FAUNA
Más de la mitad de las tortugas en el mundo está en peligro de extinción
Según WCS Colombia, Latinoamérica aún está a tiempo de actuar por el rescate de muchas de las tortugas marinas y terrestres amenazadas, a diferencia de los países del continente asiático donde se estima que los reptiles nativos podrían extinguirse en 10 o 20 años.
“Las tortugas están en problemas”. Ese es el título de un informe publicado en la revista Current Biology en el que participaron 51 investigadores, la mayoría especialistas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Según el estudio, más de la mitad de las 360 especies de tortugas continentales o terrestres del planeta está en peligro de extinción, cifra que ubica a estos reptiles como uno de los animales vertebrados con mayores miembros en riesgo.
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“Su desaparición implicaría perder millones de años de historia evolutiva, pero también malograr elementos de la biodiversidad que contribuyen significativamente a las cadenas alimenticias (biomasa), a la dispersión de semillas, al transporte de energía entre ecosistemas acuáticos y terrestres e incluso su trascendencia cultural”, dijo Germán Forero, director científico de Wildlife Conservation Society (WCS) Colombia y coautor del informe.
La destrucción de los hábitats para dar paso a la agricultura o la ganadería e incluso desarrollar proyectos de infraestructura como carreteras o represas, es una de las mayores presiones que enfrentan estos reptiles en todo el planeta, principalmente en América y África, dice el informe.
La tortuga carrachina está en peligro por la desaparición del bosque seco en Colombia. Foto: Germán Forero.
La carranchina, una tortuga que habita en el Caribe colombiano, es una de las especies catalogada en peligro crítico de extinción por la destrucción del bosque seco, su hogar. Según WCS Colombia, por años, este ecosistema ha sido arrasado y con ello la vida digna de este reptil único de esta región del país.
“Hoy, a raíz de esos daños casi irreversibles a su hogar, las poblaciones de la Mesoclemmys dahli, su nombre científico, están fragmentadas en pequeños grupos de muy pocos individuos, con dificultades para desplazarse y conectarse”, menciona Wildlife Conservation Society (WCS) Colombia.
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Ante las dificultades ambientales que enfrentan con su entorno degradado, las carranchinas se han tenido que adaptar a condiciones ambientales diferentes al bosque seco, para comenzar a usar zonas de potreros que les permitan sobrevivir. “Otras se están reproduciendo entre parientes (endogamia), exponiéndose a enfermedades irreversibles. Esta es una historia lamentable que ha dejado de ser un suceso únicamente local”, advierte la organización.
La tortuga charapa es otra especie en peligro de extinción. El Parque Nacional Cahuinarí es donde más sobrevive. Foto: Jeimy Cuadrado (PNN).
Otra especie que está en el límite de su supervivencia por estos daños frecuentes en el paisaje es la Psammobates geometricus, una tortuga maravillosa por las figuras geométricas en forma de rayos que se dibujan en su caparazón. Está distribuida en un territorio muy pequeño de la provincia de El Cabo, en Sudáfrica, hábitat que se ha deteriorado en casi un 97 por ciento por la construcción de granjas y viviendas, al punto de que solo quedarían entre 2.000 mil y 3.000 ejemplares en vida silvestre.
Mascotas, su destino final
Las tortugas han sido componentes integrales de los ecosistemas globales durante 220 millones de años y han desempeñado un papel importante en la cultura humana por 400.000 años, desde el surgimiento del Homo sapiens. Sin embargo, WCS advierte que en este momento de la historia planetaria es cuando esa relación históricamente cordial está más deteriorada que nunca.
Uno de los problemas más graves es el tráfico ilegal, dice la investigación. “Son sacadas a la fuerza de sus territorios para venderlas como piezas de colección. Así le ocurre a la tortuga angonoka (Astrochelys yniphora), endémica de Madagascar (África) y una de las más raras del mundo por la forma abombada de su caparazón, característica que atrae a los traficantes. Esta especie podría extinguirse en los próximos años, ya que no quedan más de 300 ejemplares; es la tortuga más amenazada del mundo”.
