LOS ASESINOS DE LA ZORRA
De siete tiros terminó su vida el legendario delincuente Humberto Ariza, "El Ganso"
Ver de nuevo el nombre de "El Ganso" Ariza en los periódicos fue como retrotraerse a la década de los setenta, cuando parecía ser el dueño de las páginas rojas de la prensa. "Todo el Código Penal violado por El Ganso", "Frustrado rescate de "El Ganso", "Consejo de guerra a "El Ganso" y 77 de su banda", eran los titulares de la época.
Como Efraín González en el decenio anterior, Humberto Ariza, alias "El Ganso", se había convertido en una leyenda de la violencia colombiana.
Las connotaciones de la fama de "El Ganso", sin embargo, nunca fueron políticas, y no llegó a tener jamás la aureola heroica de Robin Hood que rodeó al bandolero santandereano. Lo de Ariza era menos romántico: esmeraldas. Y, añadía él, caballos y gallos finos. Pero en apenas diez años de carrera delictiva sus historias alcanzaron dimensiones casi sobrenaturales: desde su fortuna, que algún juez evaluó en veinticinco millones de dólares (guardados en bancos suizos) hasta el expediente de sus múltiples procesos, muchos de ellos radicados en juzgados que no existían, que llegó a copar la imponente masa de doscientas mil páginas y era transportado de un juzgado a otro en un camión del Ejército. Veinticinco asesinatos se le atribuían a él personalmente, y más de cien a su banda de pistoleros. Pasó por todas las cárceles del país--La Modelo, La Picota, El Barne. Gorgona--y de todas intentó fugarse: no menos de quince tentativas de fuga en los diez años que duró preso, varias de ellas sangrientas, con un costo total de veinticinco muertos.
Entre 1972, cuando cayó preso, y fines de 1981, cuando recobró la libertad, su desmesurado proceso fue rebotando de juzgado en juzgado, de tribunales militares en tribunales civiles. al azar de los levantamientos del estado de sitio, y no terminó en nada. Quedó libre sin que se supiera nunca muy bien porqué, sin duda por fatiga de la justicia, tras depositar una fianza de 150 mil pesos en el Banco Popular. Y en Puente Nacional, su pueblo natal, lo recibieron con voladores y con riñas de gallos; y en Chiquinquirá, donde llegó a ser jefe de debate de la campaña belisarista, le hicieron fiestas; y en Coscuez, apenas llegó él, brotaron otra vez esmeraldas de la tierra sacando a su empresa de la quiebra, según contó en una entrevista al periodista Germán Santamaría.
Pero su muerte, en cambio, fue prosaica. No tuvo los ribetes de apoteosis de la de Efraín González, que se enfrentó a balazos contra tanques y cañones y batallones enteros del Ejército. "El Ganso" Ariza cayó frente a su propia casa, en la carrera 30 con calle 5a sur, de donde lo habían hecho salir, fingiendo un robo, de siete tiros de pistola y sin tiempo siquiera para sacar su arma. Los asesinos huyeron en zorra rumbo al sur.
La historia de "El Ganso" Ariza tuvo sus raíces, como tantas, en la violencia política. El jueves de Corpus de 1960--ya en pleno Frente Nacional--unos pistoleros liberales asesinaron a su madre y a sus dos hermanas. "En ese momento se me dañó el corazón", contaba "El Ganso" a un periodista. Y a otro le decía: "Colóquese en mi caso: que le maten a su señora madre, a sus hermanas y a un hermano, como a mí, y usted se encuentra con el culpable. ¿Lo saluda? ¿ Le da las gracias? En mi caso, yo no lo puedo ir a saludar, no puedo ir a arrodillarme ante el tipo que mató a mi madre y a mis dos hermanas...".
Pero de ahí derivó Ariza, como tantos, hacia la delincuencia común. Organizó una banda con la cual durante años sembró el terror en las regiones esmeraldíferas de Boyacá. Se lo acusaba de infinidad de asesinatos en Otanche, Muzo, Coscuez, Borbur, Santa Bárbara, y luego, ya famoso, de organizar vendettas de esmeralderos en las calles de Bogotá, y de muchos secuestros. Hasta que, en 1972, fue capturado por el Ejército.
"Mi corazón se compuso el 16 de diciembre de 1981, cuando salí de la cárcel", decía "El Ganso". Se dedicó entonces a sus negocios, que desde los patios de la prisión había seguido manejando: esmeraldas, naturalmente.
Era socio de Esmeracol y Esmeracolito, dos de las empresas que explotan las minas de Boyacá por contrato con el Banco de la República. Y su muerte, según todo lo indica, viene de esos negocios. Ya no era "El Ganso" bandolero, sino "El Ganso" componedor amigable de discrepancias entre esmeralderos. Hace exactamente un año fue llamado a Chiquinquirá, al Batallón Sucre y en presencia de los comandantes del Ejército y la Policía y del Obispo, para que sirviera de mediador entre los dos bandos enfrentados que anunciaban un recrudecimiento de la llamada "guerra verde".
Viajó en representación de Luis Murcia y Germán Barrera, cabezas visibles de uno de los dos sectores, pero la contraparte--las familias López, Salinas, Castellanos y Suárez--consideraron que la presencia de "El Ganoso" no bastaba. El acuerdo de paz sólo pudo firmarse este año, por impulso de Francisco Vargas, uno de los principales socios de Esmeracol. Pero se rompió el 18 de septiembre, cuando cayó asesinado en Ibagué el mismo Vargas. Y desde entonces la situación se ha agravado, hasta el punto de que en todo el occidente esmeraldífero de Boyacá han empezado a aparecer volantes ofreciendo un millón de pesos por informes que permitan la captura de una docena de individuos que aterrorizan la zona. (Ver facsímil). La muerte de "El Ganso" Ariza forma parte, aparentemente, de este recrudecimiento de la guerra verde. Pero están en seria crisis los esmeralderos, si los sicarios que contratan ahora tienen que viajar en zorra. --