Literatura
Traición y misterio en la Europa medieval: una charla con Eva García sobre ‘Aquitania’, Premio Planeta 2020
García le dijo a Arcadia que no reivindica géneros pese a recuperar en su libro las memorias de una de las reinas más poderosas de la historia europea. También explicó por qué ya no quiere que sus obras se adapten a las pantallas.
“Me entristece el debate de género; me gustaría un idílico presente en el que no tuviésemos que destacar esto”, así responde la escritora española Eva García Sáenz de Urturi a los comentarios que catalogan su más reciente novela, Aquitania, como una reivindicación del papel de la mujer en la Europa medieval.
Por el contrario, la autora -famosa por su trilogía de El silencio de la ciudad blanca- dice que huye del sexismo cuando lee y escribe.
Su nuevo libro, ganador del Premio Planeta 2020, narra una historia de misterio e intriga centrada en un personaje histórico, pero por algunos ya olvidado: Eleanor de Aquitania, quien en el siglo XII fue reina consorte de Francia e Inglaterra.
El libro arranca con la muerte de su padre, el duque Guillermo de Aquitania, quien al parecer fue envenenado en una peregrinación a Santiago de Compostela en 1137.
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Eleanor, de 13 años cuando tuvo que asumir su rol de heredera del ducado de Aquitania, maquina un plan para casarse con el futuro rey de Francia convencida de que el asesino de su padre se esconde tras el monarca.
A partir de este hecho, Eva García narra los ires de venires de una de las mujeres más importantes para el mundo occidental en un “thriller medieval” que atraviesa un siglo repleto de venganzas, incestos y batallas. Un misterio en torno a tres vidas que forjaron lo que más tarde se llamaría Europa.
En entrevista con ARCADIA, la autora habla sobre cómo descubrió a Eleanor de Aquitania y se desmarca de los debates de género. “Escribí sin ninguna pretensión de reivindicar nada”. Además, aprovechó para criticar a Netflix por la adaptación de uno de sus libros como película: “No quiero a volver a pasar por esa experiencia”.
La historia medieval europea está presente en todas sus obras, ¿de dónde surge su fascinación por el tema?
En casi todas las ciudades de España tenemos nuestro casco histórico medieval. Estamos acostumbrados a convivir en las ciudades y pueblos con un castillo que tiene mil años o con abadías antiquísimas.
En mi caso, tenía un padre que de niño había sido entregado a un convento para ser sacerdote y después, justo antes de tomar los votos, se salió, pero mantuvo un buen tono con la iglesia. De pequeña, todas las vacaciones me llevaba a recorrer toda Castilla.
Sin saberlo, eran vacaciones muy culturales porque, gracias a mi padre y sus contactos, podíamos acceder a monasterios, a incunables y libros que tenían prácticamente mil años. De ahí vino mi fascinación, de tener un padre culto, estar rodeada de yacimientos, abadías y castillos, algo que he visto desde muy pequeña.
¿Cómo dio con el personaje de su nueva novela, Eleanor de Aquitania?
Vino como parte de la documentación de mi anterior novela, la última de la trilogía de la ‘Ciudad Blanca’, que también transcurría en el siglo XII, pero tenía lugar en el reino de Navarra, limítrofe con el reino de Aquitania.
En ese proceso encontré una anécdota que me resultó curiosa. Una princesa navarra, Berenguela de Navarra, la hija de Sancho El Sabio, se casó con el rey de Inglaterra, Ricardo Corazón de León, pero fue la madre del rey, Eleanor, quien acompañó a la novia casadera a lo largo de todo el continente en pleno invierno, en 1187, y la dejó en la isla de Limasol para que se casara. Esto mientras Ricardo Corazón de León estaba en la Tercera Cruzada.
Me llamó la atención que la reina regente de Inglaterra cruzara a los 70 años, a caballo, y en invierno, los Alpes, los desfiladeros, simplemente por dejar a la novia de su hijo y asegurarse de que su hijo se casaba e intentaba tener descendencia, que no lo consiguió.
