INDÍGENAS

Los Nukak Makú: un pueblo nómada a punto de desaparecer

Solo quedan 200 familias que quieren regresar a un territorio que está plagado de minas. El desminado, estipulado en el Acuerdo de Paz con las Farc, es la única alternativa para que los Nukak puedan retornar a las selvas del Guaviare.

9 de diciembre de 2016
Fotos: Ministerio del Interior

María Lourdes Zimmermann / Mongabay Latam

Los Nukak Makú, el último pueblo indígena nómada contactado en Colombia, cazador, recolector y pescador que habitaba  las selvas del Guaviare al sur del país, afronta el punto más crítico y frágil de su historia. Actualmente la extinción los persigue como si fuera un “debep”, palabra que en la cosmogonía Nukak representa al espíritu de los muertos que deambula por la selva haciendo el mal.

Diversos autores sostienen que las principales amenazas que tienen hoy a los Nukak al borde de la desaparición física y cultural, son principalmente las enfermedades llevadas por los colonos a sus territorios, la pérdida de sus espacios tradicionales en la selva, la expansión agrícola, los cultivos ilícitos de coca y las minas antipersonales.

La aprobación de un plan de salvaguarda y el desminado de su territorio son las únicas salidas que le queda a este pueblo. Se trata de 200 familias indígenas que necesitan atención en temas de salud, educación, vivienda y seguridad alimentaria, y la implementación de un proyecto de desminado que libere las tierras que solían habitar.

A pesar de la preocupación del Estado por su protección, las medidas según miembros de la comunidad no han sido suficientes. El contacto que se dio en los años ochenta y que ha tenido graves repercusiones hasta hoy,  ha sido tan rápido según el Ministerio del Interior,  que de 1.000 indígenas presentes en el territorio en esa época, hoy sólo quedan 600, de los cuales 125 siguen inmersos en la selva, entre el interfluvio de los ríos Guaviare e Inírida. El resto de indígenas de esta nación se encuentra repartido en 12 grupos locales ubicados en las inmediaciones de San José de Guaviare, capital del departamento, lejos de sus territorios ancestrales.

El primer contacto

En 1988 Gustavo Polis, un antropólogo argentino estudioso de los Nukak, relató en el capítulo ‘Crónicas del Contacto del libro Pueblos indígenas en aislamiento voluntario y contacto inicial en la Amazonía y el Gran Chaco’, la aparición de 43 Nukaks entre mujeres, jóvenes y niños en el corregimiento de Calamar, departamento del Guaviare. Este grupo permaneció allí por varias semanas. Según narra Polis, venían dirigidos por una anciana y estaban en busca de un territorio ancestral. Esa fue la historia del contacto más significativo de los Nukak en el departamento del Guaviare.

“La ausencia de hombres y algunas noticias complementarias hacían suponer que venían huyendo de situaciones de violencia de algunas partes del territorio”, explicó Gustavo Polis y señaló que esa sería la antesala de lo que vendría para esta comunidad y la amenaza de la pérdida de su identidad física y cultural.

Después de esa experiencia de contacto, a mediados de los años noventa, la presencia de colonos y de visitantes a San José del Guaviare trajo consigo enfermedades que se convirtieron en epidemias para esta etnia indígena. Según el Ministerio del Interior, fueron afectados por “infecciones a las vías respiratorias, paludismo, sarampión, leishmaniasis y parásitos. Extinguieron gran parte de la población Nukak”.

A partir de la segunda mitad de la década de 1990, la situación de los Nukak se hizo más compleja, debido al incremento de las acciones hostiles entre fuerza pública y grupos armados ilegales en su territorio tradicional.

Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) invadieron el hogar de los Nukak, lo mismo que los grupos de Autodefensa con los que se disputaban el territorio. Sus bosques tupidos fueron utilizados estratégicamente para la siembra y el procesamiento de la coca, y sus ríos para transportar el alcaloide. Con la bonanza, los colonos de todo el país llegaron en busca de fortuna a terrenos baldíos en las selvas del Guaviare, que hacían parte de los territorios ancestrales de los Nukak.

Los Nukak empezarían a frecuentar las fincas de los colonos que invadían sus territorios y los poblados que se abrían entre sus caminos. La necesidad terminó por atraer a algunos de los Nukak, quienes se pusieron al servicio de los nuevos habitantes de la zona.

