Reseña
ISIS según Žižek
El filósofo e intelectual Slavoj Žižek recién publicó ‘La nueva lucha de clases: los refugiados y el terror’, un análisis urgente de la crisis humanitaria que asola a Europa y, en cierto sentido, al mundo entero.
La tesis de La nueva lucha de clases: los refugiados y el terror, el nuevo libro de Slavoj Žižek, parecer ser la siguiente: el capitalismo global ha puesto en jaque a la humanidad. Aunque su obra tiene en su título a los refugiados, y el esloveno utiliza su situación como coyuntura, para él la migración masiva de personas a Europa es apenas un síntoma de algo mayor. Y ese algo es el capitalismo global, un sistema que ha llevado a la “inevitable exclusividad de la globalización”, a un mundo separado entre el Interior (los mil quinientos millones de ganadores) y el Exterior (donde un número tres veces mayor de excluidos esperan en la puerta).
Žižek lanza la pregunta: “¿hemos de respaldar la aceptación del capitalismo como un hecho de la naturaleza (humana), o acaso el capitalismo global actual contiene antagonismos lo bastante fuertes para impedir su reproducción indefinida?”. Según el filósofo, hay cuatro: la inminente amenaza de una catástrofe ecológica, el fracaso de la propiedad privada de integrar a su funcionamiento a la ‘propiedad intelectual’, las implicaciones éticas de los nuevos descubrimientos tecnocientíficos y las nuevas formas de apartheid (el Interior y el Exterior).
De todos estos, el único verdaderamente crucial es el último. “Si no se va a solucionar el problema, deberíamos comenzar a ser conscientes de que nos acercamos a una nueva era de apartheid, en la que algunas partes aisladas del mundo con abundancia de comida y energía quedarán separadas del caótico exterior, donde el caos y el hambre serán generalizados, y la guerra, permanente… ¿Acaso no tienen el derecho a rebelarse de manera violenta o a convertirse en refugiados?”. Y es a la luz de este antagonismo entre los vencedores y los desahuciados que el filósofo, en distintas partes de su libro, examina el fenómeno de ISIS.
Para Žižek, el Estado Islámico, como toda manifestación fundamentalista, tiene como punto de partida la envidia. Como la mayoría de las personas que quieren pertenecer al Interior no logran satisfacer su deseo, algunos optan por la inversión nihilista: “la frustración y la envidia se radicalizan hasta convertirse en un odio cruel y autodestructivo hacia Occidente”. El islam entonces, más que ser la raíz del odio, funciona apenas como un vehículo con el que los de afuera canalizan su rencor hacia los de adentro.
La meta de ISIS, según Žižek, no es crear un califato global. Su autodestructiva animosidad hacia el mundo occidental es ciega, sin objetivo claro. Está anclada en lo que en su momento Rousseau denominó amour-propre y que proviene de los celos: cuando una persona no se centra en alcanzar una meta, sino en destruir el obstáculo que le impide lograrla. “Ya sean los atentados de Oklahoma o el 11-S. En ambos casos, nos enfrentamos a un odio puro y simple: la destrucción del obstáculo –el Edificio Federal de Oklahoma, las Torres Gemelas –era lo que importaba realmente, no alcanzar la noble meta de una sociedad de veras cristiana o musulmana”.
En otras palabras, lo que motiva al Estado Islámico es su deseo reprimido de Occidente. Y ese deseo, a su vez, proviene del antagonismo que sobredetermina a todos los demás: la lucha de clases. Según un reportaje del New York Times que Žižek cita, cuando los talibanes se apoderaron del valle del Swat, Pakistán, en 2009, estaban “llevando a cabo una revuelta de clases que exploraba las profundas fisuras entre un pequeño grupo de acaudalados terratenientes y sus arrendatarios sin tierras”.
Mejor dicho, si bien para el esloveno es importante la destrucción de ISIS (haciendo caso omiso del “tabú izquierdista” de que la violencia solo genera más violencia), nuestro objetivo a largo plazo debería ser “emprender un cambio económico radical que elimine las condiciones que crean refugiados… sin antagonismos entre los Incluidos y los Excluidos podríamos encontrarnos perfectamente en un mundo en el que Bill Gates sea la figura humanitaria más importante que luche contra la pobreza y las enfermedades, y Rupert Murdoch el mayor ecologista, capaz de movilizar a centenares de millones a través de su imperio mediático”.
¿Cómo? Aunque Žižek no es muy optimista y a menudo se refiere a sus intenciones como utópicas, hacia el final del libro señala que la mejor oportunidad que tenemos es recuperando “la lucha de clases, y la única manera de hacerlo es insistir en la solidaridad global con los explotados y oprimidos”.