MEDIOAMBIENTE
ESPECIAL: Así salvan al cóndor andino de la extinción
La pérdida de las zonas boscosas, la ganadería, la cacería y hasta creencias de brujería tienen al cóndor de los Andes en peligro crítico de extinción. Se calcula que no más de 150 de estas aves sobreviven en medio natural, aunque no hay estudios que lo confirmen. Actualmente, en el país no hay más de 10 cóndores en cautiverio donde se apuesta por la reproducción.
Habita por toda la cordillera de Los Andes, desde las tierras perpetuas del sur de Argentina hasta las zonas tropicales de la Sierra Nevada de Santa Marta en Colombia. Tiene un plumaje negro como el ébano, con el cuello rodeado por un peluche blanco y unas enormes alas oscuras. El macho, de hasta 15 kilos de pesos, posee una cresta protuberante en la frente, y la hembra intimida con sus ojos de color rojo encendido.
Es el cóndor de los Andes, el único animal que hace parte de un símbolo patrio en el país. En el escudo nacional refleja la libertad. Por eso aparece con las alas extendidas en su máxima expresión, mirando imponente hacia la derecha y con una corona de laureles en el pico. Durante años, esta especie (Vultur gryphu) habitaba en nevados, páramos, zonas secas y bosques altoandinos, recorriendo largas distancias en poco tiempo.
No es muy hábil cazando. Busca como alimento mamíferos muertos como dantas, venados y ganado. Por eso es catalogado como una ave carroñera que a menudo es confundida con el chulo. Es una de las especies más fieles en el reino animal, ya que en los más de 60 años que alcanza a vivir, solo tiene una pareja. Pone solo un huevo cada dos o tres años.
En Colombia no hay más de 150 cóndores habitando en su estado natural. Foto: Parque Jaime Duque.
A pesar de contar con ese estatus emblemático en el territorio nacional, el cóndor de los Andes está a punto de desaparecer. El Libro Rojo de las Aves de Colombia ya lo incluyó en el listado de especies en peligro crítico de extinción, principalmente por el deterioro y transformación de sus hábitats, la expansión de la frontera agrícola hacia los bosques andinos y páramos, la cacería y hasta porque muchos piensan que es un ave asociada a rituales de brujería o que su sangre tiene poderes curativos.
Los ganaderos tienen la falsa creencia de que los cóndores cazan a las vacas. Por eso, los han atraído con cebos envenenados que les causan la muerte en pocos días. Muchas aves han muerto en los sitios cercanos a los páramos por consumir estos restos de animales con altas dosis de veneno, casi siempre agroquímicos. La acelerada deforestación les ha quitado los lugares para reproducirse y anidar, y los tendidos eléctricos sobre las montañas los amenazan cada vez más.
Aunque no es un dato certero, ya que el país no cuenta con un estudio completo sobre la especie, el Libro Rojo estima que no hay más de 150 cóndores libres en Colombia, en sitios como la Sierra Nevada de Santa Marta, la Serranía del Perijá, el páramo de Cáchira, el macizo de Santurbán, el páramo del Almorzadero y la Sierra Nevada del Cocuy.
Buscando cóndores
El edificio que marca la entrada al Parque Jaime Duque, ubicado en Tocancipá (Cundinamarca), tiene como nombre cóndor. Además, en lo más alto de la estructura, hay una gran estatua en piedra de esta ave. Al igual que el escudo de Colombia, esta imagen indica que es la especie más emblemática y representativa del lugar.
Sin embargo, no fue sino hasta el nuevo milenio que sus directivas decidieron crear un salvavidas para que el acabose del cóndor se torne cada vez más lejano en el territorio nacional. El ideal era que en una de las zonas del Bioparque Wakatá (antiguo zoológico), una pareja de cóndores pudiera reproducirse.
La principal amenaza para el cóndor son los ganaderos, quienes los envenenan o les disparan para evitar que sobrevuelen por sus fincas. Foto: Parque Jaime Duque.
El primer reto fue encontrar un par de individuos juveniles, que ya fueran pareja y estuvieran listos para dejar volar el amor y procrear polluelos. Fernando Castro, zootecnista y curador de aves del Jaime Duque, informó que esta búsqueda inició en el año 2013.
“Empezamos a buscar si algunos zoológicos o centros de rehabilitación en Colombia contaban con cóndores. Pero la cifra era muy baja y los que había ya superaban la edad de reproducción: todos tenían más de 40 años. Además, el país no contaba con la experiencia ni los mecanismos para poder encontrar alguno en sus hábitat natural, como en los páramos”.
