BICENTENARIO
Jane Austen: más que una dama
Orgullosa, revolucionaria e hilarante, la autora británica sigue fascinando a millones de lectores dos siglos después de su muerte. ¿En qué radica esa magia? #200AñosJaneAusten
Una taza de té humeante y un sillón que ojalá apunte a una ventana con vistas a una pradera verde, mientras los dedos se deleitan al pasar las páginas del libro y la mente viaja a aquellos salones de fiesta ingleses donde las jovencitas danzaban en vestidos de muselina blanca, cortejadas por guapos muchachos que aspiraban a la milicia, la armada o la carrera de leyes, con sus cabellos cortos y peinados hacia adelante, como una suerte de predecesores históricos de Justin Bieber. El prejuicio indica que ese debería ser el estado ideal para leer las obras de Jane Austen.
Pero la realidad es que gracias a que sus derechos de reproducción son públicos, hace más de un siglo es posible leerla también de manera gratuita en cualquier dispositivo electrónico, en un cuarto oscuro, mientras el bebé duerme para recuperarse de una aparatosa gripa. Y no importa, porque el viaje al mundo que ella creó, gracias a su prosa incandescente y sus vívidos diálogos cargados de humor, es tan potente que aun en esas circunstancias logra transportar al lector a la campiña de su Hampshire natal, a las casas de esas familias de clase media de finales del siglo XVIII y principios del XIX, y lo hace enamorar de sus heroínas elocuentes, y le roba más de una carcajada admirada que debe ahogar para no despertar al niño que descansa ahí.
El 28 de enero 1813 se publicó ‘Orgullo y Prejuicio‘ la más famosa de las novelas de Jane Austen. Esta ilustración es de la edición de 1895.
Cuando Jane Austen falleció en la madrugada del 18 de julio de 1817 eran pocos los que entendían el valor que llegaría a tener su obra dentro de la historia de la literatura. Es más, su propia familia prefirió ignorar su oficio a la hora de grabar la inscripción en la piedra de mármol negro que cubre su tumba en la catedral de Winchester. Su hermano Henry Austen, también su mayor promotor en vida, repetía una y otra vez después de la muerte de Jane que: “la vida de mi querida hermana no fue una vida de eventos”. Su sobrino James Edward Austen-Leigh fue el primero en atreverse a escribir su biografía. El libro de 1869 Memoir of Jane Austen, busca exaltarla pero se concentra en destacar una y otra vez la vida simple, gentil y doméstica de su tía, a la que pinta como una escritora aficionada para quien redactar novelas era poco más que un hobby. Una ocupación que le generaba tal vergüenza, por ser mujer y dedicarse a tareas que no eran consideradas femeninas, que prefería escribir en papeles pequeños que pudiera esconder cuando el chirrido de la puerta le avisara la llegada de un visitante.
Pero la Jane Austen que podemos ver hoy, 200 años después de su muerte, insiste en alejarse de esa imagen dócil y acartonada para revelar la mente brillante de un genio literario consolidado y fresco aun en pleno siglo XXI. Una pluma que redactó mucho más que simples novelitas romanticonas diseñadas para hacer suspirar. “Sus novelas tienen un ritmo, una tensión y una velocidad que bien podrían pertenecer a un mundo digital”, asegura la escritora Melba Escobar. Esa es una de las razones por las que sus escritos cuentan con cientos de adaptaciones a la pantalla.
“He aquí una mujer por el año 1800 escribiendo sin odio, sin sermones. Así escribía Shakespeare, pensé, leyendo Antonio y Cleopatra; y cuando la gente compara a Shakespeare y Jane Austen, querrán decir que la inteligencia de los dos había consumido todas las trabas; y por ese motivo no conocemos a Jane Austen y no conocemos a Shakespeare, y por ese motivo Jane Austen está en cada palabra que escribía, y lo mismo Shakespeare. Si algo sufrió Jane Austen por sus circunstancias fue por la estrechez de vida que le impusieron. Una mujer no podía salir sola. Nunca viajó; nunca anduvo en un ómnibus por Londres, ni almorzó sola en una tienda. Pero tal vez era natural en Jane Austen no necesitar lo que no tenía. Su talento y sus circunstancias armonizaban completamente”, escribió Virginia Woolf en Un cuarto propio. Aunque la mirada de Woolf, que se atreve a comprar al Bardo de Avon con la creadora del señor Darcy, ya es bastante generosa para su época, sigue quedándose corta con lo que en verdad fue esta autora orgullosa, obstinada y genial.
Comencemos destacando el prodigio de su talento. A pesar de ser mujer, y de haber recibido como única educación un par de años de escuela primaria, dedicó gran parte de su vida a la lectura y la escritura. Al principio era algo para entretener a su familia en las tardes después de la cena, pero luego tenía la firme intención de publicar y ser leída. Desde muy joven redactar historias para sus padres, hermanos, parientes, visitas y quienes ayudaban con el servicio en su casa. Fue así como a los 14 años ya había escrito una novela epistolar llamada Love and Friendship llena de escenas trágicas y graciosas en donde las protagonistas toman turnos para caer desmayadas ante la violenta muerte de sus enamorados. Antes de los 19 terminó su tercera novela de correspondencia, Lady Susan, la cual se convirtió en la más reciente adaptación cinematográfica de la obra de Austen. La película, protagonizada por Kate Beckinsale y Chloë Sevigny, se estrenó el año pasado. Cuenta la historia de una viuda alegre, Lady Susan Vernon, una seductora mujer madura que deja una estela de desorden a su paso. Es una rompe hogares y busca fortunas; un personaje avezado para una jovencita de provincia en épocas de tanto aprecio hacia la castidad.
