Mascotas
Adoptar en vez de comprar, la estrategia que sigue cambiando la vida de perros y gatos en situación de maltrato y abandono en Colombia
A lo largo de casi una década, la fundación que lidera la rescatista Laura Rodríguez ha ayudado a 4.050 animales y alimentado a 6.500 a través de programas especiales. A las familias que deciden adoptar se les hace un seguimiento de seis meses para corroborar que su mascota se adapte adecuadamente.
Laura Rodríguez rescató a su primer perro a los 8 años. El amor y el respeto por los animales se lo legó su padre desde los inicios de su crianza. Con los años quiso transformar esos sentimientos en acción. Cada vez que se le presentaba una oportunidad asistía a un animal; en la universidad se unió como voluntaria a Zoonosis mientras cursaba Estudios Internacionales y con los años se convirtió oficialmente en rescatista independiente. Pero definitivamente no se trataba de un hobby, así que llevo esta actividad al siguiente nivel en el 2013.
“Luego de acercarme cada vez más a la problemática y ver cómo las personas mostraban a los animales con esa pornomiseria, decidí crear la Fundación Adopta No Compres y mostrarlos a ellos de una manera más especial”, explica Rodríguez. Su trabajo con perros y gatos comenzó a tener un impacto en distintos lugares del territorio nacional.
“Nuestra permanente actividad en Santa Marta y San Andrés se debe a que yo viajaba mucho a ambos destinos en calidad de turista y la verdad era muy difícil no dedicar tiempo a la situación de los animales en estas zonas. Así que dejaron de ser viajes únicamente por placer y hace casi una década arrancamos en ambos destinos con jornadas de esterilización y luego me enfoqué en San Andrés y Providencia al ver la problemática tan terrible que hay allí con los animales en situacción de calle”, explica Rodríguez. El paso del huracán Iota agravó la situación, pero el número de animales con necesidad de asistencia fue proporcional a las ayudas recibidas.
La Fundación Adopta No Compres trabaja de forma articulada con rescatistas de diferentes regiones en el país; muchos de los animales que reciben llegan a través de ellos. “Tenemos equipos de trabajo en Barranquilla, Soledad y Malambo, en el Atlántico, además de San Andrés y Providencia”.
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Vida es una perrita que llegó a Rodríguez este 2021 cuando tenía tan solo dos meses de nacida. Fue lanzada dentro de un costal a una zanja en medio de la carretera. No pensaron que podría sobrevivir en vista de la delicada situación en la que se encontraba cuando fue rescatada por un equipo de la fundación en Soledad.
Luego de ser evaulada por los veterinarios, le diagnosticaron varias enfermedades, “tenía anemia severa, erliquia, hemoparasitos, desnutrición y deshidratación, entre otros. Se tambaleaba al caminar porque su cuerpo estaba muy débil. Las garrapatas se la estaban carcomiendo”.
Una familia la acompañó desde su rescate y le dio una segunda oportunidad en su hogar.
Polly, en cambio, fue rescatada en Bogotá hace siete años y recibida en el hogar de Elías Maida. Durante mucho tiempo él y su pareja habían tenido la idea de adoptar un perro, pero sabían la responsabilidad que esto implicaba. Conocerla los impulsó a tomar la decisión. “Ella es nuestra hija; fue amor a primera vista”.
Maida explica que adoptar signfica estar consciente de lo que es tener un bebé canino en casa. “La responsabilidad es como educar a un hijo, literalmente. Para mí no fue difícil, más bien un proceso de adaptación entre ella y nosotros. Necesitas darle mucho cariño y al mismo tiempo entrenarlos para que agarren hábitos. En nuestro caso el proceso fue positivo, porque desde muy pequeña Polly demostró ser muy inteligente e intuitiva y aprendió muy rápido”.
Los casos de Vida y Polly son dos de los 798 de los que tiene registro la organización desde hace una década. “En más de 8 años hemos esterilizado, atendido y ayudado 4.050 perros y gatos. Adicionalmente, hemos realizado 25 campañas educativas y de tenencia responsable y logrado alimentar 6.500 animales a través de programas especiales”.
Desde el rescate hasta la adopción hay todo un proceso que inicia cuando el animal es llevado hasta el lugar donde recibe asistencia veterinaria. Allí le realizan exámenes “con todos los cuidados que amerita, porque no sabemos a qué nos estamos enfrentando”. Adicionalmente, pasan por un proceso de rehabilitación emocional, que puede durar entre dos meses y un año, porque muchos llegan con traumas, principalmente a causa de los golpes. Rodríguez explica que “no se trata exclusivamente de violencia física, también los afecta ser ignorados en casa, no recibir atención o que no les suplan sus necesidades básicas”. El objetivo es poder entregar animales sanos y equilibrados a las familias adoptivas. Luego de ubicarlos, realizan un exhaustivo seguimiento al proceso de adaptación de mínimo 6 meses.
Las redes sociales se han convertido en una plataforma muy eficiente para contar las historias individuales de cada animal restacado y para motivar la adopción. Lo que sigue es la recepción y evaluación de formularios que llegan inclusive de otros países. “La idea es encontrar hogares responsables para cada caso, porque no todos los perros son elegibles para todas las familias. Por ejemplo, los más activos no están recomendados en núcleos familiares que sean muy tranquilos”.
En todos los casos, cuenta Rodríguez, hay una frase recurrente entre las familias adoptivas que le da valor al trabajo de las cuatro personas que conforman la fundación: “Él me cambió la vida”. Para la rescatista los animales exigen mucho compromiso y responsabilidad, pero no se compara con el amor y la felicidad que pueden aportar a un hogar.
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Trabajo por hacer
Las campañas en favor del rescate y la adopción han contribuido a despertar el interés en torno a los animales abandonados, abusados y maltratados. Sin embargo, en la práctica es otra la realidad. Rodríguez cuenta que la crisis sanitaria incrementó los casos de maltrato y abandono en el país. “Últimamente hemos recibido unos casos que nos han marcado muchísimo. La pandemia en lugar de hacernos mejores personas ha sacado lo peor de nosotros”.
Por otra parte, la gente suele ofrecer donaciones o ayudas cuando los animales tienen heridas visibles y esto dificulta la recuperación por otro tipo de traumas.
Lo que más preocupa a la fundación es como se sigue apoyando la comercialización de animales. “Es una industria muy cruel. La gente no sabe que hay detrás de todo eso, pero son perros que tienen hacinadas en espacios muy pequeños. Hemos tenido que intervenir en muchísimos lugares. El maltrato es tan terrible que las denuncias llegan a través de los empleados de estos criaderos: no reciben alimentación, subsisten entre sus excrementos y orina”, explica Rodríguez. A esto se suma que no reciben vacunas y si nacen con alguna deformación, como por ejemplo con una pata más larga que la otra, los sacrifican o los abandonan para que las fundaciones se hagan cargo. “No se salva ninguna raza”, aclara.
Rodríguez guarda la esperanza de que a futuro se prohiban los criaderos en Colombia como ocurrió en Estados Unidos.
*Periodista.