Otros países de la cordillera de los Andes sí contaban con varios representantes que podrían ayudar a consolidar el proyecto de reproducción en cautiverio. “Las poblaciones más grandes de cóndor están en Chile y Argentina. Luego de varias búsquedas en zoológicos, encontramos a Eduardo Pavez, quien maneja el Centro de Rehabilitación de Aves Rapaces en Talagante (Chile), lugar que en esa época contaba con más de 60 cóndores en proceso de rehabilitación y que ya no podían ser liberados por los impactos causados por el hombre”, asegura Castro.
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Al igual que en Colombia, los cóndores chilenos tienen un enemigo frontal: los ganaderos. Según el zootecnista, estas aves, por la falta de alimento en su hábitat natural, llegan a los potreros a tratar de alimentarse con las crías. “Unos han desarrollado técnicas para cazar, aunque no son muy efectivas. Para evitar afectaciones al ganado, los campesinos les disparan o los envenenan las carroñas. Dejan una vaca o una oveja muerta, con agroquímicos. Como no mueren de inmediato, otros cóndores llegan a comer de ese animal y la tragedia se vuelve masiva. En Argentina y Chile hay videos de hasta 60 aves muertas por envenenamiento”.
Los cazadores también tienen en aprietos a los cóndores de los Andes. Cuando matan o hieren a algún animal y no lo recogen, los cóndores llegan a alimentarse. Pero esos cuerpos ya están contaminados con el plomo de las balas, algo que es fatal también para el organismo del cóndor. “Las bajas tasas de reproducción también juegan en su contra. Un cóndor pone un huevo cada dos años, tiempo que se demora en criar al pichón”, anota Castro.
Tres parejas para Colombia
El Centro de Rehabilitación de Aves Rapaces le donó al Jaime Duque tres parejas juveniles de cóndores para su programa de reproducción. Pero como solo podía hacerse cargo de una, llamó a otros sitios para ampliar la iniciativa: el Aviario Nacional de Colombia en Barú (Cartagena) y el zoológico de Santa Fé en Medellín, aceptaron la propuesta.
Las seis aves llegaron al país en octubre de 2015. De inmediato fueron reubicadas en la sabana de Bogotá, en Cartagena y en Medellín. Pero las inquietudes no se hicieron esperar. “Muchos nos preguntaron por qué no los liberábamos. La respuesta era simple: no era posible porque en Chile fueron víctimas del hombre. Unas recibieron disparos, otras no podían volar bien o estaban demasiado acostumbradas a la presencia humana, factores que no les permiten estar en su hábitat natural. En pocas palabras, deben permanecer siempre en cautiverio”, manifestó el zootecnista.
En sus nuevos hogares, las tres parejas de aves, con edades entre los ocho y diez años, continuaron con sus proceso de rehabilitación. En el bioparque del Jaime Duque, Xue (el macho) y Chie (la hembra), fueron ubicados en una zona con más de 1.000 metros cuadrados, con decenas de árboles y perchas para que ejercitaran sus alas, y una cueva similar a las que tienen en su hábitat natural para que hicieran el nido.
Xue y Chie, la pareja de cóndores del Jaime Duque, ya empezó un cortejo que podria terminar en reproducción. Foto: Parque Jaime Duque.
“Llegaron adolescentes, pero aún no estaban listos para reproducirse. El proceso de adaptación de estos animales es demorado porque son muy nerviosos. En libertad, ver uno en un páramo es complicado, ya que le temen a la presencia de los extraños. Recién llegaron al Jaime Duque, Xue y Chie estaban tan nerviosos que empezaron a vomitar. La medida de defensa de ellos es vomitar para perder peso y arrancar a volar”, apunta el experto.
Lo mismo ocurrió en Cartagena y Medellín. Por eso, los expertos decidieron mantenerlos lo más alejados posible del contacto con el hombre. En el bioparque y el Aviario las áreas quedaron aisladas al público; en Medellín pusieron una polisombra. En cada sitio fueron instaladas varias cámaras para monitorear sus comportamientos, mientras que los cuidadores solo entraban al encierro dos veces por semana.
La comida fue un nuevo reto. Como una de las características de la especie es una alta desconfianza a los alimentos extraños, posiblemente por los intentos de envenenamiento que han tenido. Surante los primeros meses en sus nuevos cautiverios, las tres parejas rechazaban la comida que le dejaban los cuidadores en las perchas.
