Poesía

“Los caballos de la luna tienen sólo tres piernas”: 9 poemas a la luna

Poemas a la luna, en la luna, con la luna, sobre la luna, dentro de la luna o detrás de la luna. ARCADIA presenta una breve antología para celebrar los 50 años de la primera vez que el hombre pisó el suelo del único satélite que tiene la tierra.

12 de julio de 2019
'Papilla lunar', de Remedios Varo.

Luna

Mark Strand

El hombre en la luna es un conejo en México
La luna es la hija olvidada del sol
Un fuego en la luna jamás es visible
La luna añora la visita de los pájaros
El sueño de la luna termina en tinieblas
La luna es el ojo del erudito
De costado la luna sigue siendo la luna
En el cielo del invierno la luna tiembla
Las alas de la luna fueron arrojadas al mar
Un político en la luna - ¡qué triste!
Vacía la luna y vacía tu corazón
La luna es una piedra que flota
La luna duerme con el gorro puesto
Hace mucho tiempo la luna tuvo piernas
Piero della Francesca nació en la luna
Un pavo real vive en la luna cuando puede
Los caballos de la luna tiene sólo tres piernas
Las almohadas de la luna se han convertido en piedra
Oh, si la luna pudiera hablar sólo diría “Oh”
El dinero es chatarra en la luna
Los mormones sueñan con más lunas
En la cama con la luna una mujer llora
El museo de la luna está mal iluminado
Levemente la luna se desplaza
Si cayera la luna por poco no acertaría en la tierra
Cuidado con las secretarias barbudas de la luna
En un millón de años la luna cantará

Traducción de Eduardo Chirinos

La luna 

Jorges Luis Borges

A María Kodama

Hay tanta soledad en ese oro.
La luna de las noches no es la luna
que vio el primer Adán. Los largos siglos
de la vigilia humana la han colmado
de antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo.

1969

Adam Zagajewksi 

Murió Gombrowicz; los americanos andaban por la luna,
Saltando con cuidado, como temiendo que se hiciera añicos
Erbarme dich, mein Gott, cantaba una mujer negra en una iglesia.
Fue un tórrido verano, el agua de los lagos dulce y caliente.
Seguía la guerra fría, los rusos ocuparon Praga.
Nos encontramos por primera vez ese año.
Sólo la hierba, amarilla y cansada, era inmortal.
Murió Gombrowicz. Los americanos andaban por la luna.
Tiempo, ten piedad. Destrucción, ten piedad.

Traducción de Xavier Farré 

Para que veas que no te guardo rencor

Nicanor Parra 

te regalo la luna
seriamente -no creas que me estoy burlando de ti: 
te la regalo con todo cariño
¡nada de puñaladas por la espalda! 
tú misma puedes pasar a buscarla 
tu tío que te quiere
tu mariposa de varios colores
directamente desde el Santo Sepulcro.

“Esto”

Jorie Graham

Luna llena, y las ramas del árbol vacío—corrección—las ramas
del árbol,
la exponen y rescatan, de repente, la dejan fluir y aumentar un poco, después
la envuelven otra vez,
tratándola como algo sin valor, ningún tesoro allí arriba se torna más
azul e incandescente,
cuando el viento agavilla las altas y extendidas ramas con in-
teligencia
en su nerviosa continuidad—de este minuto, de aquel—
Toda la luz de allí
toca estas ramas como cuerdas hasta que
puedes
escuchar la
helada ofrenda del invierno que es el viento entre los árboles que velan y
desvelan la luna, y hace
frío y
dentro de la casa alguien
manda instrucciones. Alguien cree que la muerte se puede
reparar.
Dentro hay magia, las huellas de pisadas nunca se hacen
visibles. La luna extiende su fluido en este ir y venir
humano sin dejar ahí huella. La luna
por toda la
idea de que ese “todo”
podría ser (y a nadie le importaría) un
juego. Ruido, sacerdotes, provincias, códigos postales,
se enroscan en la hierba
en torno a él. Los colectivos
toman el poder. El honor existe. El castigo justo existe. El sonido de
esclavos que noson liberados. A los que se dice: queda otra vez pospuesto. La esperanza tal
como ahora existe en
ellos. Los que una vez vivieron cómo no están
aquí en esta
luz de luna, y cómo hay cosas en ella de las que uno se avergüenza
al instante, y también, al con-
templarla, el sentimiento de una lengua materna en la boca—y cómo, al mirar más lejos, puedes
hacer que esos árboles se apoyen, argentados, en
la idea de lo universal—apoyarse realmente—los extremos de sus ramas intentan
arañarla—
Hasta que crepita en uno: cómo podría uno engendrar, es lo que dice el
resplandor, y que no existen países
lejanos, sí los enemigos, y como si buscases el gran manto de
individualidad (luminoso) y de
inocencia y de fortuna—levanta tu mirada: el torturador bosteza esperando que termine
su día—se apoya en
los árboles para descansar, el instrumento destella, él levanta su mirada.

