Premio Nobel de Literatura
¡Por fin Tranströmer!
La noticia fue recibida de lacónica manera en el mundo hispanohablante. Después del Nobel a Vargas Llosa el año pasado, los lectores esperaban poder decir otra vez “yo lo he leído”. Muy distinta fue la reacción de los suecos.
La noticia de la concesión del Premio Nobel de Literatura al poeta Tomas Tranströmer fue recibida con alivio en Estocolmo, según me contó por teléfono la periodista sueca Jenny Röngrenn. Cuando le pregunté si me podía resumir en una frase la reacción de la gente en la calle, su respuesta fue inmediata: “¡por fin Tranströmer!”. Para Röngrenn, como para la mayoría de sus conciudadanos, este premio fue el reconocimiento merecido a la obra poética —tan breve como contundente— de quien es considerado el gran poeta nacional vivo. Tranströmer, además, ya había sido nominado al Premio Nobel cada año desde 1993 y su obra ha sido traducida a cincuenta lenguas.
En el resto del mundo, algunos académicos y poetas elogiaron la poesía de Tranströmer, pero la mayoría de los periodistas nos declaramos ignorantes de su obra y de su biografía. Por su parte Philip Hensher, del Daily Telegraph de Londres, criticó a la Academia Sueca por premiar a un autor prácticamente desconocido por fuera de su país (como si el propósito del Premio Nobel fuera el de avalar el gusto de las mayorías). Pero, ¿qué interés tiene que la popularidad de un autor mundialmente famoso sea confirmada por el premio que da una academia nacional de letras? Ni Hemingway, ni Neruda, ni García Márquez necesitaban de mayor difusión cuando obtuvieron el galardón. En cambio, muchos lectores no hubiéramos llegado a conocer las obras de autores como Wislawa Symborska, J.M.G. Le Clézio o Seamus Heaney de no haber sido por la difusión que recibieron después de haber ganado el Nobel.
En la rueda de prensa en la que se anunció al ganador, el secretario permanente de la Academia Sueca, Peter Englund, le salió al paso a las críticas contra la elección de un sueco al decir que el comité no había sido imprudente al elegir a Tranströmer. Subrayó también la universalidad de su poesía, que se ve reflejada en las grandes preguntas que esta aborda. Pero, ¿a qué se refería Englund al hablar de “grandes preguntas”? No se refería a cosmopolitismo (presente, por ejemplo, en la obra de Mario Vargas Llosa), ni al provincianismo de Yoknapatawpha (que puede ser el de cualquier lugar del mundo); se refería a esas imágenes poéticas inquietantes que en ocasiones bordean el misticismo y que se pueden comprender tanto en Uppsala como en Arequipa: “Soy llevado en mi sombra / como un violín / en su caja negra. / Lo único que quiero decir / reluce fuera de alcance / como la platería / en la casa de empeños” (Abril y Silencio). A este mismo poemario, titulado Góndola fúnebre, pertenecen estas estrofas: “En el mismo sueño, una niña recién nacida / hablaba con completas oraciones / […] Soñé que dibujaba teclas de piano / en la mesa de cocina. Tocaba sordamente en ellas. / Los vecinos acudían a escuchar.”
Tranströmer nació en Estocolmo en 1931. Su padre era periodista y su madre maestra de escuela. Se divorciaron cuando Tomas era apenas un niño. De la estrecha relación que el poeta estableció a partir de entonces con su madre, a quien definió en una entrevista como a alguien “con una relación muy infantil y muy buena con Dios”, tal vez provenga el carácter religioso de su poesía. Algunos críticos se han referido a sus poemas como epifanías (“Resbalé cuesta arriba / en la noche daltónica / mientras las piedras blancas / señalaban la luna”) y han hablado de su obra como de un conjunto de “oraciones laicas”. Aunque Tranströmer reconoció en una entrevista de 1989 la influencia temprana de San Agustín y de Meister Eckhardt, afirmó no considerarse un místico: “Eso sería muy pretencioso. Un místico es alguien que ha visto a Dios cara a cara. Yo solo he visto su silueta al pasar. Y a veces tampoco estoy seguro de ello”, agregó.
En su infancia Tranströmer sentía pasión por las ciencias naturales, la arqueología y los viajes de exploración, y según él mismo afirmó, era un niño más bien atípico y sabihondo: “De niño muchas veces me sentí herido por aquellos adultos sin tacto que no me reconocían como el adulto que yo creía ser. Me trataban como a un niño y eso me resultaba insultante”. Pero a pesar de su enorme curiosidad por la naturaleza, Tranströmer se decidió a cursar la carrera de Psicología, al tiempo que perfeccionaba sus dotes de pianista y se hacía versado en música clásica.
En 1954 publicó su primer libro de poemas y dos años después entró a trabajar en el Instituto Psicotécnico de la Universidad de Estocolmo, del cual saldría en 1960 para entrar a trabajar en Roxtuna, una institución sueca que ofrece asistencia a delincuentes juveniles. Entre 1960 y 1983 publicó siete poemarios, los cuales han sido traducidos al español por el uruguayo Roberto Mascaró y pronto estarán disponibles en Colombia.
Tranströmer sufrió una apoplejía a los 59 años, la cual le paralizó el lado derecho del cuerpo y le quitó la capacidad del habla, pero con la ayuda de su esposa Monica aprendió a escribir y a tocar el piano con la mano izquierda. De su melomanía es testimonio el libro Góndola fúnebre de 1996 que lleva el mismo título de una pieza para piano de Franz Liszt. El poemario incluye varios poemas sobre el músico y su yerno, Richard Wagner. Este libro vendió 30.000 copias en el momento de su publicación y según afirmó Jenny Röngrenn: “Eso es tres veces más de lo que vende cualquier autor sueco en cualquier género. En cuanto a los libros de poesía, los tirajes suelen ser de mil o dos mil copias como máximo”.
Para el poeta escocés Robert Fulton, uno de los traductores de Tranströmer, la noticia del Premio Nobel tampoco fue una sorpresa: “[Tranströmer] ya es enormemente famoso. Tan famoso como puede llegar a serlo un poeta”. Y es que además de Fulton, entre los traductores de Tranströmer se encuentran poetas de la talla de Robert Bly, Bei Dao, Joseph Brodsy y Czeslaw Milosz.
Según lo divulgó la prensa sueca, Tranströmer y su esposa daban por seguro ganador del Nobel al poeta sirio Adonis, gran amigo del sueco y su principal divulgador en el mundo árabe, y aunque Adonis era el gran favorito de buena parte de la prensa occidental, resulta fácil imaginar que, al igual que la mayoría de los suecos, al enterarse de la noticia pensó: ‘¡por fin Tranströmer!’.