GRUPO RÍO BOGOTÁ
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En el páramo de Guacheneque, sitio donde nace el río Bogotá, hay registros de por lo menos 273 especies de plantas, muchas de las cuales ayudan a curar enfermedades, males y dolores. Conozca algunas de ellas.
* Este es un contenido periodístico de la Alianza Grupo Río Bogotá: un proyecto social y ambiental de la Fundación Coca-Cola, el Banco de Bogotá del Grupo Aval, el consorcio PTAR Salitre y la Fundación SEMANA para posicionar en la agenda nacional la importancia y potencial de la cuenca del río Bogotá y sensibilizar a los ciudadanos en torno a la recuperación y cuidado del río más importante de la sabana.
A casi 10 kilómetros del casco urbano del municipio de Villapinzón, en Cundinamarca, está el páramo de Guacheneque, un ecosistema ubicado a 3.400 metros sobre el nivel del mar en donde nace el río Bogotá.
Las primeras gotas del río Funza, palabra dada por los muiscas al varón poderoso de la sabana, conforman 11 pequeños cuerpos lagunares rodeados de una imponente biodiversidad, un sitio que en pasado fue una gran laguna que rugía.
Luego de salir del páramo, el afluente más importante del país fluye cristalino y prístimo por un trayecto de 11 kilómetros, hasta que se topa de frente con las curtiembres de Villapinzón y Chocontá, industrias que empiezan a contaminar sus aguas.
Las primeras gotas conforman 11 pequeñas lagunas a lo largo del páramo. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz
Sin embargo, su nacimiento parece detenido en el tiempo por la basta diversidad que plantas que alberga las 9.800 hectáreas de Guachenque, que a la fecha suman 273 especies como frailejones, cardones, orquídeas, líquenes o agraz.
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En cuanto a la fauna, algunos de sus mayores representantes son la rana sabanera, tinajos, guaches, armadillos, zorros perrunos, guácharos y bobas, la mayoría nocturnos por lo que es casi imposible verlos bajo la luz del sol.
En el pasado, el páramo servía de hogar para animales como la nutria o el venado de cola blanca, los cuales desaparecieron hace décadas por cuenta de las actividades humanas. En el caso de la nutria, la instalación de bocatomas acabó con varios peces del río como el pez capitán y, al quedarse sin alimento, este mamífero abandonó Guacheneque y más adelante el resto de la cuenca.
A los venados, por su parte, los ahuyentó un voraz incendio hace 40 años que arrasó con más de 300 hectáreas. El oso de anteojos y leoncillo tampoco volvieron a verse por cuenta de las conflagraciones.
La cardita de páramo (Paepalantus Colombiensis) atrapa el agua lluvia y la almacena en su interior. Foto: Mariana Estrada
Vidal González, oriundo de Villapinzón, fue el único guardián del páramo durante 30 años. Como guardabosques entregó su vida para cuidar este ecosistema y todo lo que sabe se lo debe a su padre, su abuelo y al centenar de veces que recorrió los senderos de Guacheneque.
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Vidal González (derecha) fue guardabosques de este páramo durante 30 años. Ahora, con su retiro, llega Jairo García (izquierda) para realizar esta labor. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz
Parece una enciclopedia. Conoce cada rincón de este terruño paramuno, cada historia, mito y nombre de las especies que alberga. Recorrer el páramo junto a Vidal es la mejor forma de aprender sobre este ecosistema, tanto así que no hace falta llevar merienda porque en el recorrido recoge frutos que solo se dan allí para comer.
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Uno de ellos es el agraz de páramo que da pequeños frutos redondos, parecidos a los arándanos y un poco más grandes que el agraz común, llamados agracias. O las piñuelas, que están en la parte inferior del cardón piñuela y en su interior tienen un líquido muy similar a la miel de abejas, que también comen los tinajos, zarigüeyas, cusumbos y armadillos.
Cardón o cardo piñuela. En su inferior tiene frutos llamados piñuelas que tiene una especie de miel en su interior. Fotos: Mariana Estrada.
Farmacia paramuna
Vidal le debe todos sus saberes a su abuelo, Agustín González, quien murió de 115 años. Cuando era niño recorría el páramo con él y, como es usual a esa edad, la curiosidad lo invadía. Preguntaba por cada planta, animal o cosa que veía en Guacheneque, enseñanzas que quedaron guardadas en su memoria y hoy replica el nombre de cada especie y sus propiedades.
