La ubicación y tipo de estructuras de Corrales se asemeja a otras obras de ingeniería prehispánicas del altiplano de Santa Elena. | Foto: Manuela Henao

ARQUEOLOGÍA

Los secretos que guarda el Camino Corrales en Bello

Así se llama la ruta de piedra más antigua del Valle de Aburrá. Pero, ¿cuándo fue creado exactamente? ¿Qué tantas modificaciones tuvo? Los arqueólogos trabajan para descubrirlo.

Pablo Aristizabal Espinosa*
16 de julio de 2018

Hace más de 10.000 años, el Valle de Aburrá fue habitado por grupos de cazadores, recolectores y poblaciones de alfareros y agricultores. Sus historias las hemos ido descubriendo a través de los hallazgos encontrados en las excavaciones arqueológicas (más del tema en la página 34).

En este territorio, comprendido por lo que antiguamente se llamó los Llanos de Niquía, y más arriba la Hacienda Corrales, se han encontrado evidencias de ocupaciones humanas durante la época precolombina. De hecho, se cree que el nombre de Niquía proviene del cacique que controlaba el sur del Valle de Aburrá cuando los españoles llegaron a estas tierras.

Los colonos hacen su arribo al valle en 1541 con el capitán español Jorge Robledo, pero es hasta 1574 cuando se establecen formalmente y construyen las primeras estancias y hatos ganaderos en las tierras planas cerca del río Aburrá o río Medellín. Fueron ellos quienes fundaron las poblaciones de Hatoviejo, Fontidueño, Madera, Niquía y La Tasajera, donde luego se conformó una elite emprendedora en el siglo XVIII.

En esos años, el poblado de Hatoviejo fue uno de los sitios con mayor importancia económica en el norte de la región. Desde su plaza se abrieron varios caminos que se conectaban con los caseríos de Fontidueño, Niquía y La Madera. Así mismo, existía un puente en madera conocido con el mismo nombre del caserío, Hato Viejo, que atravesaba el río y comunicaba la villa de Medellín con las poblaciones del norte del Valle: Copacabana, Fontidueño y Hatoviejo.

Cada uno de esos caminos tiene una historia que ahora estamos tratando de recuperar. En la investigación que el arqueólogo Audy Gonzalo Ospina realizó para Corantioquia en 1999, se hizo una prospección arqueológica intensiva y se identificaron caminos y muros en piedra en la ladera media (a 2.210 metros sobre el nivel del mar). Estos descubrimientos nos invitaron a elaborar la hipótesis de investigación sobre las estructuras en este sitio, conocido por la tradición oral como Corrales. En esta investigación realizada por Ospina, se reportó material cerámico del estilo Marrón Inciso, de unos 1.800 años de antigüedad (240 d.C).

Por otra parte, en esta misma exploración, Ospina también identificó la materia prima de las estructuras y de los caminos de Corrales, como la dunita, una roca de amplia distribución en el Valle de Aburrá, la cual también hace parte de los materiales utilizados en otros caminos cercanos prehispánicos como el de Piedras Blancas o de la Cuesta.

La pregunta por la antigüedad de dichas construcciones aún no ha sido resuelta mediante estudios arqueológicos sistemáticos. No obstante, la ubicación y tipo de estructuras encontradas en Corrales se asemeja a otras obras de ingeniería prehispánicas situadas en el altiplano de Santa Elena.

Aún queda la incógnita, que se resuelve como leyenda o hipótesis científica, de si las estructuras en piedra del camino Niquía Corrales fueron construidas por los indígenas como un sitio ceremonial, o si hacen parte de una ruta de comercio que durante la época colonial comunicaba el Valle de Aburrá con el altiplano de San Pedro.

*Antropólogo de la Universidad de Antioquia y doctor (Phd) en Arqueología de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, París.