Especial Ferias y Fiestas
¿A dónde viajar este fin de año? Estos son los lugares recomendados para descubrir otra Colombia
En Colombia, las vacaciones de fin de año son las más esperadas. Y con el dólar por las nubes, suena lógico quedarse y de paso contribuir a mover la economía local.
Leticia (Amazonas)
La capital del departamento apenas es un aeropuerto de llegada a uno de los sitios más cautivadores del planeta. La selva del Amazonas puede sonar mucho más agreste de lo que realmente es, al menos en su parte colombiana: hay hoteles para diferentes presupuestos, actividades familiares y planes más aventureros que tampoco implican dárselas de Fitzcarraldo.
Caminar por la selva, interactuar con animales no ponzoñosos, trepar árboles gigantescos, navegar algunos tramos de ese río enorme, cruzar tres fronteras en un día (Brasil, Perú y Colombia) o ir a un pueblo sin carros ni motos como Puerto Nariño, hacen parte de las muchísimas tareas que se encuentran a pocos minutos de Leticia.
En un ecosistema tan delicado, los operadores turísticos más recomendables son los locales, que trabajan con comunidades indígenas y buscan el menor impacto ambiental.
Santa Marta (Magdalena)
Si usted no ha salido del Rodadero y apenas le ha dado una vuelta al Parque de los Novios sin comer cayeye, no tiene ni idea de cómo es Santa Marta. Esta ciudad tiene muchísimo más que unas calles coloniales, un malecón recién remodelado, jugos deliciosos y unas playas de arena blanca.
Un plan rápido es Minca: cafetales, cascadas y pozos cristalinos hacen parte de un tour tranquilo para un solo día.
Ahora bien, si usted lleva el paso infinito del caminante, ir hasta Ciudad Perdida le puede tomar una semana de travesía y le permite ver mucho más de cerca la nieve que le queda a la Sierra Nevada.
Si la idea es solamente echar playita, literalmente La Playita queda en Taganga, caminando diez minutos desde la parada del bus que viene de Santa Marta. O en la carretera al Parque Tayrona puede girar a pequeños nirvanas como Neguanje o Gairaca.
Lo mejor: Santa Marta es apta para todo presupuesto.
Pasto (Nariño)
Con o sin carnavales, el sur andino de Colombia es inolvidable. Suena a cliché decir que la gente es muy amable, pero en Nariño se convierte en una realidad tangible. Por todo lado hay sonrisas, hervidos (con o sin alcohol), bailes irresistibles y amigos que perduran mucho más allá de una fiesta.
Pasto, además de su centro histórico y el imponente volcán Galeras, es la puerta de entrada (o el puerto de partida) a puntos tan diferentes como el santuario de Las Lajas —una maravilla arquitectónica independiente de cualquier creencia religiosa— la laguna de La Cocha —un impresionante espejo del cielo— o Sibundoy —en los Andes de Putumayo, a dos horas de Pasto, que también tiene su propio carnaval para empezar el año—, entre otros pueblos aledaños.
Por ahí dicen que con frío se descansa mejor, así que las montañas de Nariño son ideales para bajar las revoluciones del año.
Barichara (Santander)
Si se trata de comparar, Barichara se parece a Jericó (Antioquia) o a Villa de Leyva (Boyacá), entre otros pueblos coloniales: callecitas empedradas y todo muy tranquilo. Pero Santander fue pionero en apostarle al turismo ecológico y de aventura hace más de veinte años.
Diferentes operadores, casi todos comunitarios y locales, ofrecen planes de varios días que incluyen experiencias que van desde paseos de un par de horas por caminos reales hasta rafting en aguas turbulentas. Usted puede escoger tours relajados para ver la arquitectura y los oficios de pueblos como Barichara, El Socorro y San Gil o no tan relajados como lanzarse en bicicleta por trochas empinadas, escalar o bajar abismos, hacer parapente en medio del cañón del Chicamocha o introducirse en cuevas milenarias. Después de una semana, es probable que le queden ganas de quedarse unos días más, ahora sí para relajarse.
Eje Cafetero (Quindío, Risaralda y Caldas)
De tanto que lo publicitaron hace unos años, el Eje Cafetero casi parece que no hiciera falta recorrerlo. Sin embargo, ofrece algunos de los paisajes más sobrecogedores que se puedan ver: desde picos nevados hasta planicies enmarcadas por los Andes, pasando por bosques de niebla y fincas cafeteras que parecen pegadas a las montañas como en un pesebre decembrino.
