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La tiranía de un demente
Según Émile, su padre es experto en artes marciales, espía y exorcista. También es violento y cruel. “La profesión de mi padre” -del galardonado escritor Sorj Chalandon- cuenta la historia de un niño atrapado entre los delirios de su padre, y una Francia agitada por el conflicto con Argelia.
La evocación del padre, el primer ídolo infantil, la primera figura a la cual imitar: un universo condensado en un solo hombre tutelar, poderoso, invencible. El infierno de su fuerza, de su demencia, de su voz cargada de insultos, de sus golpes imposibles de esquivar. Un ídolo al que se teme y se odia. Un padre. Como tantos o como pocos: cada quien tendrá su historia.
En La profesión de mi padre, Sorj Chalandon hace un retrato magnífico de un personaje igualmente magnífico, pero despreciable. Un padre violento, impositivo, celoso, desconfiado y paranoico que en el auge de su demencia configura e impone un pasado inventado a su hijo, un niño frágil, indefenso y crédulo que traga cada palabra como si fuera una verdad inobjetable, construyendo imágenes como si las estuviera viendo en una pantalla de cine: un niño que cree la versión del mundo de su padre, de su antigua vida de heroísmos, se convence de ella y la defiende como una causa de guerra.
Narrada desde la voz de Émile Choulans, un niño asmático que teme más que ama a su padre André, la novela transcurre en la Francia de los sesenta, agitada por el conflicto bélico de Argelia. Chalandon construye un personaje central al que es imposible no detestar desde las primeras páginas, capaz de desdibujar los límites entre el conflicto que ocurre afuera, lejos de las fronteras, y la terrible vida cotidiana de silencios y rigores militares. En su paranoia, en su mitomanía, André Choulans comisiona a su hijo oficios inútiles, convenciéndolo de ayudar a una causa patriótica: defender a Francia del general Charles de Gaulle. Convencido de su militancia en la Organización del Ejército Secreto (OAS), una organización terrorista francesa de extrema derecha, Émile terminará por ponerse en riesgo a sí mismo guiado por delirios del padre, procurando además replicar el terror del que es víctima: la violencia de los pequeños es el reflejo de una violencia iniciada por los grandes, dicen.
Y por supuesto, está la madre. Denise, una mujer sumisa, silenciosa y asustada que jamás alza la voz ni la mirada ante el tirano, ante el abusador. Una mujer que un día deja de cantar para siempre y que oculta incluso las señales de afecto hacia su hijo por temor. Es un personaje bellísimo que puede ser cualquiera y en el que podría oírse la voz de tantas mujeres silenciadas, maltratadas, humilladas y que, sin embargo, convierte el silencio en su arma, y quizás -vaya uno a saber si por convicción o por torpeza- en su venganza. Una preciosa e irónica quizás, pero definitiva: el silencio que es la muerte verdadera.
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La profesión de mi padre, publicada para Colombia por Panamericana editorial en 2019, es una novela que cala hondo porque retrata conflictos que hoy siguen vigentes: los roles dentro de la familia, la violencia machista, la imagen del hombre proveedor, dueño de verdades irrefutables que es capaz de imponer contra toda racionalidad. Puede tener una lectura política, claro (la misma historia tiene un trasfondo político): la demencia de aferrarse al poder al costo que sea, por ejemplo, o la incapacidad de asimilar la propia pequeñez: André Choulans arrebata historias ficcionales, para nutrir su propia historia y así desdibujarse, haciéndose uno con sus mentiras.
Chalandon (escritor nacido en Túnez y nacionalizado francés) capta en esta novela de 270 páginas el conflicto de una época que sin embargo es atemporal. No hay manera de torcerle el cuello al espíritu humano seducido por el poder. A lo largo de los capítulos, Émile se esfuerza por aferrarse a su temor disfrazado de afecto y por descubrir alguna señal de amor en los gestos displicentes de un padre atrapado en la demencia, hasta que la distancia termina por ser su única defensa para dejar de admirar la vida inventada del padre y darle espacio a su propia forma de habitar el mundo y a su oficio de restaurador de obras de arte.
Este es, a pesar de que la figura paterna está atravesada en cada página, un relato sobre la orfandad. Estar desamparado ante la figura protectora es igual a ser huérfano, a estar solo ante un mundo hostil. ¿Ante quién buscar resguardo cuando son los guardianes quienes nos agreden? ¿Qué queda cuando aquel que debe procurar cuidado se vuelve una amenaza? En tiempos en que los protectores se han hecho ante todo censuradores por medio de la fuerza, son preguntas que vale la pena hacerse.
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