A raíz de esa curiosidad histórica comencé a leer biografías de Eleanor de Aquitania y a quedarme fascinada, por su figura y por todo el medioevo aquitanio, esa zona de Francia tan avanzada. La cultura de los trovadores me fascinó, el respeto al primer feminismo del siglo XII, ese respeto a la dama culta me pareció muy interesante para novelar.
En su investigación para recuperar la historia de Eleanor, ¿qué encontró sobre su legado hasta nuestros días?
Lo que me encontré en los viajes de documentación es que en España sorprende mucho la figura de Eleanor, supongo que por eso el éxito que está teniendo estas primeras semanas el libro Aquitania en España.
No era una figura muy conocida aquí, pese a que una de sus hijas, Leonor de Castilla, fue reina de Castilla y sus nietas también. Pero cuando fui a Francia y a Inglaterra, Leonor de Aquitania está muy presente, sobre todo en el Valle de Loira, en la antigua Aquitania, en Burdeos hay muchas rutas culturales en torno a su figura y su familia, los duques de Aquitania, y creo que ha trascendido simplemente por el hecho de que las novelas de caballería se las debemos a ella.
Ella fue quien encargó a Chrétien de Troyes que recopilase todas las narraciones orales que había en la zona de Bretaña que hablaban de un tal caudillo llamado Artorius, del druida Merlín, etc. Los hizo recopilar en prosa y en papel. A ella le debemos todo el ciclo artúrico que en Europa ha tenido tanta importancia que Cervantes, dos siglos y pico después, escribió el Quijote como respuesta irónica al hartazgo que había del monopolio absoluto de novelas de caballería. Ella inauguró un ciclo y género de novela que tuvo vigencia absoluta.
¿Su novela dialoga con el presente que vivimos, con la revaloración de la importancia de la mujer en la sociedad y la lucha contra la violencia de género?
Me han preguntado mucho el tema de la resignificación de género. Curiosamente, sin darme cuenta, los seis personajes de mis anteriores novelas eran masculinos y nadie me había preguntado ninguna cuestión de género. Es decir, si escribo El silencio de la ciudad blanca y el protagonista es un policía, nadie me pregunta si estoy reivindicando la labor del hombre dentro del cuerpo de la Policía del País Vasco.
Sin embargo, escribo de Eleanor de Aquitania sin ninguna pretensión de reivindicar nada de género, porque Eleanor es una de las cuatro voces narrativas de la novela, las otras tres son hombres.
Yo creo que he tenido la suerte de vivir una realidad en la que hombres y mujeres hemos tenido el mismo acceso a la cultura: mis amigos, compañeros, hermanos, padres y abuelos nos hemos tratado siempre igual. Mi entorno laboral igual, desde muy joven he llegado a la dirección ejecutiva y he tenido jefes y jefas, hombres y mujeres, yo como mujer he dirigido entornos mixtos.
Es decir, en el entorno de mi vida nunca hemos diferenciado ni hay sesgo masculino o femenino, y así ha sido en mis novelas siempre, nunca me he fijado si mis personajes eran hombres o mujeres, siempre me he fijado en que eran personas a las que les pasaba algo interesante como para contarlo.
Estoy sorprendidísima en esta gira porque, por Eleanor de Aquitania, uno de los personajes más llamativos de la novela, se me lleva todo el rato hacia el debate de género. Del mismo modo, que por ganar el Premio Planeta y la finalista también fuera mujer, se esté hablando de un premio femenino.
El año pasado se lo ganaron dos hombres, Cercas y Vilas, y nadie resaltó eso. Ni un solo medio tituló que era un Premio Planeta masculino.
A mí me entristece, sinceramente, porque no debería ser noticia mi género ni el género de los personajes de los que escribo.
