Novela Gráfica
‘La vida es buena si no te rindes’: un cómic para ir al pasado y llegar al futuro
El libro, uno de los primeros de Seth, es una meditación sobre las influencias con un estilo sencillo para explorar las trabas de la nostalgia y la indecisión. Su tercera edición en español protagoniza la entrega más reciente de nuestra sección de novela gráfica.
Algunos autores de cómic que han aparecido en los últimos años han ido instalando un estilo precario que ha disuelto, en parte, la tradición de las historietas, tanto que en algunos casos ya no es necesario tener habilidades en el dibujo para alzarse en la vanguardia del género. Es una idea que se ha ido extendiendo gracias al reconocimiento, la edición y la promoción en festivales de algunos autores que han encontrado, en el oficio del cómic, un atajo para ser artistas.
Contrario a esta convención, y dirigiéndose hacia elementos como la nostalgia y el pasado, está Seth (pseudónimo de Gregory Gallant, nacido en Ontario en 1962) un gran aficionado de las tiras de prensa de Carlitos y Snoopy de Charles Schulz y de Los Eternos de Jack Kirby. Seth ha posicionado una obra que se reconoce, se mezcla y se funde en una tradición. Primero, como coleccionista de historietas clásicas y lector de autores olvidados, y segundo, como una brillante mezcla de esas influencias.
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La vida es buena si no te rindes es una de las primeras partes de su obra; serializada originalmente entre 1993 y 1996 para la revista Palookaville de la editorial Drawn & Quarterly, recién tuvo una nueva edición al español. Es la tercera, y estuvo a cargo del sello Salamandra Graphic. En las primeras páginas, Seth traza un camino a través de la búsqueda de un autor, un desconocido artista de nombre Kalo, seudónimo de Jack Kalloway, quien logró publicar una viñeta en The New Yorker para luego ir diluyéndose en otras publicaciones hasta esfumarse de la vista del público. Es un camino que sigue las pistas biográficas del propio Seth y el desarrollo de su estilo, tanto que el autor buscado termina siendo una recreación de él mismo como un posible historietista de los años cuarenta y cincuenta. Una búsqueda que simula, o se extiende, hasta el terreno de la investigación documental, porque Kalo en realidad nunca existió, como reveló eventualmente Seth.
Todo este acto se materializa sobre la huella difusa de los dibujantes clásicos, algunos olvidados, que colaboraban en The New Yorker entre ellos Whitney Darrow Jr., Cobean, Syd Hoff, Charles Adams y Peter Arno. En la supuesta búsqueda de Kalo, Seth va incorporando esas influencias, que luego determinarían el encaje y la composición de sus próximos trabajos. Se da en una operación que no mira hacia adelante, al futuro, sino hacia atrás, al pasado.
En esta historia inicial, el dibujo de Seth está en una etapa de formación: su trazo es rígido, las ilustraciones aún tienen rasgos esquemáticos y todos los detalles de un estilo apenas en tránsito. Tal vez por eso, en La vida es buena si no te rindes, Seth somete toda la historia a una narración fluida y convencional cuenta con tres filas por página, que tiene entre 5 y 9 viñetas cada una. Ese formato es un aliado conveniente al momento de contar una historia sin mayor densidad y agilidad secuencial.
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En esta parte de su obra, Seth apenas perfilaba lo que vendría. Por ejemplo, en Wimbledon Green, que editó la desaparecida Sins Entido en 2012, hace un homenaje directo a los cómics de aventura de los años cuarenta y cincuenta; en George Sprott, 1894-1975 (Reservoir Books 2009) narra una maravillosa parábola sobre la memoria y la pérdida, con rasgos que recuerdan a Chris Ware, pero que se anudan al grafismo icónico de Seth.
En La vida es buena si no te rindes, Seth logra crear una reflexión sobre el arte y la creación, delineando sus recuerdos de la infancia, removiendo sus mapas perdidos, abriendo un espacio a la memoria que se ha dilatado en el pasado, exponiendo su manejo y conocimiento de los recursos del arte secuencial que ha adquirido como lector, usando diálogos y monólogos seguidos de secuencias que carecen de texto para transmitir el peso de la narración a la sucesión de imágenes. Logra crear momentos de melancolía que entintan un relato sin heroísmo, donde las renuncias y las decisiones lo hacen huir de los conflictos y los compromisos actuales y futuros, aferrándose al Evitacionamismo que define, citando una tira de Snoopy, como “No existe un problema, por grave o complicado que sea, del que no pueda huir”.
La vida es buena si no te rindes
Seth
Salamadra Graphic
196 páginas
2017
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