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“Como son carroñeras no podíamos darles pedacitos de carne, sino un animal casi que completo. Para reproducirse necesitan comer más que músculo, es decir órganos y cartílagos. Cuando el cóndor se come una vaca, éste no solo ingiere la parte musculosa. Hígado, corazón, vísceras y cerebro hacen parte de su dieta, además de orejas y los cartílagos entre las costillas, que son suplementos de calcio. Si una rapaz solo como carne, con el tiempo va a presentar varios problemas de salud”, dijo Castro.
La dieta escogida para estos animales fue pollo, conejo, gallina, pato y trucha, todos ya sacrificados porque no tienen habilidades de caza. Reciben alimento todos los días, en diversas porciones. “El cóndor tiene la capacidad de comer hasta cinco kilos de una, pero después pasa días sin alimento. En los cautiverios decidimos darles raciones diarias, como dos kilos de conejo con músculo, órganos y partes de cartílagos. Los domingos ayunan, para evitar problemas de obesidad”.
Primer polluelo
Desde su llegada al Aviario de Cartagena, los expertos ya tenían sospechas de que la pareja de cóndores sería la primera en reproducirse. Eran los más “maduros” en edad y el macho contaba con un tamaño sobresaliente.
Al año de estar en su nuevo hogar, el macho intentó montar a la hembra, coqueteo que al comienzo fue rechazado. En 2018, las cámaras captaron una monta exitosa, lo cual llenó de esperanzas a los zootecnistas, biólogos y veterinarios de los tres lugares que hacen parte de esta estrategia.
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Tayrona nació este año en el Aviario de Barú. Sin embargo, a los tres meses murió posiblemente por unas bacterias. Foto: Aviaro Nacional de Colombia.
A comienzos de este año, las cámaras volvieron a generar sorpresa. El nido contaba con un huevo, que fue incubado por el padre y la madre durante más de dos meses. “En abril nació Tayrona. Quedamos sorprendidos con el comportamiento de los padres, ya que muchas veces, por lo nerviosos que suelen ser, rompen los huevos antes de que oclusionen. Lamentablemente, a los tres meses de nacido, el pequeño cóndor murió. Fue muy triste, pero nos demostró que sí es posible lograr la reproducción y que vamos por buen camino”, afirmó el experto.
Según este zootecnista, que estudia una maestría en conservación y uso de la biodiversidad, las causas de la muerte de Tayrona aún son aún misterio. “No sabemos si fue por el clima del Aviario, aunque los cóndores también habitan en zonas con altas temperaturas como la costa Caribe. Sin embargo, la hembra jadeaba mucho y tenía siempre el pico abierto. Pero no creo que haya sido el calor, sino no habría salido un huevo”.
Desde lejos, Tayrona se veía en buen estado y con un crecimiento adecuado. Ninguno de los zootecnistas o veterinarios del Aviario podían ingresar a coger el polluelo, porque tenía que estar solo con sus padres para que no se acostumbrara a la presencia humana. “Pero sí presentó un crecimiento de bacterias. Aún así la causa de su muerte no se sabe. El cuerpo del polluelo ya presentaba una descomposición avanzada”.
Los coqueteos de Xue y Chie
Los dos cóndores del Jaime Duque no fueron tan coquetos como los del Aviario de Barú, tal vez por ser más jóvenes. Hasta este año, el macho inició sus intentos para atraer a la hembra: ya la ha tratado de montar en dos oportunidades.
El 12 de septiembre, las cámaras registraron el cortejo más claro: el macho extiende sus largas alas negras con tonos blancuzcos y grises y empieza a moverse como si estuviera bailando cumbia. La hembra, al igual que en el baile costeño, al comienzo lo rechaza y se comporta arisca.
Chie ya empezó a ceder. Al comienzo salía a volar hacia las otras perchas o le daba picotazos a su pareja eterna. Pero hoy en día ya está más receptiva a los cortejos. Aún no logra montarla, por lo cual solo queda esperar.
Chie es la cóndor hembra del Jaime Duque. Su principal característica son sus intimidantes ojos color rojo. Foto: Parque Jaime Duque.
En su hábitat natural, los cóndores se reproducen cada dos años, poniendo casi siempre un huevo. Según el Libro Rojo de las Aves, en Colombia la reproducción probablemente ocurre entre abril y diciembre, y hay registros de varios nacimientos en junio.