Uno de los frailejones más comunes en Guacheneque es el Espeletiopsis. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz
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“Uno puede vivir tranquilamente en el páramo, no hace falta nada. Aquí nadie se muere, hasta la medicina se encuentra en este lugar”, dice Vidal. Y es verdad. El solo hecho de recorrer sus caminos y el nacimiento del río Funza o Bogotá es una terapia para cualquier persona. La energía poderosa que se siente en este lugar cura cualquier mal.
Pero si para alguien esto no es suficiente y aún tiene una enfermedad que le aqueja, la mayoría de especies de este páramo le pueden ayudar.
Frailejón botón de páramo, del género espeletia. Uno de los más característicos del páramo de Guacheneque. Foto: Mariana Estrada
Una de ellas es el frailejón botón dorado. Según cuenta Vidal, su abuelo le explicaba que hervir las hojas de esta planta en una infusión es el mejor remedio para el asma, la artritis, el dolor de oído e incluso para los triglicéridos.
También resalta al laurel de páramo, una especie que sirve como un calmante “¡y hasta para sazonar la carne!”, afirma González. La infusión con árnica también se usa para morados e inflamaciones producto de los golpes.
La infusión de árnica (Arnica montana) es ideal para golpes, dolores y moretones. Foto: Javier Tobar
La vira vira es ideal, según cuenta el guardabosques, para la próstata. La achicoria blanca, por su parte, la usan para los riñones y para tratar la vena várice.
Vira vira (Pseudognaphalium viravira). Foto: Javier Tobar
La zarzaparrilla ayuda a limpiar el hígado, purificar la sangre y tratar la tos.
La salvia es buena para los nervios y el estrés. Así como la valeriana, que en lugar de tomar las gotas procesadas y artificiales del mercado, las personas pueden usar unas hojas de esta planta para hacer una infusión, lo que le ayudará a calmarse, reducir el estrés y dormir. “Yo nunca sufro de sueño porque todos los días que recorro el páramo, el solo oler esta planta me ayuda a dormir en las noches”, cuenta Vidal.
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La valeriana en infusión ayuda a calmar los nervios y a dormir mejor. Foto: Mariana Estrada
El arrayán blanco es muy bueno para la diarrea. “Mi mamá nos lo daba en la mazamorra dulce. Ahí nos echaban los gajitos y así nos curaba de los males de estómago”, cuenta el guardabosques.
En la lista también está el apio de monte que, según Vidal, es ideal para los cólicos menstruales. La receta es fácil: “dos cogollitos de ese apio, hacen su aromática y eso es bendito para los cólicos”, explica.
El arrayán blanco (Myrcianthes leucoxyla) es bueno para la diarrea. Además, tiene frutos similares a los arándanos que también son de consumo humano. Fotos: Mariana Estrada
Otras especies, como el gaque, sirve para untarse su crema bendita. “Cuando esta planta crece le salen una especie de pepas que al madurar botan una crema. Esa la usan mucho para borrar los mezquinos o las verrugas de la cara”, dice Vidal.
Zarzaparrilla (Smilax aspera), buena para limpiar el hígado, la sangre y aliviar la tos. Foto: Javier Tobar
Según narra, también lo usan quienes tienen hernias inguinales en la parte abdominal. Además, algunas personas hacen una especie de plantilla con esta planta para curar las hernias o dolores en los pies. “Pone el pie sobre el árbol y con un cuchillo va haciendo el recorte de la silueta. Luego saca esa cáscara, la lleva a la casa y a medida que se seca, va a empezar a pasar el dolor y la hernia”.
Y no siendo suficiente, el árbol de gaque también es perfecto para los amantes de la meditación. Ir al páramo, quitarse los zapatos, medias y meditar abrazado al árbol durante 15 minutos, dicen que es la mejor terapia para curar los males o al menos el estrés, que es el principal causante de los dolores.
Guarguerón (digitalis purpúrea). Foto: Mariana Estrada
El guarguerón o Digitalis purpúrea sirve para la taquicardia. Mientras que el agraz de páramo, además de ser una fruta deliciosa para cualquier momento, también aumenta los glóbulos rojos y sube las defensas.
El agraz de páramo da una pequeña fruta conocida como agracia, muy parecida a los arándanos. Foto: Mariana Estrada
“También me encargan mucho el mortiño, que es una fruta. Con un puñado de la planta se hace un jugo que ayuda a reducir el ácido úrico. Es bendito para eso”, cuenta Vidal.
Así como el llantén, una planta que es muy buena para el estreñimiento y colon irritable. “Arranca uno la plantica con raíz y todo, hace un agua aromática y se la toma. A mucha gente le cura ese mal”, explica.
Llantén (Plantago major). Foto: Javier Tobar