Entrevista
Angelo Cardona, el primer colombiano en ganar el premio que honra el legado de la princesa Diana
La labor de este joven defensor de derechos humanos, nacido en Soacha, fue reconocida por el gobierno británico. A sus 24 años es identificado como un agente de cambio que inspira a otros.
El activista colombiano Angelo Cardona fue reconocido este año con el Premio Diana, un galardón con el cual el gobierno británico busca exaltar, desde 1999, la labor de jóvenes que construyen paz en diferentes países del mundo, en honor a la princesa Diana de Gales, también conocida como Lady Di, y su legado. Cuando era niño, Cardona fue beneficiario de la Fundación Herederos, una organización cristiana que trabaja en Soacha, el municipio donde nació, y que cuenta con el respaldo de Compassion International, con operaciones en 25 países. Su objetivo es que la infancia supere la pobreza. Gracias a ella pudo desarrollar sus capacidades físicas, espirituales y académicas. Al graduarse se sumó como voluntario y poco a poco desarrolló su conciencia social.
En entrevista con SEMANA, el joven de 24 años habló de su papel como agente de cambio, de cómo el Acuerdo de Paz y el ciclismo han contribuido a mejorar la imagen de Colombia en el exterior y de la esperanza que tiene de ver al país transformado, gracias al trabajo que adelantan las nuevas generaciones. Para este defensor de derechos humanos la ruta hacia el desarrollo sostenible está en el desarme.
SEMANA: ¿Cuál de todas las iniciativas en las que participa lo hizo merecedor del Premio Diana?
A.C: La razón por la que se me hace este reconocimiento es por fomentar fraternidad entre las naciones de Iberoamérica, ya que en 2018 confundé la Alianza Iberoamericana por la Paz y realizamos el primer congreso de esta organización, ese mismo año, en la ciudad de Medellín. Allí recibimos personas de toda América Latina, más de 100 jóvenes. Luego, hicimos un segundo encuentro en el Senado de Nación Argentina, en Buenos Aires y, finalmente en México consolidamos la red que abarca académicos, activistas y en general personas de los diferentes países de Iberoamérica. Precisamente hace una semana, llevamos a cabo el cuarto encuentro en Castellón, España.
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SEMANA: ¿Qué alcance tiene para su labor este reconocimiento?
A.C: Como parte del premio, pasaré a formar parte de un programa que dictará la organización; traerán a personas que tienen sus proyectos bastante escalados y nos darán mentoría para seguir construyendo el proyecto que tenemos en Iberoamérica.
SEMANA: Como activista ha elevado su voz ante instancias de poder en al menos 15 países. ¿Hay alguna de esas oportunidades a la que le atribuye un valor especial?
A.C: La de Alemania, en 2016, donde tuve la oportunidad de hablar ante el Parlamento. De hecho, creería que fue mi primer viaje de gran impacto porque allí conocí a Tawakkul Karman, Premio Nobel de la Paz en 2011. Ese año, precisamente, se hablaba del plebiscito por la paz, así que fui invitado a hacer parte del Congreso Mundial de la Oficina Internacional por la Paz, que tenía como eje temático ‘Desarmar para una cultura de paz’. Allí, con jóvenes de 25 países, cofundé el Grupo Joven de la Oficina Internacional por la Paz. Creo que fue el inicio de mi trabajo internacional, en el sentido de no solo mirar a Colombia y a la guerra en mi contexto, sino desde una perspectiva más amplia. Fue de gran impacto ver que muchos jóvenes de distintos países del mundo trabajan por construir paz en sus territorios; escuchar todas esas historias me motivaron. Como activista, uno piensa muchas veces que está solo en el camino, pero son millones de personas las que luchan por un mundo mejor, con justicia social. De hecho, los jóvenes latinoamericanos que participamos en ese congreso decidimos luego organizar esa Alianza Iberoamericana por la Paz de la que hablé.
SEMANA: Durante muchos años, el narcotráfico y la violencia fueron referencias comunes de Colombia en el contexto internacional. ¿Cómo es la percepción que se tiene hoy del país en el exterior?
A.C: Siento que el hecho de ser joven y formar parte de la Colombia que busca superar el conflicto armado ha marcado una diferencia en la percepción que desde afuera se tiene del país. Cuando viajo, y me toca hablar de Colombia, la gente se muestra muy receptiva y hacen muchas preguntas. Creo que hoy en día la comunidad internacional está muy interesada en saber qué pasa en Colombia y en este sentido el Acuerdo de Paz es un hito importante, por ser algo que representa esperanza para el mundo, en especial para otros acuerdos que llevan menos tiempo. Sin embargo, siempre van a existir los estereotipos. De hecho, de este lado del mundo nos pasa con regiones que no conocemos mucho como Oriente Medio. Hay un tema interesante, y es el rol del ciclismo. Colombia se ha vuelto en un país que produce muy buenos ciclistas y sus triunfos internacionales han contribuido a transformar la imagen. Es algo que me parece muy valioso.
SEMANA: ¿Hasta dónde quiere llegar con su labor de activista?
A.C: Aunque mi trabajo también tiene que ver con otras regiones del mundo, mi sueño es construir culturas de paz y de educación en Iberoamérica, es la región en la que me quiero enfocar. Creo que tenemos bastantes insumos para ser un ejemplo para la humanidad entera. Para empezar, América Latina es una zona que no tiene armas nucleares; hace poco varios países de la región ratificaron el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), que entró en vigor el pasado 22 de enero. Adicionalmente, el Acuerdo de Paz que tenemos es único en el mundo, por lo integral; así que creo que de lograrse implementar, el país se volvería un modelo para otros acuerdos.
SEMANA: Usted ha sido muy insistente sobre la importancia de educar para la paz, “desmilitarizar las mentes”. Al respecto, ha dicho que hemos sido formados para la violencia, en un proceso reforzado por la industria del entretenimiento a través del cine y las telenovelas...
A.C: Para mi el desarme tiene que ver mucho con esa percepción que se nos ha inculcado, esa naturalidad con la que creemos que las armas existen para la defensa. Cuando es todo lo contrario, un arma no crea más seguridad, sino más tensión; una percepción que ha sido vendida por los medios, por los discursos políticos de seguridad, algo que solo se puede revertir con educación. Quiero invitarlos a pensar en la música como piensan en la guerra, bajo la suposición de que queremos crear un mundo sin música. Esto no es posible si se permite, por ejemplo, la fabricación de pianos, guitarras, CD o aprobar que los institutos enseñen música. Lo mismo pasa con la guerra mientras se valide la creación de misiles, tanques, torpedos. El discurso de organismos internacionales como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) tiene que cambiar; dicen que luchan por la seguridad internacional mientras reportan un gasto militar exorbitante.
SEMANA: ¿Cómo puede aportar el desarme al desarrollo sostenible?
A.C: El último reporte del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés) indica que el mundo tuvo un gasto militar de 1.9 billones de dólares, en el año 2020. Con todo ese dinero se podría avanzar en el alcance de muchos de los objetivos del desarrollo sostenible. De modo que si la ONU cree que puede alcanzar esos objetivos de aquí al 2030, una manera más realista de lograrlo es hacer que los gobiernos se comprometan a reorientar parte de su inversión militar hacia el sector de la salud y la educación; a todos aquellos sectores que históricamente han sido desfinanciados en la medida que se ha priorizado invertir en el militarismo.
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