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Un libro ilustrado de crónicas de Salcedo Ramos sobre boxeo

La editorial venezolana Libros del Fuego, que hizo casa en Medellín, publicó hace unos meses 'Boxeando con mis sombras', un compilado de historias sobre boxeadores escrito por Alberto Salcedo Ramos e ilustrado por Santiago Guevara. Aquí un comentario de la relación entre migración, boxeo y literatura en el país.

Mario Cárdenas
7 de diciembre de 2018
Ilustración: Santiago Guevara.

En Colombia, salvo en algunos lugares de la costas del Caribe y el Pacífico, el boxeo parece un deporte de otro tiempo. Recientemente, los recuerdos de su época gloriosa, la del éxito de Antonio Cervantes ‘Kid Pambelé’, han ido olvidándose. El deporte que se juega con los puños ha sido desplazado por la espectacularidad y los éxitos individuales de otros juegos; tanto que ni siquiera la medalla de plata obtenida por Yuberjen Martínez en los Olímpicos de Río 2014 levantó el entusiasmo. Y es que antes del ciclismo, del fútbol, del patinaje o el atletismo, la gloria nacional llegó una noche de octubre de 1972, cuando ‘Pambelé’ se convirtió en el primer campeón mundial colombiano (un hecho que para muchos, casi cincuenta años después, es solo una anécdota que se disuelve entre tantas nuevas glorias). Además de ‘Pambelé’, nombres como Rodrigo ‘Rocky’ Valdez, Ricardo y Prudencio Cardona, Miguel ‘Happy’ Lora, Fidel Bassa, el ‘Baby’ Rojas y Tomás Molinares son apenas conocidos.

Ahora, la gloria llega por otros caminos. La historia del niño pobre que alcanza la fama a punta de puños fue reemplazada por otros atajos, otras virtudes. Porque un país hecho a golpes no podía dejar atrás, así de fácil, las historias de un deporte que, entre fracasos y triunfos, perfila cierta identidad de una nación tentada por la derrota de sus proyectos nacionales y arrinconada por el destino de irse de nuevo a la lona cada vez que parece levantarse.

Como muchos han olvidado gracias a las habilidades de la memoria nacional que opera como un desierto sin señales al mismo tiempo que filas de colombianos migraban a otros países en busca de oportunidades, de un futuro y un sueño, el conflicto armado hizo que cantidades de campesinos tuvieran que desplazarse de los territorios rurales de manera forzada a los márgenes de las ciudades principales e instalarse, sin mucha suerte, en la esquina menos favorecida de las urbes desiguales. Por años, los colombianos migraron y sostuvieron a punta de remesas parte de la economía nacional, encontrando lugar más allá de las fronteras, haciendo patria lejos de casa.

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Debido a la creciente migración de venezolanos al interior de las estrechas montañas colombianas, los vecinos que años atrás sirvieron también de refugio para miles de colombianos han traído en su maletas no solo su capital intelectual y sus ganas de trabajar, sino su entusiasmo y devoción por esos deportes de las glorias de antaño: el boxeo y el béisbol. A medida que la migración ha aumentado, las canchas de béisbol de ciudades como Bogotá y Medellín han llenado de nuevos deportistas venezolanos que las usan para practicar su deporte nacional. Asimismo, nombres de boxeadores como Saúl ‘Canelo’ Álvarez o Edwin ‘Inca’ Valero se han vuelto parte de las conversaciones entre colombianos y venezolanos, antes copadas por nombres de futbolistas que estos últimos recitan de memoria.

De la misma manera, las rutinas para ir a ver peleas se han extendido. En Medellín, por ejemplo, suceden en rines de boxeos instalados con improvisación y cierta clandestinidad, cuadriláteros con poca iluminación en los que hace poco se celebró una convención mundial de boxeo organizada por venezolanos, con invitados de lujo como Oscar de la Hoya, Bernard Hopkins y el mismo ‘Pambelé‘.

El boxeo se ha ido metiendo a punta de ganchos, de nuevo, al interior de Colombia, a pesar de las ideas peregrinas que consideran que este tipo de deportes no está del todo cercano a las buenas costumbres de sus habitantes. Unos lo consideran demasiado violento para rendirle culto.

Ilustraciones: Santiago Guevara.

Para completar el entusiasmo, la editorial venezolana Libros del Fuego, que hizo casa en Medellín, publicó hace unos meses Boxeando con mis sombras, un compilado de historias sobre boxeadores del escritor barranquillero Alberto Salcedo Ramos, confeso aficionado al boxeo, autor de La eterna parranda (ese largo perfil sobre Diomedes Díaz que es a su vez una radiografía de la resaca nacional) y quien durante años siguió a ‘Pambelé’ para escribir esa pieza maestra del periodismo narrativo titulada El oro y la oscuridad.

En esta cuidada edición de Libros del Fuego, con sugerentes ilustraciones de Santiago Guevara, Salcedo Ramos narra crónicas cortas, anécdotas sobre boxeadores famosos y fracasados, cada una con esa prosa y contundencia caribe que se conoce del contador de historias que es Salcedo Ramos, que usa su manera de escribir y zampar palabras como el “puñetazo justo y oportuno” que aprendió de su abuelo.

Boxeando con mis sombras empieza calentando la memoria a punta de puños y tragedias, de hombres que han estado en el ring para matar por accidente a otros como pasó con ‘Lupe Pintor’, el boxeador mexicano atormentado por haber matado a uno de sus rivales más queridos o para describir por qué Mike Tyson no era el único salvaje que moldeaba su historia. Cada uno de los capítulos es un episodio revestido por la tragedia de los boxeadores y por un destino que a veces los saca del cuadrilátero, incluso para coger las armas y perderse en la locura de una guerra, como pasó con el boxeador Amancio Castro, quien luego se volvió paramilitar.

Salcedo Ramos no pierde oportunidad, entre asalto y asalto, para declarar su afición por este deporte que, como dice, “es el único deporte que no utilizar el verbo jugar”. Así cuenta cómo un hombre del Caribe lleva como los venezolanos una relación estrecha con el ring.

Este puñado de historias le sirve a Salcedo Ramos para moldear un libro que tiene en su primer capítulo, titulado “Peleando corto”, pequeños asaltos, historias y conversaciones que desnudan los secretos del boxeador Emile Griffith, que acuñó la famosa frase: “Cuando maté a un hombre me acompañaron; cuando dije que amaba a un hombre me dejaron solo”.

Boxeando con mis sombras habla al mismo tiempo de boxeadores famosos y olvidados, como pasa con la amistad por el boxeo entre dos pugilistas compadres, o cuando se vio enfrentado al ego de ‘Mano de Piedra’ Durán en un ascensor.

Este libro de Salcedo Ramos es una celebración del boxeo de una editorial que se instaló en Colombia para entregar a los lectores este y otros libros con su precisión conocida. Esta, su primera edición de un autor colombiano, hace de Boxeando con mis sombras un libro que nace del cruce y el talento de ambos países. Por eso, al mismo tiempo que Colombia es un nuevo hogar para muchos venezolanos, el boxeo retorna para quedarse y tener, de alguna manera, una nueva oportunidad (como ellos y nosotros) en el ring.

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