Como si fuera poco para demostrar su portentoso talento, vale la pena destacar que sus obras más famosas: Orgullo y Prejuicio, Sentido y Sensibilidad y Northanger Abbey, fueron escritas antes de cumplir los 25 años. Esto puede parecer la receta para una vida soñada, exitosa, llena de laureles, la realidad de su tiempo se impuso sobre la autora. Nadie quiso publicar sus textos, pues además de ser mujer, era de familia humilde de clase media con pocas conexiones. A esto se sumó el fracaso amoroso, que se dio por las mismas razones. A pesar de haberse enamorado, y aparentemente correspondida en sus sentimientos, del joven estudiante de leyes Tom Lefroy, la familia de él se opuso a la unión pues Austen no poseía una dote significativa. Además, tal y como las protagonistas de varias de sus novelas, su madre y su hermana Cassandra dependían por completo de su padre. Su muerte, que ocurrió por esa época, las dejó a merced de la caridad de los varones de la familia, únicos herederos de las tierras y la casona de Steventon, donde creció Jane.
Jane habría podido liberarse de su precaria situación económica por medio de un buen matrimonio que le asegurara estabilidad, un hogar, un propósito dentro de su sociedad. En efecto en 1802 recibió una propuesta de matrimonio de Harris Biggs, el hermano menor de sus amigas íntimas, y aunque en un principio aceptó, a la mañana siguiente se retractó. No estaba dispuesta a casarse sin amor aunque esa idea fuera vista como absurda en su época, en especial para una mujer en sus circunstancias. A los 27 años asumió la soltería como su destino. Pero ella pronto descubrió que lejos de ser una condición aterradora, en su caso podría convertirse en la única forma de ser libre, como cuenta Claire Tomalin en el libro Jane Austen. A life.
Diez años después de haber terminado los manuscritos los retomó, corrigió y arregló antes de presentarlos de nuevo a un editor, quien sí aceptó publicarlos. Sentido y Sensibilidad y Orgullo y Prejuicio fueron recibidos con emoción por sus contemporáneos, aunque nadie supiera en ese momento quién estaba detrás de aquellas novelas, firmadas por “A Lady”. A pesar de que el anonimato se consideraba femenino, humilde y admirable, Jane soñaba con el reconocimiento. Su ego de escritora, de trabajadora, deseaba que el mundo entero supiera de dónde venía aquella inspiración. “Debo confesar que la pienso como la criatura más encantadora que haya aparecido impresa jamás. Y ¿cómo habré de tolerar a aquellos que no gusten de ella? No sé”, escribió sobre su personaje Elizabeth Bennet en una carta a su hermana Cassandra, palabras de alguien muy distante de la mujer sencilla y humilde que su familia quiso eternizar. En efecto, con su tercera novela publicada, Mansfield Park, rompió su anonimato. Además logró hacerse a ingresos, que fueron significativos para una mujer de su clase y educación. Con los piropos de sus lectores, y también sus críticas, se dio por bien servida, al punto de llevar un cuaderno en donde apuntaba todas las opiniones que recibía acerca de sus textos.
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Austen transcribió lo que la gente pensaba de ‘Mansfield Park‘ en esta lista. Foto: British Library
“Las novelas de Austen tienen romance, pero este siempre está situado dentro de un problema social como el primogenitor, la esclavitud, las estructuras de clase, la falta de hogar, la vida restringida de las mujeres de la clase media, la pobreza entre mujeres gentiles y la guerra, pues 25 de los 41 años de vida de Austen fueron años de guerra”, explicó Carol Pippen, doctora en literatura y miembro de la Jane Austen Society of North America. “Todas las mujeres en Austen han asumido sus propias vidas, sus juicios y su valor. Ellas deciden”. Es decir que no sólo validó a las mujeres como protagonistas de historias, sino que además las dejó decidir sus destinos, a pesar de estar confinadas a un sistema que no les era nada favorable. Jane Austen fue una revolucionaria.
También fue una comediante que hizo uso del lenguaje, de la ironía, para reflejar la sociedad de su tiempo. “En casi todas sus novelas el tema central no es el amor sino la hipocresía, las máscaras y los imperativos de los hombres y las mujeres para funcionar en la sociedad”, dijo la escritora colombiana Pilar Quintana. No fue una mujer sumisa que escribía en papeles pequeños para doblar y esconder. Ella sentía rabia, así le escribió a su hermana, al ver personas en la calle leyendo libros distintos a los suyos cuando ya había alcanzado reconocimiento. En una de sus últimas cartas, dirigida a su amiga la institutriz Anne Sharp, antes de su muerte a los 41 años, citó a la bruja francesa del siglo XVII Eléonore Galigai de Concini. Se supone que dijo, antes de ser quemada, que su magia era simplemente la energía que los espíritus fuertes ejercen sobre los débiles. La de Austen se sigue ejerciendo, en la potencia de sus escritos y la fascinación que despierta en millones de académicos, escritores, literatos y fanáticos de su obra.