Indígenas de la Amazonia colombiana cuidan y monitorean a la tortuga charapa. Foto: Javier Silva.
En Europa son frecuentes los intentos por introducir al mercado negro cargamentos de la llamada tortuga caja china, del género Cuora, que se distribuye además por Taiwán y Japón y que se vende entre coleccionistas.
“Ese tráfico también está motivado por la utilización de sus partes para la fabricación de medicinas, supuestamente milagrosas. En China, por ejemplo, capturan a la moneda de oro (Cuora trifasciata), endémica del sur de este país y del norte de Vietnam, para moler su caparazón y usar esta sustancia en la cocción de una bebida que se toma como un postre llamada guilinggao, a la que se atribuyen propiedades para mejorar la salud de la piel. Por este uso masivo y sin sustento científico, está en peligro crítico de extinción”, revela el informe.
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Al tráfico de fauna se le suman factores como el cambio climático, que puede aumentar el nacimiento de hembras por las variaciones de la temperatura en los lugares de anidación; los incendios forestales, muchos provocados para abrir espacios para cultivos; el ataque de especies invasoras, así como la contaminación de humedales o de otros ecosistemas debido al desarrollo de actividades mineras o de proyectos industriales, que arrojan materiales contaminantes a las fuentes hídricas.
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La tortuga matamata del Orinoco sucumbe por de una red de tráfico internacional. Foto: Fernando Trujillo.
“Esta situación la sufre la Graptemys geographica, muy conocida en Estados Unidos y Canadá como la tortuga mapa por las formas que muestra en su caparazón, un reptil casi extinto por su exposición frecuente a desechos de la minería del carbón”, dice WCS.
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El documento también menciona el consumo masivo y comercial de carne de tortuga, como el caso de los barcos balleneros que en los siglos XVII y XIX podían recolectar en una sola jornada hasta 13.000 ejemplares con fines comerciales.
“Aunque en años más recientes el consumo de carne y de huevos con este objetivo ha disminuido a una escala mucho menor, también ha impactado a la tortuga Podocnemis expansa, conocida en Colombia como charapa y visible en otros seis países de Sudamérica, incluyendo a Brasil, donde está en estado crítico”.
El tráfico ilegal de fauna es el principal enemigo para las tortugas del planeta. Foto: Jeimy Cuadrado (PNN).
Latinoamérica aún está a tiempo
Uno de los mensajes más importantes de la investigación es que a pesar de que el panorama es oscuro y poco optimista para las tortugas, en Latinoamérica aún hay alternativas para rescatar o conservar a largo plazo muchas de las especies amenazadas, lo que ya no puede hacerse en Asia, donde parte de sus reptiles nativos se extinguirán en 10 o 20 años.
“Tenemos la opción de abordar las amenazas porque aún tenemos poblaciones viables y luchar para que nuestros quelonios no sean parte de una pieza más del insaciable tráfico ilegal, como está sucediendo con la matamata (Chelus fimbriata)”, agrega el experto Germán Forero.
El aspecto físico de la matamata juega en su contra. Es una de las especies más traficadas en el planeta. Foto: Javier Silva.
En Sudamérica hay poblaciones impactadas con programas de conservación enfocados en reducir la mortalidad de las hembras y con iniciativas para combatir el tráfico. Forero propone, entre otras opciones adicionales, que comunidades locales participen en procesos de monitoreo de especies, como parte de proyectos que les permitan aprender sobre su biología, ecología y su cuidado sostenible, con el fin de evitar que sus ingresos estén únicamente basados en la explotación inadecuada de la fauna.
“Las tortugas merecen otro trato. Son tan antiguas que se desarrollaron en el planeta mucho antes que las aves que vemos hoy en día. Por ese pasado extenso y generoso es justo que tengan estas y muchas otras oportunidades sobre la Tierra para recuperar su estirpe”, puntualiza el experto.