Estos comportamientos tienen a los expertos del Jaime Duque cruzando los dedos para que las cámaras graben un huevo en el nido. “Xue y Chie serán pareja toda su vida. Esa es una de las particularidades de esta especie, que en los más de 60 años que alcanzan a vivir, solo tienen una pareja. Si alguno muere, el que queda vivo no busca otra ave. Esto representa un reto mayor para su recuperación”, apuntó Castro.
Si esta pareja logra procrear un polluelo y éste no corre la mala suerte de Tayrona y logra desarrollarse bien durante sus primeros años, el ideal es liberarlo en zonas de páramo. Todas las crías que salgan de las tres parejas del programa de conservación, el cual cuenta con el aval del Ministerio de Ambiente, alcanzarán la libertad.
En la década de los 90, el zoológico de Cali fue pionero en trabajar por la recuperación del cóndor y alcanzar resultados positivos. En este lugar lograron procrear cinco cóndores, que fueron liberados en varios sitios cercanos a los nevados de Colombia.
“Cuando hay un huevo en el nido, el macho se torna bastante dominante y ni siquiera deja entrar a la hembra a incubar el huevo por una semana. El macho puede estar tan excitado y nervioso que puede romper el huevo. En Cali estas aves lograron poner hasta 15 huevos, pero la mayoría eran rotos por los picotazos del macho. Ese es uno de los grandes retos para la reproducción en cautiverio”, complementa el experto del Jaime Duque.
Este es Xue, el cóndor macho del Jaime Duque. Además de contar con un tamaño y peso mayor, lo que más lo diferencia de la hembra es la cresta arriba del pico. Foto: Parque Jaime Duque.
Almorzadero, piloto
Fausto Sáenz, director científico de la Fundación Neotropical, encontró el segundo nido activo de cóndor reportado para Colombia en el páramo del Almorzadero, ubicado en Santander, una evidencia que no se presentaba desde hace más de 60 años. Por eso el este ecosistema es considerado como un epicentro para esta ave.
Ante esto, en 2017, el Jaime Duque decidió ampliar su programa. No quería lograr solo la reproducción de Xue y Chie. Con el apoyo de Neotropical, organización no gubernamental que trabaja con rapaces y cóndores, inició un piloto en el páramo para que los campesinos del lugar no siguieran afectando a las aves de este ecosistema.
“Lo primero que hicimos fue hablar con las comunidades cercanas al páramo en los municipios de Málaga y Cerrito. Les contamos que estábamos trabajando en la reproducción del cóndor para luego liberarlos, algo que no les gustó de a mucho, ya que aseguraban haberse visto afectados por los cóndores del Almorzadero”, anotó el zootecnista.
El páramo de Almorzadero es uno de los sitios donde más se han avistado cóndores en Colombia. En este lugar se desarrolla un piloto con los campesinos para que no los impacten.
En agosto de ese año, los campesinos del páramo denunciaron que los cóndores estaban atacando al ganado, en especial a las ovejas y cabras pequeñas, algo que el mundo científico siempre ha desvirtuado. Esta especie es carroñera y sus habilidades de caza son mínimas.
Para corroborar la teoría de la comunidad, ambas entidades instalaron cámaras de alta definición cerca a las supuestas áreas donde el cóndor atacaba a los animales de corral. “Un video mostró a cerca de 12 cóndores atacando a un cabro pequeño. Una de las aves es Sebastián, el cóndor más viejo del páramo, con más de 60 años. Aunque sí se ve que lo pican por el ano para sacarle las tripas, es evidente que no tiene instintos de caza, ya que no lo mata rápidamente”, dijeron expertos del Jaime Duque.
La conclusión de estos encuentros fue que la relación entre el cóndor y el campesino no era la mejor, en especial con los que tienen algún tipo de ganado. Para Castro, el mayor verdugo del cóndor en Colombia es la ganadería extensiva, la cual no solo transforma el hábitat del ave sino que cuenta con prácticas sumamente peligrosas para su conservación.
“En Almorzadero hay en promedio como 50 ovejas en 300 hectáreas de páramo, algo que causa un impacto enorme sobre el ecosistema. Para la cría de estos animales se sacrifican muchas hectáreas de bosque. Además, estos mamíferos se comen los frailejones y pisotean los suelos. Esto causa que las dantas y venados, insumos alimenticios del cóndor, disminuyan, y que se vean obligados a comer ovejas o lo que encuentren”, concluyó Castro.
Cambios campesinos
Una de las primeras alternativas que le propusieron a la comunidad del Almorzadero fue estabular a las ovejas y cabras, es decir criarlas en forma controlada y no tenerlas libres sino en corrales para su alimentación, mantenimiento y reproducción.
