Especial Pacífico
A pulso, un colectivo de mujeres empodera a víctimas de violencia en el Valle del Cauca
Líderesas de diferentes sectores crearon redes de educación, economía, ciudadanía y participación para trabajar juntas por superar la violencia y la pobreza que enfrentan las mujeres en esta región.
Indígenas, afrodescendientes, mestizas, jóvenes, mayores, humildes y de alta sociedad. Las mujeres del Pacífico, en conjunto y a lo largo de la historia, han sido protagonistas de la sociedad por ponerles el pecho a la violencia, a la pobreza, a las necesidades. Siempre con la idea de construir un bien común.
Redes enfocadas en educación, economía, ciudadanía y participación, solo por mencionar unos pocos ejemplos, son muestra de que el compromiso con las causas sociales es enorme, y que esos objetivos se persiguen de por vida. Algunas de estas organizaciones, motivadas por la dinámica del conflicto armado, han ido confluyendo y encontrándose con las banderas pacifistas empeñadas en frenar la guerra. Mujeres de todas las condiciones se siguen sumando a la causa de la paz.
Esta es una región en la que se destacan los centros y grupos de investigación sobre mujeres y género, que desde las universidades aportan otra mirada al mundo; nos recuerdan que el reconocimiento de nuestros derechos ha sido una tarea ardua y aún falta mucho por recorrer.
Componente social
En el Pacífico sobresalen de manera especial las mujeres populares, quienes día a día luchan por la subsistencia, por una vida digna para ellas y sus comunidades: las ollas comunitarias, los centros culturales populares, las asociaciones de empleadas del hogar, las lideresas de barrios marginados. Algunas se han convertido en referentes, como la Asociación Semilla de Mostaza y la Fundación Paz y Bien en el oriente de Cali.
La potencia de esta región radica en su trietnia. Las mujeres de comunidades afrodescendientes e indígenas aportan la riqueza de sus reflexiones sobre la discriminación y el racismo, su ejemplo de autonomía y resistencia, recordando nuestra historia de despojo para que nunca permitamos que se vuelva a repetir. Pero también aportan sus cantos y poemas, sus cosmovisiones, recetas afrodisiacas; ellas llenan la vida de color.
También están las mujeres organizadas en ONG que han reemplazado por décadas al Estado en sus funciones de bienestar y organización social. Ellas han acumulado experiencia en el manejo de recursos, en relaciones sociales. En algunas ciudades han dejado huella en proyectos artísticos como emisoras, museos y escuelas musicales. Otras son las mujeres que trabajan por la paz, la equidad social y de género desde las iglesias con la convicción de que ellas son la gran base que sostiene las espiritualidades y sus diversas maneras de congregarse.
“La paz de la que podamos hablar en algún momento es el resultado de un camino que empezaron a recorrer nuestras madres y abuelas, quienes hace décadas planearon cómo cambiar la sociedad”, señaló la mayora Elena Hinestroza, cantaora y gestora de paz. Incluso las desplazadas forzosamente de sus tierras, las que viven con VIH, las presas de las cárceles, se organizan también y encuentran en estos escenarios de solidaridad fuerzas para soportar su cotidianidad.
En el Pacífico también abundan las mujeres poetas, teatreras, cantantes y otras artistas, mostrando de maneras bellas lo maravilloso o espantoso, dejando testimonio de su creatividad y sensibilidad. Hay otras sanadoras, que recuperan el poder de curar las heridas del cuerpo y del alma.
En los programas de radio, televisión, proyectos editoriales o medios digitales se cuentan las historias de resistencia y valor, enseñando a otras mujeres a entrenar el ojo y la pluma para contarse a sí mismas, como modernas Scherezadas, con sus palabras y videos de la periferia, cómo pueden salvar a sus hermanas mientras se salvan a sí mismas. Como dice Hinestroza: “En el Pacífico no necesitamos que nos regalen nada, solo necesitamos que nos quiten el pie del pescuezo”.
* Magíster en educación con énfasis en educación popular y desarrollo comunitario -Universidad del Valle.