GRUPO RÍO BOGOTÁ

El reencuentro con la naturaleza de 40 bogotanos después de la cuarentena

Los ciudadanos participaron en una siembra de especies nativas en La Calera, donde la Fundación Humedales Bogotá realiza un proyecto de reforestación que busca conectar los bosques. Varios árboles fueron plantados como homenaje a familiares que fallecieron durante la pandemia.

20 de octubre de 2020
Luego de más de seis meses en confinamiento, 40 bogotanos se reencontraron con la naturaleza. Foto: Jhon Barros. | Foto: Siembra La Calera - Jhon Barros

* Este es un contenido periodístico de la Alianza Grupo Río Bogotá: un proyecto social y ambiental de la Fundación Coca-Cola, el Banco de Bogotá del Grupo Aval, el consorcio PTAR Salitre y la Fundación SEMANA para posicionar en la agenda nacional la importancia y potencial de la cuenca del río Bogotá y  sensibilizar a los ciudadanos en torno a la recuperación y cuidado del río más importante de la sabana.

Mary Sol Herazo, una ciudadana de Bogotá de 45 años graduada como docente de preescolar, no salió de su casa durante más de seis meses para evitar un posible contagio por la pandemia del coronavirus y no poner en riesgo a ninguno de sus familiares y amigos, un encierro voluntario que le apachurró el corazón.

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“La primera decisión radical fue no visitar a mis padres, quienes ya son mayores y viven solos en una casa del barrio La Soledad. Aunque me moría de ganas por ir a abrazarlos, consentirlos y atenderlos como es debido, el temor por llevarles algún malestar me lo impidió. Solo los ví por el celular y el computador y les enviaba lo que necesitaran a través de domicilios”.

La profesión de esta ciudadana también tuvo un cambio radical durante la cuarentena. “Mi contacto con los niños siempre ha sido muy cercano. Los profesores de preescolar vivimos de abrazos, consentimientos y cuidados, por lo cual ver a mis alumnos en una pantalla del computador fue muy duro. En varias clases se me escurrieron las lágrimas por ese distanciamiento”.

El reencuentro con la naturaleza de 40 bogotanos fue en una vereda del municipio de La Calera. Foto: Jhon Barros.

El alma de esta profesora con más de 20 años de experiencia se vio afectada por la falta de contacto con la naturaleza, una recarga de vida que realizaba a menudo en algún espacio natural como los humedales de la capital o en las diferentes jornadas de siembras por parte de organizaciones ambientales.

“Soy amante de la naturaleza, por lo cual me dio muy duro no poder visitar alguno de los maravillosos ecosistemas que tenemos en la ciudad. Antes de la cuarentena iba seguido a recargarme de energía y reencontrarme conmigo misma en esos espacios. Hablar con los árboles es algo maravilloso”.

Hace aproximadamente un mes, una pérdida familiar nubló aún más el panorama del encierro de esta docente con más de 20 años de experiencia. “Mi suegro falleció, una pérdida que no fue por la covid-19 pero que sí que nos causó más tristeza porque no pudimos despedirnos por las medidas establecidas durante la pandemia. Perder un familiar se torna mucho más triste en estas épocas, porque estamos acostumbrados a encontrar consuelo en los abrazos de nuestros familiares”.

Esta fue la primera siembra de la Fundación Humedales Bogotá después de la cuarentena. Foto: Jhon Barros.

Regreso a la naturaleza

Hace un par de semanas, Mary Sol vio en las redes sociales una convocatoria ciudadana de la Fundación Humedales Bogotá para participar en una jornada de siembra de árboles nativos en la vereda Márquez, ubicada en el municipio de La Calera, Cundinamarca.

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“No lo pensé más de dos veces en participar. Era la oportunidad perfecta para retribuirle algo a la naturaleza y hacerle un homenaje a mi suegro. Para mí, la mejor forma de honrar la memoria de un ser querido es sembrar un árbol y no llevando flores al cementerio. En vida es que se deben regalar este tipo de cosas materiales”. 

40 bogotanos, entre niños, jóvenes y adultos, participaron en la primera jornada de siembra de la Fundación Humedales Bogotá luego de la cuarentena. Mary Sol, vestida con un poncho de lana, un sombrero de paja para evitar los rayos del sol y un tapabocas con figuras de la naturaleza, era una de las más entusiasmadas.

Mary Sol sembró un roble, el cual bautizó con el nombre de su suego recién fallecido. Foto: Jhon Barros.

“Salir de la ciudad y ver el verde de la sabana después de tantos meses de confinamiento fue maravilloso. Respirar un aire puro y divisar las montañas boscosas son una bendición, un regalo que nos da la naturaleza y que todos debemos retribuir así sea con pequeñas acciones como la siembra de un árbol”.

