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“La dictadura dejó a una generación con miedo, pero ya no les tememos”: Lissette Orozco, documentalista chilena
SEMANA habló con la cineasta sobre la situación que vive su país, pues ha recogido varios videos caseros que muestran el abuso de la fuerza pública en muchos sectores. Además, conversó sobre la dictadura de Augusto Pinochet, un suceso que conoce de primera mano.
Cuando era una niña la cineasta chilena Lissette Orozco admiraba más que a nadie a su tía Adriana Rivas. “Era mi heroína”, dice en el documental que toma su nombre: El Pacto de Adriana. Pero, pronto, esa imagen se desmoronaría hasta convertirse en lo que es hoy: una relación de temor y extrañamiento.
En 2007, Rivas sería detenida en Chile por su trabajo durante la dictadura en la temible Dirección de Inteligencia Nacional, la famosa y polémica policía secreta del dictador Augusto Pinochet, acusada de delitos tan graves como tortura, secuestro y coerción. Hoy, muchos la conocen como una de las peores torturadoras del régimen.
Sin embargo, en 2011 Rivas logró fugarse y encontró refugio en Australia. Aunque los chilenos marchan constantemente en su contra, al frente de su casa, y piden su extradición, apenas en 2019 se expidió de nuevo una orden de captura. Está encarcelada desde marzo en Australia y la extradición está en trámite.
Esta historia es la que le permitió a Lissette hacer el documental El pacto de Adriana, que la hizo merecedora del Berlinale 2017. Pero que, sobre todo, le permitió conocer la propia historia de su familia y la de ella misma. El pacto de Adriana es más que un documental conmovedor, es un camino al autodescubrimiento, a la capacidad de los humanos de amar profundamente y al mismo tiempo engañar, manipular y maltratar. SEMANA habló con ella porque el documental se presentará este jueves en Bogotá en el City U a las 9 de la mañana y porque después de la proyección habrá un conversatorio sobre la situación de Chile.
SEMANA: Su experiencia con la dictadura es bastante particular, pues se enteró ya grande de que su tía Adriana, que trabajaba en la DINA en 1973, estaba acusada por delitos de lesa humanidad, incluidos tortura, ¿qué siente al ver la militarización de Santiago otra vez?
LISSETTE OROZCO: Llegué a Santiago justo el día en que empezó el toque de queda. Nadie podía creer lo que estaba pasando. Incluso para nosotros, que habíamos tenido una dictadura, era difícil creer que esos videos que la gente estaba montando a redes sociales eran ciertos. Sobre todo porque la televisión tampoco ha ayudado mucho en este proceso. Al contrario, ha invisibilizado y tachado a los que protestan de delincuentes y vándalos. Entonces, claro, tú ves los videos de la gente, tomados con sus celulares, y no les crees. Pero son ciertos. De hecho, por mi historia con mi tía, me empezaron a llegar un montón de videos que la gente les hizo a los de la policía durante estas semanas, donde se los ve vestidos de civil incendiando un edificio para luego culpar a los manifestantes. ¿Que qué siento? Miedo, un miedo terrible. Más de 150 chilenos han perdido los ojos por los perdigones de la policía, hay casos de torturas y violaciones. Me da miedo saber que se está repitiendo la historia. Yo hice el documental sobre mi tía para mostrar lo que pasó durante la dictadura y cómo fragmentó a las familias, pero parece que no aprendemos.
SEMANA: Es que parece que los militares en Chile están fuera de control desde el 73, como si ni siquiera le hicieran caso al presidente, ¿cree que es así?
L.O.: Sí, aunque el presidente no se puede lavar las manos. No se nos puede olvidar que al segundo día de marchas, Sebastián Piñera nos declaró la guerra a todos los chilenos. Y la respuesta pacífica de la gente fue: “No estamos en guerra”. Pero ya era demasiado tarde, de alguna manera avaló a las Fuerzas Armadas para atacarnos e incluso dispararnos. Pero el presidente insiste en que no hay tal terrorismo de Estado. Ahora, por otro lado, estoy de acuerdo con que la policías y los militares chilenos son bastante problemáticos y, en efecto, actúan como les da la gana. La declaración del Estado de emergencia les dio alas para detener, encarcelar y torturar sin ninguna repercusión.
Pero se les olvida que ya hay celulares y redes sociales, que ya no estamos en el 73 y que no pueden hacer de las suyas suponiendo que nadie los ve. Hace poco una chica compartió en Facebook cómo una joven de colegio salió de una estación de policía en calzones y con una bata de médico. Totalmente lastimada. Siento que la policía chilena, los militares, están actuando con total impunidad.
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SEMANA: Durante la dictadura se hablaba de la Escuela de las Américas, un regimiento creado por los estadounidenses para entrenar a los militares chilenos ¿Es cierto que durante estas protestas se creó otro secretamente?
