato. Eso me interesaba particularmente por que se supone que los temas aquí son más de castas y discriminación entre estratos pero en el mismo estrato seis hay muchas tensiones entre los nuevos ricos, los ricos de siempre y los que se sienten con unas licencias históricas y sienten que los otros son unos advenedizos. Las peculiaridades de estas dinámicas me interesaban mucho, en términos de estudiar el lenguaje, lo simbólico, la forma de vestirse, la forma de expresarse y la expresión corporal, pasando por una Josefina de Brigard a una Karen, la presentadora que aparece en la novela.

Sí, todos pueden vivir en un mismo edificio pero no se sienten en lo más mínimo iguales. Me parece interesante como somos de creativos para remarcar las diferencias. Cuando se trata de las diferencias entre un estrato dos y seis el trato es distinto y la manera de discriminar también, pero me impresionó que en el mismo círculo existan esas tensiones también. El desprecio de unos hacia otros no solamente es un tema de clases, también es un tema de regiones y uno de género. Son unas tensiones que abarcan todos los aspectos de una sociedad.

La novela se nutrió de un escenario bogotano, ¿cree que la novela podría reflejar un problema social en las regiones colombianas también o es un retrato de la sociedad bogotana y las regiones venidas a la capital?

Es una pregunta difícil. Aunque nací en Cali, he vivido toda mi vida acá (en Bogotá) y me considero bogotana. El mundo que conozco mejor es este, pero yo creo que no es igual. Creo que el tipo de clasismo bogotano es muy particular y muy diferente del que uno puede ver en las regiones. En esta novela hay una exploración muy específica de los rituales, los gestos y los símbolos bogotanos.

En ese espacio de la peluquería que atiende Karen se desvelan historias muy privadas de sus clientas, ¿por qué escogió la novela negra para narrar esa colección de historias tan íntimas que finalmente se congregan todas en Karen?

Es curioso porque eso fue casi un accidente. Yo comencé narrando lo que pasaba en esta peluquería. Cuando empecé tenía claros algunos personajes: el escritor de autoayuda, el congresista corrupto, Karen y Claire. Los demás personajes fueron naciendo en el camino. Lo que no sabía era como conectar a todos estos personajes.

Yo soy una muy buena lectora de Claudia Piñeiro, una argentina que como muchos autores latinoamericanos están volviendo a la novela negra y siento que hay un resurgimiento de este género, porque la novela negra tiene una particularidad y es que justamente logra conectar cosas que otras novelas no, como los aspectos sociales, culturales, políticos y económicos. El crimen se vuelve un detonante totalizador de mundos y de realidades que difícilmente  se conectan de otro modo.

Así que cuando sentí que me estaba quedando muy rápido sin gasolina, dije, “tengo que matar a alguien”, y fue así que llegué a la novela negra. Cuando decidí matar a este personaje me sentí encartada porque no sabía qué hacer con el cuerpo, y ese fue un momento difícil donde tuve que leer, explorar y fue así como accidentalmente llegué al género.

Ahora siento que me gustaría explorarlo más, porque soy muy nueva en esto y es un género que tiene mucho para dar.

El personaje de Karen me pareció una especie de Lazarillo de Tormes que logra conocer la intimidad de todas las clases sociales ¿Por qué escogió el escenario de un salón de belleza?

Sin duda es un personaje que logra entrar en muchos espacios. Aquí es particularmente intensa la relación que se genera entre estas mujeres y me parece difícil imaginar un espacio donde esas relaciones sean más íntimas que en una peluquería. Para mi hay un juego muy claro entre Claire y Karen. Cada una es una especie de psicoanalista de su mundo. Karen termina escuchando a muchas personas, quizá tiene otras herramientas, recomienda libros de autoayuda en lugar de hacer una regresión, pero cada una a su manera es un escucha. Ellas logran un cierto nivel de compasión y compresión del otro. Creo que esos espacios se dan en la peluquería. No solo están los temas de la belleza, ni de pasar por toda clase de padecimientos físicos para verse mejor sino que también hay un tema de buscar una complicidad, un consuelo y una cercanía.

Hablemos sobre los problemas de género que trascienden la barrera del estrato social, pues tanto las mujeres ricas como las pobres sufren en esta novela agresiones por parte de los hombres.

Yo tengo la percepción de que no solamente las mujeres salen mal libradas en la novela. Siento que los hombres también se ven perjudicados. Sin duda de maneras muy distintas, pero me parece importante, para empezar, decir que hay una relación necesaria entre los dos géneros. Lo uno no se da sin lo otro. Hay una corresponsabilidad entre la desgracia de unos y otros que creo se alcanza a intuir en la novela.

Yo creo que es una novela crítica especialmente frente a las mujeres. Finalmente hay algunas mujeres que tiene la oportunidad de hacer algo por las demás pero la sensación es que al final esa solidaridad no es más que un espejismo. Predominan los prejuicios y los temores por encima de la voluntad de ayudar. Eso me pareció muy poderoso a nivel narrativo y simbólico. Incluso estando en una posición privilegiada la gente se acomoda y es difícil tender una mano.

¿Y qué pasa con las mujeres de estrato más bajo?

Esas mujeres son víctimas de un contexto en el cual estamos tan involucrados hombres como mujeres. Por supuesto estamos en un medio, que como dice la novela, objetiva a la mujer  a unos límites bastante grotescos, pero es algo de lo cual es mucho más difícil librarse si se pertenece a un estrato bajo. La ilusión, como la de la madre de Karen, de pensar mi hija es bonita luego vamos a salir de pobres sin pensar en cuál es el subtexto de ese mensaje hace parte de ese imaginario. Este es un retrato de uno de los aspectos de que hacen que el país tenga fallas. Es un tema de no tener más opciones, de la belleza como una trampa y de cómo estamos tan acomodados en nuestro pequeño territorio y en nuestro pequeño estrato que es muy difícil ponerse en los zapatos del otro. Es un tema muy frustrante.