Luego de una charla educativa sobre la flora y fauna que habita en los humedales de la capital por parte de los expertos de la fundación, los ciudadanos escogieron los 40 árboles nativos que iban a sembrar, de especies como chicalá, roble, cajeto, duraznillo, tinto, arrayán, nogal, ciro y corono espinoso.

Mary Sol escogió un roble, al que bautizó como Alejandro. “Mi suegro batalló mucho, por lo cual decidí rendirle el homenaje con un roble. Quiero que este árbol sea igual de fuerte a él, al que pretendo visitar muy pronto. Los seres humanos le hemos hecho mucho daño a la naturaleza y estamos en la obligación de retribuirle algo”.

Los 40 ciudadanos fueron divididos en dos grupos para evitar aglomeraciones. Foto: Jhon Barros.

Las lágrimas brotaban a borbotones de los expresivos ojos de esta ciudadana mientras sembraba el roble, que trató como si fuera un niño recién nacido. “Le agradecí a mi suegro por todo lo que nos enseñó y le dije que en este árbol quedaría inmortalizado. En una pequeña piedrita escribí su nombre y la dejé al lado del roble”.

Futuras semillas

Las familias y pequeños grupos de amigos también fueron protagonistas en la jornada de siembra de la Fundación Humedales Bogotá, una actividad que antes de la cuarentena se realizaba una vez al mes con el apoyo empresas con campañas de responsabilidad social y programas de compensación de huella de carbono.

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Nelly Quintero, una bogotana residente del barrio Gran Granada en el occidente de Bogotá, siempre quiso participar en alguna actividad ambiental para retribuirle algo a la naturaleza, pero no quería hacerlo sola. Por eso convenció a los padres de su nieto Juan Manuel para que lo dejaran asistir, al igual que a Celina Eli, una de sus mejores amigas.

Nelly fue a sembrar con su nieto de 12 años y su mejor amiga. Foto: Jhon Barros.

“Además de reencontrarme con la naturaleza y aportar mi granito de arena, quise involucrar a mi nieto para que se enamore de estas actividades, las cuales estoy segura que seguirá realizando cuando crezca. Juan Manuel estaba muy contento por volver a salir después de estos meses de encierro y dejar de jugar en el celular y ver televisión”.

Es la primera vez que Nelly siembra un árbol, un ciro al que nombró Salvador. “Confío en que tenemos un salvador para todo en nuestras vidas. Volver a la naturaleza fue una experiencia maravillosa y más en un sitio tan cerca de Bogotá. Uno sale recargado de energía y con ganas de volver”.

A Juan Manuel no le importó untarse de tierra para sembrar un corono espinoso, árbol que bautizó como el Espinas. “Me gustó mucho esta experiencia porque me permitió salir de la casa y aprender sobre la naturaleza de mi tierra, como las aves que han sobrevivido en los humedales de Bogotá y que están en peligro de extinción. Tenemos que cuidarlas y dejar de contaminar”.

Juan Manuel aprendió a sembrar y conoció la biodiversidad que ha sobrevivido en la cuenca del río Bogotá. Foto: Jhon Barros.  

Por su parte, Celina Eli, una costeña que vive desde hace muchos años en la capital, vio en la siembra una oportunidad para ver de frente la naturaleza y rendirle un homenaje a su padre, quien falleció hace tres meses durante la cuarentena.

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“Antonio, mi papá, murió a los 104 años, por lo cual escogí un roble para rendirle un homenaje. Él era un hombre que a pesar de ser médico, amaba la naturaleza, la tierra y los cultivos, algo que nos inculcó a todos sus hijos desde que éramos pequeños”.

Los ciudadanos sembraron árboles y participaron en caminatas ecológicas por la vereda. Foto: Jhon Barros.

A conectar los bosques

La Fundación Humedales Bogotá suma cerca de 15.000 árboles nativos sembrados en ocho fincas de la vereda Márquez en La Calera, terrenos en donde el bosque andino ha palidecido por el exceso de las actividades agropecuarias.

Los campesinos de la región han vivido durante décadas de la actividad agrícola y el ganado lechero. Sin embargo, esto ha desplazado a los bosques originarios de la zona, al igual que las construcciones de vivienda y entidades educativas, que ejercen una gran presión sobre estos ecosistemas de la sabana de Bogotá”, dijo Jorge Emmanuel Escobar, director de la organización.

El reencuentro con la naturaleza fue realizado en una vereda de La Calera donde se restauran las áreas afectadas por el ganado. Foto: Jhon Barros.

Con las jornadas de siembra, algunas con el apoyo de algunas empresas, la fundación busca revertir esta situación y reforestar la zona. “Queremos convertir el área en una reserva ecológica que le brinde refugio a la biodiversidad, con oferta de servicios ambientales y activación de la economía local”, complementó Escobar.

