ENTREVISTA
“No todo en Colombia ha sido un desastre”: Malcom Deas
El famoso historiador colombianista habla de la biografía de Virgilio Barco que acaba de publicar y de sus reflexiones sobre el país.
SEMANA: ¿Por qué escribir un libro sobre Virgilio Barco, si a primera vista no tiene una vida excepcional como otros políticos?
M.D: Este libro no es mi primer acercamiento a la vida política de Barco. En 1994 edité, con Carlos Ossa, una compilación de capítulos de sus más cercanos colaboradores y de algunos críticos sobre distintos aspectos de su gobierno. Siempre me quedaron sonando unas palabras que él me dijo al finalizar su presidencia y en un evento me preguntó: “Malcolm, ¿cuál va a ser el veredicto de la Historia?” Mi respuesta fue que mejor no se preocupara, porque la historia la escriben los historiadores, un gremio poco confiable. Con el tiempo me dije: “por qué no responderle”. Después, tras su muerte, su esposa me pidió escribir sobre él, pero a medida que pasaba el tiempo, pensaba que en Colombia las biografías y la historia de los gobiernos no son muy comunes. Además, y perdón por la crítica, los juicios de los colombianos sobre ellos son frecuentemente superficiales, sin tomar en cuenta sus contextos y las limitaciones del poder, y sin reconocer sus logros positivos. Por eso consideré que para contribuir a llenar esos vacíos, era necesario escribir una biografía de Barco. Y aquí está.
SEMANA: ¿Qué hizo de diferente a Barco para que mereciera una biografía?
M.D.: Él era un político que no encajaba en ningún estereotipo. Yo estoy en contra del clásico dicho colombiano de que todos los gobiernos son los mismos con las mismas y Barco sí que encarnó un gobierno distinto, innovador. Era un gobernante muy preparado, muy serio y enfrentó uno de los momentos más críticos del país con mucha valentía. Por supuesto, no fue un hombre de espectáculos, pero era muy creativo, con mucha experiencia y gran don de mando. Ante todo fue un reformista liberal en todo el sentido de la palabra. Era un hombre admirable. De vez en cuando admirar a alguien es bueno para el alma.
SEMANA: Algunas de las opiniones que usted expresa en su libro sobre Barco y sobre el país son polémicas y van en contravía de lo que normalmente se cree. Ese es el caso de la Concesión Barco, considerada uno de los primeros grandes actos de corrupción del siglo XX.
M.D.: Eso es un mito. La literatura sobre la historia petrolera del país es antimperialista y con un sesgo muy crítico hacia la izquierda. A lo largo de la historia se ha tejido la idea de que el general Virgilio Barco, el abuelo de este, se enriqueció en gran escala con la concesión petrolera que le dio su amigo el general Reyes, presidente en ese entonces de Colombia. Lo cierto es que el abuelo era un empresario y no un mero especulador.
SEMANA: Pero la amistad con Reyes le ayudó a obtener esa concesión…
M.D.: Sí, eso es cierto pero también toca tener en cuenta el contexto y la época. En esos años eran muy pocas las personas que incursionaron en la industria petrolera, de alto riesgo, y Barco abuelo tuvo el arrojo para hacerlo. Por otro lado se cree que ese negocio enriqueció a los Barco, y la verdad sí, pero no tanto. Pese a que el abuelo era un hábil negociante, la plata y las regalías que reservó por la venta de la concesión no llegaron a su vida; el grueso de la fortuna que heredó Barco fue hecho por su papá con la cervecería, el ferrocarril y la finca raíz.
"Los colombianos tienen como vicio nacional criticar a sus gobiernos, de manera rápida".
SEMANA: Entonces, ¿Barco no era un oligarca?
M.D.: Ese es otro mito que hay en Colombia, y es considerar que el país es gobernado por una oligarquía y que todos sus presidentes son oligarcas, es falso. Barco era muy cucuteño y nunca entró en pleno en la alta sociedad bogotana. No solo Barco no era oligarca. Yo pregunto: ¿Álvaro Uribe lo es? ¿Belisario? ¿César Gaviria? No. Por ahí un medio oligarca es Ernesto Samper, pero de una familia ‘oligarca’ venida a menos. Mariano Ospina venía de una familia antioqueña de larga tradición desde el siglo XIX, pero Laureano Gómez era hijo de un provinciano de Ocaña. En Colombia, la política es muy abierta y permite la participación de una gran variedad de políticos. Unos pertenecen a familias que se podrían llamar oligárquicas, pero otros no.
SEMANA: Se dice que por su avanzada edad Barco no gobernó ¿Qué hay de cierto en eso?
M.D.: Otro mito. Es muy claro que gobernó. Todas las decisiones claves fueron de él, por ejemplo sobre la extradición y los intentos de llamar una Asamblea Constituyente. Unos dicen que Barco era mal político, pero lo podría ser una persona que acabó con el “club de los expresidentes”, nombró con autonomía su propio gabinete presidencial, terminó con los vestigios del Frente Nacional, impuso el esquema de gobierno-oposición, unificó su partido y se dio el lujo de nombrar como su sucesor a Luis Carlos Galán, luego a César Gaviria. Al contrario, él fue un presidente con poder. El problema es que no fue muy buen comunicador y no le gustaba el show.