Me da igual si mis lectores son hombres o mujeres, para mí son personas que leen. Lo mismo con mis colegas, cuando yo soy lectora me da igual si estoy leyendo a un hombre o una mujer, para mí son personas que escriben.
Lo mismo con los personajes, no miro sesgos de género. Trabajo muchísimo su psicología, trabajo mucho su Hamartia, es decir, su defecto fatal, su punto de inflexión, su punto ciego. Trabajo muchísimo la psicología de los personajes, por muchas capas, y jamás en 10 años había hecho ningún tipo de diferenciación.
Este debate de género me entristece porque me gustaría un idílico presente en el que no tuviésemos que destacar esto.
Su libro es un thriller con elementos de novela histórica, y la primera referencia que se me ocurre es Humberto Eco y El nombre de la rosa, ¿cómo han acogido sus lectores y la crítica su incursión en este género?
Yo en ese sentido me he sentido muy privilegiada desde el principio porque se ha aunado el entusiasmo de los lectores con las buenas críticas literarias por parte de la prensa especializada. Y no solo aquí en España, también he recibido premios internacionales. Tengo bastantes en casa, como la Vara de Oro al mejor thriller internacional el año pasado en Europa, y en Estados Unidos, hace un mes, la traducción de la Ciudad Blanca (The Silence of the White City) fue destacada por el Publisher Weekly como el mejor thriller internacional traducido.
En mi caso, pienso que hay un tipo de novela europea bestseller un poco a la estela de Humberto Eco, del bestseller de culto y de calidad. Creo que mis lectores son inteligentes y muy formados, hay quienes me dicen que no entienden lo que quiero decir.
Por ejemplo, en La saga de los Longevos había bastante investigación científica sobre el factor del envejecimiento y otros fenómenos, y muchos decían que les resultaba demasiado, incluso conociendo mi estilo. Con la trilogía de la Ciudad Blanca hice una labor de documentarme y de hacer cursos policiales, yo no quería que fuera un thriller policiaco.
Y en el caso de Aquitania, la documentación y todo el sesgo cultural que tienen todos los protagonistas es más que palpable. En ese sentido, creo que el lector en las últimas décadas ha cambiado mucho. Es un lector culto, formado, universitario, y es el tipo de perfil que han tenido mis libros y por suerte se cuentan por millones. En ese sentido, me siento muy afortunada.
Usted criticó la película de Netflix sobre su libro El silencio de la ciudad blanca (2019), ¿le gustaría que esta obra sea adaptada al cine o a una serie?
No quiero que sea ni una serie ni una película. Como bien dices, ya pasé la experiencia de ver una de mis obras de ficción ser llevada al cine y fue muy ‘desempoderadora’, en el sentido de que cuando escribes una novela tienes todas las responsabilidades y las precisiones creativas.
Cuando la editorial firma un contrato con una productora, tú tienes derecho a ver los guiones, pero no tienes derecho a elegir. Se eligen unos actores, un director, unos guionistas y se eligen, incluso, unos escenarios que, sorprendentemente, no tienen por qué ser los de tu novela.
Pero sigue siendo tu nombre el que está ahí delante y sigue siendo el título de algo que tú has creado. Para todos tus lectores y los espectadores que ven esa película, eres el rostro visible de un proyecto que ya no es tuyo, y hay 100 personas, equipos diferentes que toman su decisión y luego se van. No vuelven a aparecer pero sí quedan los lectores y los que vieron la película...
Yo asumo que para el resto de mi vida voy a seguir borrando comentarios de que no gustó la actriz, que cómo dejé que pasara esto o incluso ‘Vaya mierda de película que has hecho’. Asumo que me voy a pasar la vida siendo el rostro de un trabajo que yo no hice y del que yo advertí qué no me gustaba y pregunté por qué hacían esto y lo otro.
No voy a volver a pasar por esa experiencia. Aquitania es Aquitania. Leonor, Luy y Rai serán los que tenga cada lector en su cabeza y ahí se van a quedar, en su cabeza y en la mía.