ECOLOGÍA

Las claves de Brasil para reducir la deforestación en la Amazonía

En el estado de Acre la destrucción de la selva se redujo mientras que la calidad de la vida de la gente aumentó. ¿Cómo lo lograron?

12 de julio de 2017
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“Aprender de Brasil es sentir orgullo de sus bosques y de su Amazonía”, fue el halago que el ministro de Ambiente de Colombia, Luis Gilberto Murillo, le lanzó al gobernador del estado de Acre, Tiao Viana. El cumplido no es gratuito. En esta región amazónica ubicada en el suroccidente del gigante sudamericano, que tiene el tamaño de un país como Uruguay, la deforestación se ha reducido el 64% en los últimos 15 años. Al mismo tiempo, la economía creció y Acre alcanzó la categoría de alto desempeño en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU.

Viana estuvo en Bogotá invitado por el MinAmbiente y el Programa Visión Amazonía para que contara de viva voz las claves de este éxito. Sus consejos son más urgentes que nunca, pues en la misma semana de su visita se conocieron las cifras de deforestación en el 2016. El panorama es desalentador. El año pasado se tumbaron 178.597 hectáreas de selvas vírgenes, un 44% más que en 2015. La Amazonía, que está en los ojos de la comunidad internacional por su importancia para la regulación climática de la tierra, concentra el 39% de la deforestación en el país.

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Según Viana, el primer requisito para revertir esta situación es creer que es posible conservar la naturaleza y lograr el desarrollo económico simultáneamente.  Al igual que en Colombia, en Acre el principal motor de la deforestación era la ampliación de la frontera agrícola para introducir ganado. “Lo que nosotros hicimos fue aprovechar esas áreas que ya habían sido abiertas para cultivar especies tropicales cuya explotación fuera más rentable que la ganadería”.

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Así, se plantaron 400 hectáreas de palmas de coco, 200 de castañas, 7.000 de árboles de asaí y 461.522 de guanábana. La segunda claves es la tecnología. Esta diversificación productiva fue acompañada de grandes inversiones en maquinarias de punta que permitieran la generación de valor agregado. Entonces se levantó un complejo pesquero con capacidad para procesar 70 toneladas diarias, que incluye un centro de investigación y reproducción de especies, una fábrica de alimentación y un frigorífico para refrigerar el producto.

Asimismo, la siembra de más de 260.000 árboles de caucho se complementó con la construcción de una planta de beneficio que procesa cada año 500.000 litros de látex. Este material se convierte en condones y también es exportado a Francia en donde es utilizado para la fabricación de zapatos. En esta industria trabajan más de 700 familias, de las cuales el 93% es habitante de la región. “Esta es justamente la tercera lección de nuestro proceso. Es posible conservar generando calidad de vida para las personas”, dice Viana.

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En Acre, esta transformación productiva se tradujo en un mejoramiento inusitado de los indicadores económicos y sociales. Entre 2002 y 2014 el PIB del estado se multiplicó por cuatro y en 2010 llegó a superar el del país en un punto porcentual. Entre 2004 y 2014, el porcentaje de población extremadamente pobre pasó de 26,6%  a 10,2%. Además, entre 1999 y 2017 la tasa de analfabetismo bajó de 23,7% a 6,2%. “Esto no fue un programa de recuperación ambiental, sino un concepto de vida que involucra la economía, la sostenibilidad, pero sobre todo la inteligencia”, concluye Viana.