L.O.: Totalmente cierto. Son militares a los que preparan en inteligencia y contrainteligencia para atacar a los propios chilenos. Actualmente se descubrió que la escuela queda a las afueras de Santiago y que se reabrió justo en el momento en que empezaron las marchas estudiantiles. Por supuesto no fue una coincidencia. Los militares ven a sus propios ciudadanos como un peligro.
SEMANA: ¿Cree, entonces, que se está tejiendo un Golpe de Estado?
L.O.: Más que un golpe, un autogolpe. Los militares son muy fuertes, pero siempre han respondido a patrones. Normalmente no se rebelan al poder, a menos de que tengan un líder antes para hacerlo. Todos los que se han sublevado han terminado en la cárcel. Esto podría desembocar en un autogolpe propiciado por el presidente. Por eso todo el discurso de victimización que se mueve en los medios tradicionales y que Sebastián Piñera maneja, porque es fundamental que una parte de la sociedad les tenga lástima para que pueda debilitarla desde adentro.
SEMANA: Aunque parece que no está cumpliendo con su cometido. Como bien dice, los jóvenes parecen creer cada vez menos en los medios tradicionales y las redes están mostrando muchos abusos. Siento que esta es una generación mucho más reaccionaria, ¿lo ve así?
L.O.: Claro. Bueno, yo solo puedo hablar por lo que veo en Chile y sí lo percibo de esa forma. Te voy a poner un ejemplo. Yo soy la mayor de mis primos y estoy por los treinta años: todos nosotros hemos participado de las protestas en Chile. Pero la reacción de nuestros papás fue decirnos no vayan, cuidado. Porque ellos son la generación del miedo. Ahora, ese mismo atrevimiento ha hecho que más de cien personas hayan perdido los ojos. Entonces las generaciones han cambiado, pero todavía tenemos un Estado que nos declaró la guerra, que nos está disparando, que pone toques de queda. Todavía tenemos un Estado que se inventa que los estudiantes se “suicidan” en sus celdas. Te lo cuento porque lo he visto u oído personalmente.
Pero yo creo que estamos muy cerca de hacer historia. Yo creo que la gente no va a bajar los brazos, porque la gente ya está muy cansada de un sistema abusivo, opresor.
SEMANA: Y de forma más personal ¿Cómo es la relación con su familia? En el documental dice que dejó de hablar con muchos de ellos por sus críticas a la dictadura, ¿qué piensan ahora?
L.O.: La generación anterior a nosotros, como dije, tiene miedo. Más que estar a favor o en contra de la dictadura, están silenciados, atemorizados. Crecieron con la transición a la democracia y les tocó vivir el cambio, entonces saben de primera mano lo que es la opresión y prefieren no marchar, obvio con muchísimas excepciones. La generación más vieja, la de nuestros abuelos, fue una generación inyectada de televisión, que ve a los manifestantes como delincuentes y que venera a los militares. Nacieron con los medios de comunicación. Entonces, bueno, la generación de los más mayores sigue creyendo que los militares están haciendo las cosas bien, porque ellos no tienen tanto acceso a Internet como nosotros o no están en la calle como nosotros. Sin embargo, me he encontrado con un montón de vídeos de gente de la tercera edad en las calles y que agradecen a los jóvenes que no paremos, porque reciben una jubilación que es una miseria.
SEMANA: ¿Pero sobre los más cercanos su película tuvo algún efecto? Por ejemplo, ¿sobre su mamá?
L.O.: Sí, muy grande. Mi mamá era muy pinochetista, muy de derecha, muy conservadora y hasta el día de hoy no significa que sea de izquierda, pero ella se hace llamar una persona que es de derecha, pero no pinochetista. Eso es un gran cambio, aunque no parezca. Ella fue testigo, al lado mío, de todas las cosas que fuimos descubriendo sobre lo que hizo la DINA, mi tía y el régimen en general. Creo que sí hubo una gran reflexión dentro de mi familia, como que empezaron a dimensionar el horror gracias a la película y pues ahora mucho más con las protestas. Ya saben que los que morían no eran terroristas, eran víctimas. Hoy en día no puedes negar los hechos bajo el pretexto de que no sabías, porque ya tenemos toda clase de pruebas. Si quieres tapar el sol con un dedo, eres un cómplice, no un ignorante.
SEMANA: ¿Volvió a saber de Adriana?
L.O.: No, no he vuelto a hablar con ella, pero he seguido su juicio. Sé que en marzo de este año la detuvieron y que está en una cárcel en Australia. Creo que en septiembre la iban a extraditar, pero por las protestas y todo se detuvo el proceso. Vi una imagen de ella en la cárcel y sé que está muy deteriorada, demacrada, con el pelo blanco. Pero no sé nada más. Este documental dividió a mi familia.
Trailer El pacto de Adriana. Para ver más datos relacionados con el documental ir a: http://elpactodeadriana.com/inicio/