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Otro objetivo de la organización ambiental, que lleva casi 10 años trabajando por los humedales bogotanos, es constituir corredores biológicos para conectar los parches de bosque en la vereda, un trabajo al que se suman cada vez más ciudadanos interesados en dar su aporte a la biodiversidad de la sabana.

El verde del bosque andino de la sabana de Bogotá ha palidecido por la sobrecarga agropecuaria. Foto: Jhon Barros.

“La vereda Márquez está ubicada entre los cerros orientales y el páramo de Chingaza, por lo cual es un sitio estratégico de la cuenca media del río Bogotá que debemos restaurar. Los dueños de las fincas donde sembramos los árboles, que compramos en un vivero de la zona, se comprometen a cuidarlos y nosotros les realizamos un mantenimiento cada tres meses”, indicó Escobar.

La pandemia llevó a la Fundación Humedales Bogotá a cambiar la organización de las plantaciones. Antes asistían hasta 150 ciudadanos en cada jornada, pero ahora ese número no puede superar los 50 debido a los protocolos de bioseguridad. “Todos deben utilizar el tapabocas, lavarse las manos y desinfectarlas y cumplir con los dos metros de distanciamiento durante las charlas. También dividimos en dos el grupo para evitar aglomeraciones”.

La mayoría de ciudadanos sembró un árbol como homenaje a un ser querido fallecido. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Escobar tenía mucha incertidumbre por la asistencia de los ciudadanos en la última siembra. “Aunque la mayoría de la población ha manifestado su interés por reencontrarse con la naturaleza, teníamos algo de susto porque esta actividad no es gratuita, ya que incluye transporte, almuerzo y la compra de los árboles. La crisis económica está bastante crítica”, mencionó Escobar.

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Sin embargo, la ciudadanía respondió al llamado ambiental y se llenó el cupo establecido, que esta ocasión fue de 40 personas. “En la siembra, los rostros de la gente expresaron esa necesidad de volver a tener contacto con la naturaleza para reactivarse. Algo que hemos subvalorado es que el encierro genera problemas de salud mental, lo que la naturaleza tiene el poder de sanar”.

La fundación busca sembrar árboles nativos para consolidar corredores biológicos y conectar los bosques. Foto: Jhon Barros.

Para el director de la fundación, entre las experiencias más bonitas de este encuentro están ver a la gente untándose de tierra y los homenajes a las personas que han fallecido. “Desde hace dos años le ofrecemos la opción a la ciudadanía de plantar un árbol en memoria de alguien que falleció, algo que durante la pandemia se ha incrementado bastante. Mucha gente también siembra como un homenaje a una mascota que perdieron”.

En las ocho fincas de la vereda Márquez donde se realizan las siembras, la fundación le hace un seguimiento constante a los árboles nativos, muchos de los cuales ya superan los dos metros de altura. “En algunas zonas ya podemos ver la conformación de un bosque nativo. Eso no ocurre en sitios donde se realizan siembras y nadie monitorea los árboles”.

Los ciudadanos pueden visitar los árboles sembrados para constatar su estado. Foto: Jhon Barros.  

Las jornadas de siembra también son una buena opción para que los niños salgan de la virtualidad y tengan contacto con la naturaleza. “En la cuarentena muchos niños se volvieron adictos a las consolas por no poder salir y tener contacto con el ambiente natural. Hace unos años leí un estudio de que los niños se estaban volviendo alérgicos a la naturaleza, algo preocupante”, manifstó Escobar.

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La próxima siembra de árboles nativos de la Fundación Humedales Bogotá será el próximo domingo 31 de octubre en La Calera, una actividad llamada Eco Halloween donde los niños y jóvenes podrán plantar y llevar sus disfraces.

Los árboles sembrados más antiguos ya superan los dos metros de altura. Foto: Jhon Barros.

Plantaremos árboles y realizaremos una caminata nocturna por uno de los hermosos paisajes en la sabana de Bogotá. Además, haremos actividades pedagógicas dirigidas a niños y sus familias para que compartan y festejen de una manera diferente en medio de ambientes naturales”, apuntó Escobar.

Para participar en el Eco Halloween, que tiene un costo de 89.000 pesos para adultos y 82.000 para niños o estudiantes entre los cinco y 12 años, valor que incluye la siembra de un árbol, transporte ida y regreso, socorrista y refrigerio típico de la zona, la ciudadanía puede ingresar en el link https://humedalesbogota.com/halloween-ecologico/.

El 31 de octubre los ciudadanos podrán volver a sembrar en La Calera. Foto: Fundación Humedales Bogotá.