Al no tener unas fronteras claras (es decir, si nos ponemos puristas, en Colombia se cultiva café de calidad desde Nariño hasta Magdalena), el paseo por la antigua Antioquia puede arrancar en ciudades como Manizales, Pereira o Armenia y desviarse hacia sitios como el Valle del Cocora, Norcasia, Aguadas, el Parque Nacional Natural Los Nevados (o al menos al nevado del Ruiz) y festividades como el Carnaval del Diablo en Riosucio.
Hay tours que incluyen actividades para toda la familia, aunque también es posible aventurarse a descubrir puntos sorprendentes que casi ni se encuentran en el mapa.
Providencia (San Andrés Islas)
Después del huracán Iota en 2020, esta pequeña joya del archipiélago de San Andrés pasó su horrible noche. Así que es momento de apoyar su recuperación y de ir por primera vez o de volver a visitarla con nuevos ojos.
A diferencia de San Andrés, Providencia siempre ha tratado de mantenerse lejos de los paquetes todo incluido y de disfrazarse para darle gusto al turismo masivo. La autenticidad de su arquitectura, la ubicuidad de la música local (que no es reggae), la comida recién pescada y la tranquilidad de sus habitantes, la convierten en una verdadera sucursal del paraíso. Tanto que se le puede dar la vuelta en bicicleta en unas cuantas horas (eso sí, con buena hidratación) y zambullirse en sus muchas playas sin temor a nada.
Hay que aclarar que llegar a la isla no es barato y que, si usted es susceptible al mareo, es más práctico tomar avión desde San Andrés que ahorrarse unos pesos en el catamarán.
Al principio, planear una semana puede parecer demasiado tiempo. Al final, uno quisiera quedarse a vivir en Providencia.
Desierto de la Tatacoa (Huila)
Si se trata de escenarios de película, este desierto es uno de los más espectaculares de Colombia. Recorrerlo suele tomar un par de días, bien sea en caminatas o en tours en bicicleta, incluyendo visitas a sus puntos más vistosos y a su observatorio astronómico.
No hace falta ser entusiasta de las estrellas para sorprenderse con la panorámica nocturna: pocos destinos permiten admirar el cielo con tanta claridad.
Según el nivel de aventura que esté buscando, usted puede acampar o reservar las pocas habitaciones que hay dentro del desierto. También hay hospedajes a las afueras del parque o en Neiva, a poco más de una hora.
Y si ya está en Huila, aproveche para ir a más destinos increíbles, como el Nevado del Huila (llegando desde Pitalito hasta Gigante), el Mirador del Huila (en Garzón), San Agustín (también desde Pitalito) o incluso HIdroprado (en Tolima).
Uramba Bahía Málaga (Valle del Cauca)
Al Pacífico colombiano todavía no le ha llegado la avalancha turística… y seguro se encuentra mejor así. Uno de esos pedacitos sin explotar se llama Bahía Málaga y pertenece a Buenaventura.
Según su nivel de mochilero, el viaje puede empezar en Cali, pasar a San Cipriano, luego a Buenaventura y terminar en Uramba. O simplemente llegar a Buenaventura e irse con los operadores de ecoturismo comunitario. La mayoría cuentan con plataformas digitales y vale la pena reservar las visitas con antelación porque el ingreso al parque es limitado.
Uramba Bahía Málaga fue declarado Parque Nacional Natural en 2010 y, desde entonces, sus habitantes se han dedicado a preservar la zona, a resaltar las costumbres afrocolombianas y a mostrar la biodiversidad (con o sin ballenas jorobadas) de un sitio en el que la selva y el océano se funden.
Pocas experiencias de viaje le permiten a uno cambiar su forma de pensar y de interactuar con el planeta. Uramba logra ese milagro.
Cerros de Mavecure (Guainía)
El escudo guayanés es uno de los grandes misterios geológicos y arqueológicos del mundo. Uno de sus puntos más accesibles se encuentra en Colombia, alrededor de los cerros de Mavecure (o Mavicure), consideradas entre las montañas más antiguas del planeta.
La época perfecta para viajar es entre diciembre y marzo, cuando menos llueve. ¿Es una expedición? ¡Por supuesto! Además, brinda una opción única para desconectarse del mundo, quemar las calorías de las cenas navideñas y vivir un escenario que ninguna cámara logrará captar en todo su esplendor.
La mayoría de operadores turísticos ofrecen planes de cuatro días e incluyen la alimentación y toda la guianza desde Inírida, en diferentes embarcaciones y hospedajes en pueblos indígenas. No sobra recomendar que, ya estando en la región, visite otros destinos de la Orinoquía colombiana.