INVESTIGACIÓN
¿Qué sucede cuando un lémur anciano pierde a su pareja?
En el Duke Lemur Center, un centro de investigación de primates perteneciente a la Universidad Duke, el personal intenta volver a emparejarlos con un nuevo compañero, así sea de una especie diferente. Esta iniciativa surge de las investigaciones de la institución académica.
Estos primates endémicos de la isla de Madagascar son animales sociales, por lo que al perder su pareja, en el Duke Lemur Center, decidieron emprender un plan innovador para mantenerlos en sociedad al final de su vida: emparejarlos con un nuevo compañero, incluso de una especie diferente.
De acuerdo con este centro de investigación de primates perteneciente a la Universidad Duke, algunas especies de lémures son tan extrañas que resulta complicado encontrarles un compañero compatible de la misma especie.
“Si un animal solitario es demasiado viejo para ser transferido a otra institución para vivir con su propia especie, el personal lo agrega a otro grupo o pareja de una especie diferente”, indica la institución. Al principio, los miembros del lugar se aseguran de que este “emparejamiento” está funcionando, a través de comportamientos clave como los saludos de nariz, sentarse a comer o el acicalamiento entre sí. Si no funciona, los animales son separados.
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Cuando envejecen, los movimientos de estos animales se vuelven rígidos e incluso pierden los dientes que utilizan para mantenerse aseados y esponjosos. Por esto, de acuerdo con el centro, un compañero de la misma edad resulta una gran compañía para ayudarse mutuamente o solo pasar tiempo juntos.
Para llevar a cabo esta iniciativas, la universidad de Duke ha investigado acerca de esta especie. De hecho, recientemente publicó una investigación en la revista Scientific Reports en la que se sugiere que los circuitos cerebrales que provocan que el amor dure difiere según las especies, pues algunos lémures forman relaciones a largo plazo con una “única pareja especial”.
Según explica el estudio, los lémures de vientre rojo y los langosta se encuentran entre las pocas especies del árbol genealógico del lémur en el que las parejas macho-hembra se mantienen juntas un tercio de su vida. Foto: Pixabay.
En la investigación, el equipo compara especies “monógamas” y “promiscuas” dentro de un grupo de lémures.
Según el estudio, los lémures de vientre rojo y los langosta se encuentran entre las pocas especies del árbol genealógico del lémur en el que las parejas macho-hembra se mantienen juntas un tercio de su vida para criar y defender su espacio. Una vez unidos como pareja, estos animales pasan tiempo acicalándose, acurrucados y envueltos alrededor del cuerpo del otro con la cola.
Este aspecto no lo comparten con sus parientes más cercanos, que cambian de pareja a menudo.
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Para el análisis, los investigadores utilizaron una técnica de imagen llamada autorradiografía, con el fin de mapear los sitios de la unión de las homonas liberadas durante el apareamiento, la oxitocina y la vasopresina, en los cerebros de una docena de lémures que habían muerto por causas naturales.
Los resultados obtenidos fueron comparados por el equipo con los resultados de investigaciones anteriores en ratones de campo y monos, puesto que, según explican, los estudios realizados en los últimos 30 años en roedores muestran que estas dos hormonas y la forma en la que actúan en el cerebro serían la clave para responder a la pregunta de por qué algunas especies estén biológicamente inclinadas a emparejarse a largo plazo y otras no.
Así, los investigadores encontraron “diferencias notables” en la densidad y distribución de los receptores hormonales, pues estas hormonas al parecer actúan en diferentes partes del cerebro de estos mamíferos, lo que también “puede tener diferentes efectos, dependiendo de la ubicación de la célula objetivo”.
Sin embargo, dentro de los lémures, los investigadores encontraron pocas diferencias entre las especies monógamas y promiscuas.
Al respecto, Nicholas Grebe, asociado postdoctoral en la Universidad de Duke y autor principal de la investigación, aseguró que no vieron evidencia “de un circuito de enlace de pareja parecido al que se encuentra en los cerebros de los roedores”.
Una vez unidos como pareja, estos animales pasan tiempo acicalándose, acurrucados y envueltos alrededor del cuerpo del otro con la cola. Foto: Pixabay.
Esto porque una reciente investigación sobre los ratones de campo de las praderas, una especie que a diferencia de la mayoría de los roedores se aparea de por vida, reveló que estos animales tenían más “sitios de acoplamiento” para estas hormonas, en comparación con sus homólogos promiscuos.
De acuerdo con los investigadores, estos hallazgos, que todavía continúan siendo investigados a profundidad, advierten contra la posibilidad de obtener “conclusiones simples basadas en experimentos con roedores sobre cómo surgieron los comportamientos sociales humanos”.
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“La oxitocina puede ser la poción de la devoción para los ratones de campo, pero pueden ser las acciones e interacciones combinadas de múltiples sustancias químicas del cerebro, junto con factores ecológicos, las que crean vínculos duraderos en los lémures y otros primates, incluidos los humanos," dijo Grebe.
"Probablemente hay varias formas diferentes a través de las cuales se crea una instancia de la monogamia dentro del cerebro, y depende de los animales que estemos mirando. (...). Están sucediendo más cosas de las que pensamos originalmente", concluyó.