SEMANA: Pero también dicen que no hizo tanto durante su presidencia…
M.D.: Los colombianos creen que cuatro años de gobierno son suficientes para hacer grandes obras, pero la verdad es que es muy poco tiempo para gobernar. Barco, por el contrario, logró mucho. Como he dicho, preparó el camino para la Constituyente, puso orden y obtuvo logros en la paz como con el M-19; empezó a mejorar las Fuerzas Armadas, hizo Ciudad Salitre, creó el Archivo General (un logro muy importante así no lo crean), mejoró la situación de los indígenas, en las escenas internacionales planteó con lucidez la corresponsabilidad en el narcotráfico… eso fue todo un récord, además de enfrentar la amenaza enorme del Cartel de Medellín, la peor, la más peligrosa que le tocó enfrentar a una democracia occidental. Lo que pasa es que él no tuvo vanidades.
SEMANA: Algunos pueden pensar que también fue responsable de la precaria situación que atravesaba el país.
M.D.: Responsabilizar a Barco es sencillamente un ridículo. Cuando él llegó a la presidencia no contaba con un buen aparato estatal, la Justica pasaba por su peor momento, no había las herramientas para investigar ni la tecnología, que aún hoy no son adecuadas. Le pongo un ejemplo, algunos creen que él fue el culpable del extermino de la UP, o por lo menos que no hizo suficiente para pararlo. Los archivos de su presidencia muestran que él empezó las primeras investigaciones sistemáticas sobre ese fenómeno y trató de darle una explicación y buscar a los responsables.
SEMANA: A raíz de la grave crisis de orden público que Barco enfrentó, usted afirma que el país no ha sido autoritario ni represivo.
M.D.: El estado de sitio colombiano fue muy distinto al establecido en las dictaduras como la de Pinochet. Lo que pasa es que mucho académico dice que Colombia es un Estado represivo sin irse a la minucia de los gobiernos. Y el ejemplo de cómo estos han manejado las marchas y protestas muestra que él país no es autoritario. Yo creo que los colombianos no tienen una idea muy clara de cómo puede ser una represión en serio. Por supuesto, eso no implica que la situación del país sea color de rosa.
SEMANA: Pero esa represión se dio por la vía paramilitar o paraestatal.
M.D.: No podemos negar eso. Pero parte de la explicación a ese fenómeno se encuentra en la incapacidad estatal para controlar los problemas de la guerrilla, la extorsión o el secuestro. Espero que esta incapacidad quede clara en mi libro. La gente reaccionó, se empezaron a armar y formaron bandas paramilitares con un cierto grado de colaboración de agentes del Estado, que con el tiempo rebasaron los límites y se convirtieron en el monstruo que padecieron los colombianos.
SEMANA: ¿Se podría decir que los colombianos somos negativistas a la hora de evaluar a nuestros dirigentes y a nuestra historia?
M.D.: Yo conozco el país desde hace más de 50 años. Llegué en 1963, y he visto mucho cambio positivo. Hay menos pobreza, la situación de la mujer ha cambiado mucho; los indígenas y los afrocolombianos son menos discriminados, hay más educación, mejor nutrición, mejor diversión; la urbanización progresó… por supuesto que también hay nuevos problemas muy graves. El más grande: la violencia de las últimas décadas, que considero peor que la del siglo XIX y que a su vez va anudado al aumento de la corrupción. Se podría decir que yo llegué a un país pobre, pero honrado.
SEMANA: Entonces ¿por qué ese negativismo?
M.D.: Perdóneme otra crítica, pero los colombianos tienen como vicio nacional criticar a sus gobiernos de manera rápida y superficial. Si se me permite la comparación, nosotros los británicos, con este lío del brexit estamos más en la olla que ustedes, con el gobierno de Iván Duque.
SEMANA: A propósito, ¿cómo ve a Duque?
M.D.: No quiero opinar mucho sobre eso. No me parece un mal gobierno. Sé que tiene muchos problemas, en especial la persistente violencia, y un entorno económico difícil. Yo creería que Duque debería enfatizar sus políticas hacia el futuro, pues argumentar sobre el pasado, por lo general es mala política.
SEMANA: ¿Cuáles son esos retos?
M.D.: La violencia, la madre de todos los males, que restringe la agenda política. Uno espera que el país paulatinamente se pacifique, y que la agenda política se amplíe y puedan poner sobre la mesa los grandes problemas sociales, económicos y de todo tipo. Y yo creo que los colombianos lo pueden lograr. Ustedes son muy hospitalarios, muy creativos, tienen una sociedad pluralista (aunque no lo crean). En resumidas cuentas, no soy iluso y creo que falta solucionar graves problemas, pero como Barco, soy optimista.
SEMANA: ¿Qué le puede enseñar Barco al país de hoy?
M.D.: Tuvo cualidades ejemplares: fue un reformista con un alto nivel ético, sin dejar a un lado su heroísmo. En un momento donde la corrupción y la amenaza eran la regla, él no pactó y no cedió frente al narcotráfico, con un coraje increíble. A finales de los ochenta Colombia pasaba por una situación difícil: las guerrillas, los paramilitares, el exterminio de la UP, el Cartel de Medellín... él enfrentó todo eso con mucha valentía: un hito moral en la historia del país. n