Muchos de ellos fueron rápidamente esclavizados y utilizados como mano de obra para trabajar en la siembra de coca, para raspar la hoja, se convirtieron en lo que se conoce en Colombia como  “los raspachines”.

Las amenazas continuaron. Además, de la presencia de los colonos, en los años noventa un proyecto exploratorio atravesó la mitad del territorio Nukak sin que se pudiera evitar. Según la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), nada impidió que el territorio fuera explorado afectando a los Nukak, y años más tarde, en el 2005, el frente 44 de las Farc los expulsó de su territorio y les ordenó dirigirse a la cuenca del río Inírida.

Las presiones y el riesgo que afrontaba el pueblo de los Nukak Makú no eran un secreto para el país. En 1990 el gobierno empezó a estudiar su situación para establecer un programa de defensa de la comunidad indígena. Más tarde el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) evidenció, en varios informes presentados en 1997, la crítica situación de niños y mujeres de la comunidad, los abusos perpetrados contra ellos y planteó acciones orientadoras para la intervención del Estado.

Uno de los casos más sonados y denunciados por el ICBF fue el rapto y la adopción irregular de niños Nukak por colonos, que al quedar huérfanos por las enfermedades que afectaban a la comunidad indígena, eran alejados del seno de su cultura. Hoy, como resultado del fenómeno, muchos Nukak han perdido por completo sus tradiciones culturales y forman parte de familias de campesinos de la región.

Su territorio además se ha convertido en una bomba de tiempo. Según Pedro Posada, defensor del pueblo para asuntos indígenas, los Nukak “hoy corren el riesgo de caminar por las selvas y ser víctimas de minas antipersonal porque la extensión del resguardo Nukak  es uno de los territorios minados del país”, agrega el funcionario.

Yawananijbé. Foto: Felipe Cabrera – Ministerio del Interior.

¿Es posible salvar a un pueblo al borde de la extinción?

Casi tres décadas de trabajo empiezan a tener frutos, sin que signifiquen triunfos para las organizaciones indígenas que no están conformes del todo. El alto riesgo que afronta uno de los seis pueblos pertenecientes a la familia lingüística Makú y su abrumador camino hacia la desaparición definitiva, tiene en la recuperación de su territorio la clave para frenar su extinción.

Recobrar el control de un millón de hectáreas tituladas por el Estado como resguardo desde 1993 y ampliado en 1997, es determinante según Bernardo Pinilla, funcionario de la Dirección de Asuntos Indígenas del Ministerio del Interior.

El gobierno colombiano ha diseñado un Plan de Salvaguarda para proteger a los Nukak y a otras naciones. Una orden de la Corte Constitucional —a través del Auto 004 del 2009— propició la preparación del plan que hoy le exige a varias instituciones cumplir con una serie de acciones que permitan salvaguardar al pueblo Nukak y a 33 comunidades más amenazadas por la violencia, el desplazamiento, los cultivos ilícitos en sus territorios y la presencia de actores armados.

Para la Corte Constitucional, seis meses después de emitirse el recurso legal, los 34 pueblos indígenas en riesgo debieron contar con el plan y las acciones acordadas por Instituciones como el Ministerio de Defensa Nacional, de Educación, El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y El Ministerio del Interior.  Han pasado siete años y recién el plan que protegerá a los Nukak se encuentra en etapa de cierre, y el acuerdo con las instituciones que deben ejecutar acciones para la conservación física y cultural de este pueblo, aún no ha sido aprobado.

“Nosotros creemos que es el momento y que hay una perspectiva positiva porque toda la institucionalidad sabe la urgencia que hay frente a la necesidad de avanzar con el Plan de Salvaguarda”, señala Bernardo Pinilla, coordinador del Auto 004 del Ministerio del Interior. “Sin embargo la urgencia no puede convertirse en un factor de riesgo, muchas veces la oferta institucional si no es adecuada puede aumentar el peligro que tienen los Nukak de extinción física y cultural”.

Pinilla explicó que “los riesgos de los Nukak no están solamente asociados a los aspectos del conflicto armado y el desplazamiento, sino también a una intervención institucional. Y parte de adecuar esa oferta es acordar con la comunidad Nukak, a través de una ruta de diálogo y concertación, como único camino, para que los programas y proyectos que se implementen sean adecuados al contexto cultural”.