El proyecto inició con 10 familias de los municipios de Málaga y Cerrito, quienes al comienzo no ocultaron su escepticismo. Algunos pensaban que los iban a sacar de sus territorios y otros no querían firmar los compromisos para no atacar a ningún cóndor. Al final de cuentas, decidieron participar.
En sus terrenos fueron construidos varios corrales, llamados apriscos, que cuentan con techos para que los cóndores no las identifiquen, todos ubicados cerca a las casas de los campesinos.
Castro informó que los resultados son positivos. “Las cámaras no han vuelto a grabar ovejas atacadas. Esta primera fase involucró al SENA del municipio de Málaga, quienes capacitaron a la comunidad en el manejo adecuado de sus animales. Los campesinos dicen que ya no quieren matar a los cóndores”.
Pero estas aves emblemáticas no podían quedarse sin alimento. Por eso, hace un año fueron construidas tres plataformas de alimentación, con alturas superiores a los cinco metros para evitar que algún perro los ataque, y con cámaras trampa cercanas para estudiar sus comportamientos.
“Cada 15 días se les pone de carroña una oveja o un ternero muerto. Las cámaras trampa han captado manadas de hasta 20 cóndores, con plumas de distintos colores, diversas edades y sexos. Llevamos un año haciéndoles seguimiento, un ejercicio que nos ha permitido aprender mucho. Si los colores de las plumas son cafés, esto indica que son jóvenes. Los machos tienen una cresta desde que nacen y ojos cafés, mientras que las hembras cuentan con ojos rojos cuando son adultas”, anota el zootecnista.
Sumado a esto, el parque y la fundación están trabajando en la construcción de un plan de manejo ambiental para la zona de los cóndores en Almorzadero. Ya se cuenta con información fundamental de la fauna, como la presencia de 15 especies de animales como tigrillos, zorros, coatíes de montaña y hasta pumas.
Illika y Dasan, salvados del veneno
En noviembre de 2018, campesinos del Almorzadero encontraron una pareja de cóndores en mal estado de salud. Las aves estaban débiles, tiradas en el suelo y a punto de desfallecer. Los expertos del parque y la fundación encontraron un terrible hallazgo: estaban envenenadas.
“Aún ignoramos quién lo hizo o el lugar exacto en donde ocurrió. Pudieron haber comido carne envenenada en el Cocuy y viajar hasta el Almorzadero. Los mismos campesinos que hacen parte del programa les prestaron los primeros servicios médicos y los llevaron al casco urbano del pueblo. Afortunadamente ese día estábamos en la zona y nos encargamos de las aves”, recuerda Castro.
Las aves fueron llevadas inmediatamente hasta el Jaime Duque. La Fuerza Aérea prestó uno de sus aviones para transportarlas. La hembra era la más crítica. Muchos pensaron que no aguantaría el viaje.
Illika y Dasan fueron envenenados en alguno de los páramos colombianos. Los campesinos y expertos fueron sus ángeles de la guarda y los ayudaron a sanar. Foto: Parque Jaime Duque.
Los veterinarios, zootecnistas y cuidadores del Jaime Duque hicieron todo lo posible para que la muerte no llegara. Les tomaron exámenes y los hidrataron con medicamentos para que expulsaran el veneno. Cuando fueron estabilizados, el nuevo reto fue que comieran. “Fue un proceso lento. Pasaron tres meses en el parque recuperándose de ese fatídico episodio. Curiosamente no eran pareja”, indica el zootecnista.
A mediados de enero de este año, Illika (la hembra) y Dasan (el macho), nombres dados por la ciudadanía a través de un concurso, fueron liberados en Almorzadero. Pero antes, les instalaron transmisores satelitales en la parte trasera para monitorear sus movimientos.
Dasan, un cóndor juvenil, estuvo sobrevolando cerca al Almorzadero por varias semanas. Luego cogió rumbo hacia Norte de Santander y decidió asentarse en el Nevado del Cocuy. Siempre está en zonas altas, muestran los transmisores que mandan datos al Jaime Duque.
Illika, con edad ya adulta, salió disparada del Almorzadero desde el día de su liberación. El 24 de enero ya estaba en Norte de Santander, y luego siguió por Aguachica y Pailitas en el Cesar. Voló por la Serranía de Perijá hasta llegar a la Sierra Nevada de Santa Marta. En día y medio, recorrió más de 500 kilómetros de distancia.
