MEDIOAMBIENTE

La Tierra pide ayuda en su día

El Día Internacional de la Tierra es cada año un llamado de alerta mayor para concientizar a la humanidad del peligro inminente que acecha a nuestro planeta.

21 de abril de 2017

Más que una bonita conmemoración, el 22 de abril es un llamado a la acción urgente ante la falta de soluciones que aseguren la viabilidad del planeta Tierra. Lamentablemente, la explotación de recursos por parte de los seres humanos no es sostenible a largo plazo y ha causado daños irreversibles en los ecosistemas.

Este año, la celebración liderada por la ONU se realizará alrededor de la campaña “Alfabetización medioambiental y climática”, para resaltar la importancia de educarse sobre el medioambiente y sus problemas. Un tema bastante pertinente, en especial cuando han tomado fuerza grupos que dudan del calentamiento global, a pesar del consenso casi universal de la comunidad científica de sus devastadores efectos.

Son varias las problemáticas que agobian a la Tierra actualmente. Aunque el deterioro de recursos viene desde el comienzo de la humanidad, hoy aumenta de forma exponencial, por más que es latente la conciencia sobre la necesidad de revertirlo. Se ha vuelto más que evidente que urge mitigar los efectos de los asentamientos humanos.

Cifras de The World Counts, que recoge datos sobre el consumo humano, estiman que un bebé recién nacido usará 360 kilos de plomo, 340 de zinc, 680 de cobre, 1.630 de aluminio, 14.800 de hierro y 560.000 de piedra, tierra y cemento. Para suplir estas necesidades y deshacerse de los desechos de la humanidad, se necesitan 1,5 planetas Tierra. Considerando el aumento poblacional estimado y si no hay cambios drásticos, para 2030 necesitaríamos 2 planetas. Nuestra vida en la Tierra es insostenible.

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Estas cifras muestran que el impacto no es solo de grandes empresas, sino de cada ser humano, que es desde el primer día de su vida un consumidor. Un rótulo que viene con una responsabilidad que pocos asumen: entender de dónde viene lo que compramos diariamente. Es fácil juzgar desde casa la devastación de la minería, la sobreproducción de plástico o la deforestación. Lo que ignoramos es que se dan para suplir la demanda de productos ‘básicos’ para nuestra supervivencia. El problema es que los ‘esenciales’ se han expandido a objetos como celulares y televisores, de alto impacto ambiental y que cada día parecen acercarse más a ser desechables por la obsolescencia programada.

Sufrimos por el aire que respiramos, que cada vez disminuye más su calidad. Hasta en un país como Colombia con tanta riqueza natural, Medellín, una de sus principales ciudades, está en alerta máxima por la mala calidad del aire. Por esto es que el mundo entero, en un esfuerzo conjunto que pocas veces logra tal consenso, se comprometió hace dos años a reducir las emisiones de gases invernadero para evitar que la temperatura del planeta aumente más de 2ºC.

El documento, llamado Acuerdo de París, depende básicamente del compromiso de China y Estados Unidos, los dos países que más emisiones producen. De hecho, su ratificación fue la primera vez que ambas potencias aceptaron públicamente su papel en la creciente contaminación del aire y asumieron acciones concretas ante el mundo para mitigar sus daños. Sin embargo, la llegada de Donald Trump ha puesto en duda el papel que cumplirá Estados Unidos para cumplir con sus promesas, por su escepticismo ante el calentamiento global.

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El presidente aseguró que sacaría a su país del tratado en campaña. Se espera que la próxima semana se reúna con sus asesores para tomar una decisión definitiva. El retiro de Estados Unidos del Acuerdo sería bastante problemático, pues el país ya ratificó su firma. De hecho, el mismo Secretario de Estado, Rex Tillerson, se opondría a la salida, ya que los pondría en contra de, básicamente, el mundo entero. Tanta es la preocupación que 360 empresas multinacionales, que en teoría se beneficiarían económicamente de no estar sujetos a regulaciones ambientales, enviaron una carta urgiendo a Trump que reconsiderara su intenciones.  

El problema de la contaminación del aire está también ligado a lo que produce la tierra. Idealmente, se debe buscar que el daño que la presencia humana causa en su entorno sea mitigado, lo cual se logra principalmente con las prácticas sostenibles. Estas afectan desde el ambiente de trabajo -ya sea con la rebaja de uso de papel o mejora en la eficiencia energética de la oficina- hasta la reparación a gran escala del impacto realizado -con programas sociales para poblaciones afectadas, reforestación y restauración de fuentes hídricas-. Toda actividad humana que tenga impacto ambiental debería retribuir a la tierra en la que se localiza.

Hablar de sostenibilidad ahora va mucho más allá de dar un par de iniciativas para mejorar las relaciones públicas y la imagen de la empresa. Es una meta universal, que compromete a los ciudadanos, a vivir de una manera que limite la destrucción de los recursos naturales. Las prácticas sostenibles han probado ser, además de buenas para el medio ambiente, más rentables a largo plazo para aquellos que las adoptan.

Este Día de la Tierra, más que admirar al planeta, hay que promover y realizar acciones para preservarlo. No solo dejar de usar pitillos y no usar bolsas plásticas, hay que comenzar a usar nuestro poder como ciudadanos. Estas medidas son un buen comienzo, pero la gravedad de la situación nos pone retos mucho más grandes. Hay que comenzar por una autoevaluación: ¿sabe exactamente qué tanto daño le hace al planeta?

Después de eso, se debe trabajar desde nuestros deberes, las personas podemos empezar a conocer sobre cómo trabajan las empresas a las que compramos y la forma en que los gobiernos permiten la explotación de los recursos naturales. Estos conocimientos nos permitirán alzar la voz si no están buscando vías sostenibles, no comprarles a ciertas compañías o no votar por representantes que no valoren al medioambiente. Solo así se podrá pasar de actos para no sentirse impotente a una ciudadanía activa que pueda cambiar el futuro de la Tierra.