Y es justamente las dificultades para comunicarse con ellos, la falta de líderes validados por las comunidades y la carencia de traductores autorizados, lo que no ha permitido avanzar significativamente en el tiempo para llegar a ciertos acuerdos, según explican los funcionarios del Ministerio de Interior.

Para Robinson López, coordinador de derechos humanos y paz de la Organización de los Pueblos Indígenas de la Amazonía (OPIAC), los Nukak no han sido atendidos de manera diferencial. Por eso la Corte Constitucional profirió el Auto 196 como seguimiento a la sentencia y actuaciones del Estado, sobre los 34 pueblos indígenas que afrontan mayor riesgo en Colombia.

“Las instituciones locales, departamentales y  nacionales no han podido diseñar en conjunto con ellos un programa que los favorezca”, precisa el representante de la OPIAC.

Los peligros de una asistencia inadecuada

Pedro Posada, antiguo director de asuntos indígenas del Ministerio del Interior y actual defensor del pueblo para asuntos indígenas, explicó como las asistencias para los Nukak llegan por un componente humanitario. Los servicios institucionales en salud y alimentación, precisa Posada, no han tenido un enfoque diferencial y han aumentado la problemática al no ser los más adecuados para el contexto cultural de los Nukak.

“Comidas enlatadas, lentejas y frijoles es lo que les dan de comer y eso está totalmente alejado de sus costumbres. Algunas organizaciones los llevan a cazar y en ocasiones invaden fincas motivados por sus tradiciones, y eso les genera problemas con los colonos”, explica Robinson López.

La falta de agua potable, las enfermedades gastrointestinales como consecuencia de las nuevas costumbres impuestas, y la necesidad de ingesta de alimentos tradicionales, que hoy no consumen, está generando un alto impacto en esta población.

López considera además que no hay una política seria para el retorno de las comunidades a su territorio, lo que aumenta la pérdida de identidad y patrones culturales. “Hoy las mujeres se están prostituyendo en la capital del Guaviare presionadas por la necesidad de sobrevivir, los niños y familias enteras andan por las calles pidiendo limosnas, por lo que nos preguntamos ¿dónde están los programas efectivos del gobierno?”, precisa el representante de la OPIAC.

La  problemática territorial de los Nukak fue llevada a la mesa de negociaciones con las Farc y fue incluida en el Acuerdo de Paz firmado en la Habana. La reciente modificación ha sido refrendada por el Estado y el grupo guerrillero.

El desminado que inició una nueva etapa en el país comprendería, según la Dirección Contra Minas de la Presidencia de la República, un proyecto en el Departamento de Guaviare que abarcaría el municipio de Miraflores, con acciones desarrolladas por la Brigada de Ingenieros de Desminado Humanitario (BRDEH). Sin embargo, se esperan acciones directas sobre toda la zona de resguardo de los Nukak.

 “La solución para el pueblo Nukak Makú es volver a su territorio, pero buena parte está sembrado en minas”, le explicó a Mongabay Latam Pedro Posada, defensor del pueblo para asuntos indígenas, quien vio el programa de desminado como una nueva oportunidad para la recuperación del territorio de la última tribu contactada en Colombia.

En total 12 asentamientos confirman que el 60% de los Nukak se encuentran fuera de su zona de resguardo. Caño Makú, Charras, Puerto Flores y el casco urbano de San José de Guaviare son algunos de los lugares de permanencia de este pueblo desplazado por la violencia, que hoy lo único que espera es la paz definitiva, según lo explica el Ministerio de Interior.

El Plan de Salvaguarda que deberá ser entregado a la Corte Constitucional, en cumplimiento de la sentencia 025 de 2009 y el Auto 004 del mismo año, vela por el fortalecimiento organizativo y el gobierno propio, la salud, la etnoeducación y la seguridad alimentaria de 34 pueblos indígenas, todo dentro de distintos niveles de contacto cultural y contexto en el que se hallen los miembros de la comunidad.

Luego de 27 años, los Nukak siguen esperando volver a su territorio para recuperar esa relación perfecta de sostenibilidad que mantienen con la selva, lejos de la civilización, y esperan que la firma del Acuerdo de Paz les permita retornar a su territorio y recuperar lo que han perdido.