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Antes de ser liberados, los expertos les instalaron transmisores satelitales a los dos cóndores para monitorear sus movimientos. Foto: Parque Jaime Duque.
“Illika ha estado en Valledupar y en algunas zonas de La Guajira. Hasta ha pasado a territorio venezolano, por el Zulia, pero su hogar es la Sierra Nevada de Santa Marta. No se ha quedado quieta. Si lo llega a hacer es porque está empollando un huevo o porque fue atacada”, comenta Castro.
Hace pocos meses, las cámaras instaladas en Almorzadero registraron una hembra que cojeaba. Al parecer tiene un anillo en una de sus patas que le causa molestias, y que si no se lo retiran, podría desencadenar una gangrena.
Por eso, técnicos del Jaime Duque y la Fundación Neotropical viajaron hasta el páramo para encontrarla y capturarla temporalmente, mientras le retiran el anillo y sanan las heridas que le causó este elemento.
“La estamos atrayendo con los cebos de la plataforma. Instalamos varias mallas grandes en el piso para atraparla. Sabemos que será un proceso demorado, como todo con los cóndores. Cuando ella cure sus heridas, la regresaremos al páramo para que continúe con su vida. Tres personas del Jaime Duque la monitorean a diario en el páramo”, dijo Castro.
Inversiones y retos
En la reproducción de las parejas en cautiverio, el trabajo con los campesinos en Almorzadero, la instalación de las cámaras trampa, la construcción de áreas de alimentación y la liberación de las aves envenenadas, el Parque Jaime Duque ha invertido más de 3.500 millones de pesos desde 2015, un programa que no parará.
“Seguiremos trabajando en estas tres líneas. Sin embargo, es de suma urgencia que el gobierno reactive el Plan nacional de conservación del cóndor, una hoja de ruta liderada por el Ministerio de Ambiente que está frenada desde 2016. Si no se reactiva como una política de Estado, será mucho más difícil evitar que llegue a extinguirse. La buena noticia es que el Ministerio tiene la intención de hacer el plan 2020-2030, es decir uno nuevo”, denuncia Castro.
Otra estrategia urgente es hacer un censo nacional para conocer la población real del cóndor, pero que sea simultáneo. Según el zootecnista, no se puede hacer un inventario primero en Almorzadero y a los meses en el Cocuy, ya que puede tratarse de la misma población.
Para poder salvar al cóndor andino de la extinción, el Jaime Duque ha invertido más de 3.500 millones de pesos. Foto: Parque Jaime Duque.
Eran menos
Aunque los expertos consideran que en Colombia hay aproximadamente 150 cóndores en estado natural, esta cifra aún es un misterio. No hay un estudio juicioso y específico que establezca la población total de esta ave.
Sin embargo, de lo que sí tienen certeza es que este número era bastante inferior antes del nuevo milenio, cuando calculaban que la población no superaba los 60 individuos.
El zootecnista del Jaime Duque explica que ese incremento de la especie no está relacionado con la mejoría en la reproducción o a que dejaron de envenenarla, dispararle o arrebatarle su hábitat. La verdadera razón está en el cóndor de California.
“Esta especie americana tenía los mismos problemas que los cóndores andinos. En los años 50, en todo Estados Unidos no quedaban más de 22, por lo cual los americanos decidieron capturarlos a todos y llevarlos a zoológicos como el de San Diego. Luego vinieron a Sudamérica para capturar más cóndores y lograr reproducciones”.
Estados Unidos logró reproducir a los cóndores de california con los andinos de Chile y Argentina. Muchos de estos fueron liberados en Colombia. Foto: Parque Jaime Duque.
En Estados Unidos lograron la reproducción de los cóndores californianos con andinos de Chile y Argentina. Fue tal el éxito de este cruce, que ya no tenían la capacidad para tener tantas aves, así que decidieron liberarlas en terrenos de la cordillera de los Andes.
Sin embargo, muchas de estas aves estaban demasiado acostumbradas a la presencia del hombre. En Colombia, varias fueron recapturadas porque llegaban fácil a donde los ganaderos. Durante 30 años, el país recibió más de 70 de estos cóndores provenientes de los zoológicos norteamericanos.
“Se sabe que los cóndores liberados en los nevados tuvieron crías”, afirmó Castro. Actualmente, en el país no hay más de 10 cóndores en cautiverio, incluidos los seis del Jaime Duque, Barú y Medellín. Sin embargo, los otros tienen edades muy avanzadas y ya no pueden reproducirse.