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Juliana Muñoz Toro lee un capítulo de ""Los últimos días del hambre". Imagen: Arcadia Podcasts

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‘Canard à l'orange’: Juliana Muñoz Toro lee un capítulo de su última novela

Escuche a la autora bogotana leer en voz alta un capítulo de "Los últimos días del hambre", su más reciente novela publicada por Planeta: el diario de una joven comedora compulsiva que en cien días intenta recuperar el control de su cuerpo.

RevistaArcadia.com
25 de junio de 2018

Juliana Muñoz Toro (Bogotá, 1988) es periodista de la Pontificia Universidad Javeriana y Máster en Escritura Creativa de la Universidad de Nueva York. En 2016 ganó el Concurso Internacional de Escritura Tragaluz —Novela Juvenil— con 24 señales para descubrir a un alien. Este libro fue seleccionado por la Biblioteca Juvenil Internacional de Múnich para el catálogo White Ravens 2017, que reúne los mejores libros infantiles y juveniles del mundo. También publicó Mi hermana Juana y las ballenas del fin del mundo (2017) y Diario de dos Lunas (2018). Es profesora de la Maestría en Creación Literaria de la Universidad Central, dicta talleres de escritura y escribe la columna de libros del diario El Espectador.

Escrita a manera de diario, Los últimos días del hambre, su más reciente novela, cuenta los retos diarios de una joven glotona que debe recuperar en cien días el control sobre su cuerpo, siempre insatisfecho. Escuchen arriba a la autora leer el capítulo “Canard à l‘orange”, y sigan abajo la lectura.

Canard à l‘orange

Quedan cuarenta días. Cuarenta días en el desierto de mi hambre. No puedo, no puedo, qué me pasa, por qué sigo aquí si esto es un infierno, no quiero salir de la cama, ni moverme, ni volver a ver a nadie, esto duele y solo puedo hacer cosas para que duela más, comerme el arroz de la olla, el jamón crudo, la bolsa entera de pan, las galletas de avena remojadas en leche, los pescaditos de la universidad, un brownie de arequipe, quiero natilla, buñuelos con chocolate, comer, comer, comer es un dolor exquisito, comer me excita, si tan solo no me odiara cuando me arrodillo frente a un sanitario, a quién se le ocurre, es asqueroso, me avergüenzo, a quién le puedo gustar siendo esto, soy fea y soy gorda y sucia, y estoy loca, enferma, no sirvo, no podré tener hijos porque no soporto la idea de engordar con huesos de bebé, con leche, no podré ir nunca a Argentina porque tiene carne, ni a Italia porque tiene pasta y pizza y ñoquis de papa y mantequilla, ni a Francia porque tiene pan de chocolate y cruasán y quesos maduros y canard à l‘orange, y yo solo podré pensar en comérmelo todo y no en el viaje, y seré infeliz, y me arrodillaré en un baño argentino, italiano y francés a vomitar, y en el inodoro se irá también todo ese dinero que gasté en atracones, o el que mi madre gastó en la Doctora, en fluoxetina, en reiki, en clases de spinning a las que nunca voy, merezco esto, el desierto, el infierno, el hambre, y no voy a morir pronto aunque eso sea lo que quiera, solo estorbo, a qué vine, no he hecho nada importante en mi vida, no he salvado a nadie, no me salvaré a mí tampoco, no puedo.

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