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La trascendencia de lo cotidiano: ‘Me casé por alegría’, de Natalia Ginzburg

Recientemente, Acantilado editó la obra teatral 'Me casé por alegría', la primera de once que la escritora italiana publicó entre 1965 y 1991.

Mateo Navia Hoyos
21 de diciembre de 2018
Natalia Ginzburg. Foto por Marisa Rastellini/Mondadori Portfolio via Getty Images-

Es innegable: en los días que transcurren las mujeres son protagonistas en la esfera pública. Políticas, filósofas, científicas, poetas, columnistas, ensayistas, literatas, directoras cinematográficas, dramaturgas, y un prolongado y agradable etcétera. A esta corriente se han sumado editoriales que se han dedicado a reeditar a escritoras de décadas pasadas que, por sus dotes intelectuales indudables e insoslayables, merecen un sitial en la historia de las letras, de la cual fueron excluidas durante siglos. Entre los innumerables casos, la editorial Lumen comenzó a editar los libros de Natalia Ginzburg en 2016, año del centenario del nacimiento de una de las voces imprescindible de la literatura italiana del siglo XX, sumándose a los libros publicados por Acantilado y Pre-textos en décadas anteriores.

Columnista, ensayista, dramaturga, novelista, la fama de Ginzburg en Europa comenzó en la década de 1960, cuando su libro Léxico familiar, publicado por Einaudi en 1963, obtuvo el reputado premio Strega, y logró, al decir de Juan Carlos de Miguel y Canuto: “dignificar, plasmándolo y rotulándolo, un extendido acervo oral, algunas de cuyas ocurrencias, las de su entorno inmediato, elevó a la categoría de material literario”.

Recientemente, Acantilado editó la obra teatral Me casé por alegría, la primera de once que publicara Ginzburg entre 1965 y 1991. Esta dramaturgia, debo anunciar, carece de especificaciones lumínicas, sonoras y escenográficas, aunque estas últimas pueden deducirse de las situaciones de los tres actos que conforman la obra: una habitación matrimonial y un comedor. Las acotaciones se restringen a indicar ingresos y salidas de los personajes, y la potencia y la fuerza de la obra se encuentra en los coloquios.

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La fábula es sencilla: un hombre y una mujer conversan sobre la premura que tuvieron para casarse, mientras detallan las marcas que les dejó a cada uno la historia de la vida familiar. Ambos, en coordinación con la empleada doméstica, preparan la acogida que le darán a la madre y la hermana de él, para que conozcan a la mujer que se llevó de casa al hijo, al hermano.

Los cinco personajes –Pietro y Giuliana, los recién casados; Vittoria, la empleada doméstica; Ginestra, la hermana de Pietro, y la Madre de Pietro–, revelan sus identidades mediante las palabras que pronuncian, y hacen recordar, por el tono chejoviano que emplean en sus intervenciones, la magnífica biografía que escribiera Ginzburg, Antón Chéjov. Vida a través de las letras.

Y aunque el protagonismo de la dramaturgia descansa en Giuliana, es en la voz de Pietro de quien escuchamos, escurridizo, el título de la pieza. Le dice Giuliana: “Entonces si no te has casado conmigo por lástima, ¿por qué lo has hecho?”; y Pietro le responde: “Por alegría. ¿No te das cuenta de que me casé por alegría? Pero sí, lo sabes, lo sabes perfectamente”.

Natalia Ginzburg, una escritora para leer y releer despacio, con tranquilidad y, sobre todo, con los sentidos abiertos y dispuestos a dejarse inundar por sensaciones que van del llanto a la risa, de la ironía al sarcasmo, de la conmoción sensible a la revelación intelectual. Me casé por alegría, una dramaturgia en la que transita un humor delicado y sutil, en la que se mantiene la agudeza de Ginzburg para desvelar la identidad de los personajes a partir de las palabras que profieren, en la que perviven los giros sorpresivos de sus ensayos, y en la que continúa inmortalizándose con una escritura sincera y honesta que logra extraer la trascendencia de lo cotidiano.

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