Traducción de Rubén Martín 

Versos a la luna

Luis Carlos López

¡Oh luna, que hoy te asomas al tejado
de la iglesia, en la calma tropical,
para que te salude un trasnochado
y te ladren los perros de arrabal!

¡Oh luna… En tu silencio, te has burlado
de todo!... En tu silencio sideral,
viste robar anoche, en despoblado,
y el ladrón era el juez municipal…

Mas tú ofreces, viajera saturnina,
con qué elocuencia en los espacios mudos,
consuelo al que la vida laceró,

mientras te cantan en cualquier cantina,
melancólicos bardos melenudos
y piojosos, que juegan dominó…

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Luna y panorama de los insectos 
(poema de amor)

Federico García Lorca

La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul.

Espronceda 

Mi corazón tendría la forma de un zapato
si cada aldea tuviera una sirena.
Pero la noche es interminable cuando se apoya en los enfermos
y barcos que buscan ser mirados para poder hundirse tranquilos.

Si el aire sopla blandamente
mi corazón tiene la forma de una niña.
Si el aire se niega a salir de los cañaverales
mi corazón tiene la forma de una milenaria boñiga de toro.

Bogar, bogar, bogar, bogar,
hacia el batallón de puntas desiguales,
hacia un paisaje de acechos pulverizados.
Noche igual de la nieve, de los sistemas suspendidos.
Y la luna.
¡La luna!
Pero no la luna.
La raposa de las tabernas,
el gallo japonés que se comió los ojos,
las hierbas masticadas.

No nos salvan las solitarias en los vidrios,
ni los herbolarios donde el metafísico
encuentra las otras vertientes del cielo.
Son mentira las formas. Sólo existe
el círculo de bocas del oxígeno.
Y la luna.
Pero no la luna.
Los insectos,
los muertos diminutos por las riberas,
dolor en longitud,
yodo en un punto,
las muchedumbres en el alfiler,
el desnudo que amasa la sangre de todos,
y mi amor que no es un caballo ni una quemadura,
criatura de pecho devorado.
¡Mi amor!

Ya cantan, gritan, gimen: Rostro. ¡Tu rostro! Rostro.
Las manzanas son unas,
las dalias son idénticas,
la luz tiene un sabor de metal acabado
y el campo de todo un lustro cabrá en la mejilla de la moneda.
Pero tu rostro cubre los cielos del banquete.
¡Ya cantan!, ¡gritan!, ¡gimen!,
¡cubren! ¡trepan! ¡espantan!

Es necesario caminar, ¡de prisa!, por las ondas, por las ramas,
por las calles deshabitadas de la edad media que bajan al río,
por las tiendas de las pieles donde suena un cuerno de vaca herida,
por las escalas, ¡sin miedo!, por las escalas.
Hay un hombre descolorido que se está bañando en el mar;
es tan tierno que los reflectores le comieron jugando el corazón.
Y en el Perú viven mil mujeres, ¡oh insectos!, que noche y día
hacen nocturnos y desfiles entrecruzando sus propias venas.

Un diminuto guante corrosivo me detiene. ¡Basta!
En mi pañuelo he sentido el tris
de la primera vena que se rompe.
Cuida tus pies, amor mío, ¡tus manos!,
ya que yo tengo que entregar mi rostro,
mi rostro, ¡mi rostro!, ¡ay, mi comido rostro!

Este fuego casto para mi deseo,
esta confusión por anhelo de equilibrio,
este inocente dolor de pólvora en mis ojos,
aliviará la angustia de otro corazón
devorado por las nebulosas.

No nos salva la gente de las zapaterías,
ni los paisajes que se hacen música al encontrar las llaves oxidadas.
Son mentira los aires. Sólo existe
una cunita en el desván
que recuerda todas las cosas.
Y la luna.
Pero no la luna.
Los insectos,
los insectos solos.
crepitantes, mordientes. estremecidos, agrupados,
y la luna
con un guante de humo sentada en la puerta de sus derribos.
¡¡La luna!!

Cuando el verano…

Sandro Penna

Cuando el verano acaba, la luna
enternece -¡y cómo!- el cielo.
Al negrísimo follaje de los árboles
da ternura.

Traducción de Manuel Moya

Luna abajo

Ángel González

Luna de abajo,
en el fondo del pozo,
blanca entre los charcos de la bocamina;
inmóvil
en las aguas del río
que no puede llevarla
-a ella, tan ligera-
en su corriente.

Luna,
que no refleja al sol,
sino a sí misma,
igual un sueño que engendrase un sueño.

Luna de abajo,
luna por los suelos
para los transeúntes de la noche,
que vuelven a sus casas cabizbajos.

Luna entre el barro, entre los juncos, entre
las barcas que dormitan en los puertos; luna
que es a la vez mil lunas y ninguna,
evanescente, mentirosa luna,
tan próxima a nosotros, y no obstante
aún más inalcanzable que la otra.

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